La miro incrédula y de repente me siento mareada, me sostengo del respaldo de una silla.

Pero ¿qué he hecho?

Me llevo la mano a la frente y suelto una bocanada de aire.

—Tranquila, si no te han buscado aún es por que no le han tomado importancia al asunto, así que no te alteres —me sujeta del brazo y me regala una sonrisa— Y de todos modos si te vez en problemas puedes buscarme y yo con gusto voy donde Everett a que arregle el asunto, por cierto soy Miranda.

Ella sonríe y yo boqueo nuevamente.

—¿Nos puedes traer unas limonadas? —pide como si nada, como si no la hubiera defendido de alguien que sólo quería tranquilizarla y yo como una primate se fue directamente a los golpes.

Me doy la vuelta y camino con rapidez a la cocina donde me meto a la bodega para poder dar vueltas a mis anchas y maldecir como nunca lo hice en mi vida. Me paso las manos por el cabello y respiro profundamente para poder calmarme, no puedo creer que haya golpeado al regente sin una buena razón, aunque bueno cualquiera en mi lugar lo habría hecho ¿no?

Pero ¿cómo permitió que pensará que era un patán? ¿Porqué no aclaró las cosas? ¿Porqué no se defendió?

—Joder —me siento sobre una caja de madera— Tengo que disculparme.

Y como si fuera un rayo de luz, el recuerdo de él diciendo que le gustaría que fuera al baile llega a mi mente.

Han pasado cinco días, mañana es el baile de presentación.

¿Cómo le doy mi respuesta?

Nuevamente me pongo de pie y doy vueltas pensando como comunicarme y decido ser una adulta y presentarme ante él directamente.

(...)

Me miro en el espejo por décima vez, sin el poder del maquillaje de Siena me veo demasiado a mí misma, no como Eliana la turista, sino a la Eliana princesa.

Suspiro viendo el vestido que me he colocado, es largo y de manga larga, un tanto extravagante pero elegante.

Me miro un poco más hasta que decido que ha llegado la hora de irme, bajo las escaleras y como todos los días anteriores Simón me espera en la sala, Aaron ha estado metido en su computador y su celular, no se que tanto escribe en los reportes que le envía a la abuela.

—¿Esta segura de esto?

Miro a Simón y asiento.

—Es lo menos que puedo hacer, me siento terriblemente arrepentida.

—Tiene razón, mejor hay que irnos.

Asiento y salimos de la casa para montarnos en el coche, viajamos con la radio encendida y cuando nos acercos al castillo un nudo de nervios se asienta en mi estómago.

Los guardias que están en la entrada frente al enorme portón que protege el castillo nos pide una rápida revisión por si cargamos con armas, luego nos dejan pasar y Simón busca un lugar cerca de la puerta para estacionar.

—¿Sabes que puedes irte, verdad? —le preguntó desabrochándome el cinturón— No es necesario que esperes por mí.

—Me sentiré más cómodo si la espero, además no queremos que pase un incidente como el de la vez pasada.

La Corona de Aragón.Where stories live. Discover now