5. ¿Destino o algo más?

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Noche buena, una noche para celebrar, para divertirse y compartir con tus seres más queridos, y esta noche... ¡Era mi caso! En esta ocasión decidimos pasar la noche buena en casa, ya que mi padre tuvo que dar una conferencia de última hora y no pudimos ir a Kioto con los abuelos.

Estaba acomodando la mesa para poder traer la deliciosa comida y los maravillosos postres que habíamos preparado mi madre y yo, aunque todavía no entendía porqué tanta comida si solo íbamos a ser nosotros ya que mi hermano y su mejor amigo, Yukito, tenían guardia en el hospital esta noche ¡Teníamos comida como para diez personas!

—¿Esta todo listo, hija? —preguntó mi madre desde la cocina.

—Sí, todo está listo aquí, mamá.

Cuando entré en la cocina, vi que estaba empacando algo de comida en unos recipientes, lo cual me extrañó. El pastel de chocolate que yo había hecho ya había sido cortado y había metido un trozo generoso en otro envase.

—¿Vas a llevarle comida a Touya y a Yukito?

—No, cariño —dijo, mirándome con una sonrisa que solo la usaba cuando iba a pedirme algo—. Touya y Yukito vendrán en la mañana y me pidieron que les guardara algo.

—¿Entonces?

—Esta mañana me encontré con el adorable joven que vive en la casa de al lado. Al parecer no pudo viajar para pasar las navidades con su familia y lo invité a venir —dijo, emocionada—. Aunque muy educadamente declinó mi invitación, diciendo que estaba muy cansado y no haría nada especial hoy.

—No veo entonces porque estas tan emocionada si no lograste tu objetivo.

—Pues no del todo, hija —canturreó, marcando aún más esa sonrisa... Aquí venía la petición—. Logré que, al menos, aceptara probar nuestra comida. Le dije que le llevaría la cena para que no comiera cualquier cosa en navidad —dijo, entregándome todo perfectamente empacado en una bolsa—. Aquí tienes, cariño. Por favor, llévaselo y aprovecha para conocerlo.

—Mamá, sabes que tengo algo importante que hacer en quince minutos y me pones a llevarle esto al vecino —le reclamé, inflando mis cachetes.

—Sakura, no tardaras más de diez minutos en esto —dijo, colocando sus manos en la cintura—. Hazme este favor y luego vas a hablar con tu amigo de Internet. Anda, anda —me apresuró, y prácticamente me empujó fuera de casa.

¡Ni siquiera me dio oportunidad de colocarme mi chaqueta! El ligero vestido aguamarina que me llegaba por encima de las rodillas no cubría mucho y el frío se coló por todos lados haciéndome tiritar de inmediato ¡Gracias, mamá! Resoplé y miré mi reloj de muñeca, casi eran las siete y media, debía apresurarme para poder conectarme y poder decirle "Feliz navidad" a Shaoran.

Ya tenía todo planeado, una conversación tranquila, algunos chistes para aligerar cualquier tensión y luego... le diría que estaba lista para al fin vernos en persona. Sonreí, no podía esperar a ver su cara de sorpresa.

Con rapidez, caminé hacia la casa del vecino para salir de esto cuanto antes. Toqué el timbré y esperé a que se dignara a abrir. Alisé mi vestido con mi única mano libre y acomodé mi cabello, el cual llevaba en una trenza de lado sencilla. La puerta se abrió pocos segundos después y cuando levanté mi mirada... la bolsa que tenía en las manos fue a dar al piso.

Mis manos volaron hasta mi boca para acallar el grito de sorpresa que quería brotar desde el fondo de mi alma y un frío estremecedor recorrió toda mi espina dorsal. Sus ojos ambarinos estaban completamente abiertos y seguro los míos estaban iguales. Cielos... ¡hasta sentía las lágrimas acumularse en mis ojitos de la emoción! Y debía admitir que en persona sus ojos eran mucho más hermosos, era más visible el dorado que se fundía con el marrón... casi llegando a sus pupilas.

El mensaje que nos unióWhere stories live. Discover now