―Oye, ¿me dejas la goma?

―No la tengo, te la dejé antes.

―Pues yo no la tengo tampoco.

―Pues a saber dónde la has puesto, niño.

―Pues a saber por dónde te la habrás metido tú, niña.

―Pues por dónde a ti no te importa.

―Shhhh, cállate, puta, que nos van a echar la bronca.

―¡Anda y que te folle un pez! ―se reía y me hacía alguna travesura como pincharme con el boli.

―¡Ay, cagonlahostia, que me has hecho daño, zorra! ―Al final nos acababan llamando la atención por hablar o por reírnos en clase, y entonces nos quedábamos callados un rato pero siempre volvíamos a las andadas.

―Que te den por el culo, niña.

―Por el coño da más gusto ―se reía otra vez y me sacaba la lengua.

―Descarada ―le contestaba yo poniendo cara de horror y haciéndome el indignado. El papel de tímido fácilmente escandalizable me salía bordado y ella se descojonaba todavía más.

―Qué chico este, tan inocente, ¡a ver si espabilas, tontaina! ―me seguía provocando. A veces intervenía alguna otra chica como Yoli:

―¡Los que se pelean se desean! ―y las dos se reían de mí. La verdad es que lo pasábamos bien y poco a poco la fui cogiendo cariño, a ella y también a algunos de los empollones con los que empecé a tener más trato y que eran bastante majos. Desde luego se estaba más relajado con ellos que con los gamberretes del barrio, pero, claro, eran unos pringaos y además víctima de las perrerías de los primeros.

Durante las dos semanas siguientes intenté no meterme en problemas, mejorar en mis estudios para que no me quedase ninguna y también evitar a los Abusones Nuevos y viejos, saliendo al patio lo menos posible. Sin la Megadrive, la tele ni salir de casa para nada que no fuese ir al cole o a misa, tuve tiempo suficiente para hacer todos los deberes e incluso entregar algunos atrasados a la profesora de mates, lo que le causó una buena impresión. «Desde luego, tú eres una caja de sorpresas», me dijo, y yo me lo tomé como que era algo bueno. Como me aburría bastante, me aficioné a leer, libros que ya había leído antes y otros que había por casa y que eran de mis padres e incluso enciclopedias, revistas o cualquier cosa que cayese en mis manos. A veces también escuchaba las pocas cintas de música que me había dejado el Pulga, antes de que nuestra amistad estuviese proscrita, unos casetes piratas con música de un grupo que me empezó a gustar mucho y que se llamaba Public Enemy. Este era un grupo de Rap que pedí al Pulga que me grabase, al principio por seguir la moda y ser rapper, pero más tarde la música conectó bastante bien con mi estado de ánimo. No entendía ni un pijo de lo que decían, pero me sonaba a rabia, desesperación y lucha contra algún tipo de hijodeputa indeterminado. Por esto me sentía identificado con ellos, porque a mí también me tenían machacado entre los Abusones Viejos, los rappers, el puto Gustavete, unos colegas traicioneros, los pesaos de los profes y mis padres, sin yo haber hecho nada, bueno casi nada malo, aparte de robar, firmar, pegar a algún pequeño y alguna que otra gamberrada. Yo en el fondo lo único que quería era ser popular y respetado, ser un tío guay y que nadie se metiese conmigo. Tan difícil era eso de conseguir, pues por lo visto parecía que sí.

Esos días, finales de mayo, estábamos liados con un trabajo que teníamos que hacer para lengua y del cual dependía gran parte de la nota definitiva. El trabajo lo hacíamos por parejas con nuestro compañero de pupitre, en mi caso con Rosita, y si lo hacíamos bien ya tendríamos una asignatura menos de la que preocuparnos. Aprobar todas las asignaturas era vital para mí, puesto que de ello dependía que mis padres no me cambiasen a un colegio de curas en octavo, y también que se levantasen todos los castigos que sobre mí pesaban, ver la tele, la Megadrive o salir con amigos. Sociales lo tenía dominado, así como religión y dibujo. Mates se me daba regular, pero le había entregado a la profe todos los ejercicios atrasados del trimestre bien hechos. Estos me los habían dejado entre Dani y Miguelito, el puto Miki no me los quiso pasar, y los había copiado y entregado con la esperanza de que el esfuerzo fuese tenido en cuenta en caso de que el control final saliese un poco flojo. En naturales iba mal con la química, pero por suerte esta era una parte pequeña de la asignatura y había sacado buena nota en los temas de plantas y los animalejos. Con inglés, como gracias a los abusones me había pasado todos los recreos en el refuerzo de Demi, ella me había cogido cariño e incluso una vez me dio un beso en la mejilla diciéndome lo mucho que había mejorado. Vaya diferencia entre Demi y el loro viejo, estirado y nazi que teníamos en sexto y que siempre suspendía a los niños que no le hacían la pelota. Por último en lengua, ahí estábamos Rosita y yo currándonos el trabajo de la literatura española que teníamos que hacer. La tarea iba lenta, porque discutíamos por todo y nos peleábamos constantemente, pero siempre de broma y sin enfadarnos de verdad. Otras veces eran los chicos de clase los que molestaban a Rosita cuando nos poníamos en lengua o en la hora de estudio libre, sobre todo el Pulga, el Bibi y Eddie, pero también alguno más que se apuntaba a joder un poco. Peor todavía era cuando los pesaos eran los de otras clases, los Abusones Viejos y Nuevos, por la amenaza que esto suponía para mí. Más de una vez tuve que huir ante la llegada de Gustavo y el Pecas o fui humillado por Javi y Óscar delante de Rosita, no sé si porque les daba rabia que un gusano como yo estuviese cerca de ella o para tratar de impresionarla con su estatus de abusón de niños débiles.

LOS MATONES DEL PATIOWhere stories live. Discover now