Capítulo 39

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Dedicado a ValStroconizz ❤️️

Santi

*

La formalidad solo duró unos pocos minutos. Estábamos en verano, así que el hecho de que tuviera que vestir una camisa negra y encima, un traje del mismo color solo me hacía ver ridículo, además de hacerme sentir que me quemaba en los círculos del infierno. Por suerte, a María Jesús no le molestó cuando me quedé solo con la camisa, doblando las mangas hasta por encima de los codos.

Finalmente nos trajeron la pizza a la mesa y el rostro de mi flaca se iluminó como si estuviera presenciando un milagro.

—A ver, ¿qué te gusta más, comer o besarme? —inquirí, con un poquito de malicia.

Ella frunció el ceño.

—Si fuera legal, me casaría con esta pizza ahora mismo.

—La bala directo al corazón, como siempre.

—Te lo pongo así: ¿qué te gusta más, la música o besarme? —Enarcó una ceja con diversión mientras le daba un bocado a la muzzarella, expresando sonoramente cuánto le gustaba.

Entorné los ojos y mordí mi pulgar con rapidez.

—Ese fue un contraataque verbal espectacular, flaca.

—Aprendí del mejor. —Se encogió de hombros y me sonrió—. Y si no te apresuras, terminaré comiéndome tu mitad de la pizza también. Come, Bambi, come.

Cualquiera hubiera pensado que aquello era un chiste, y las primeras veces yo me reía también. Hasta que entendí que era una advertencia legítima. La única razón por la cual compartía comida con ella era porque estaba enamorado, de resto, le temía. Compartir comida con María Jesús era aceptar el hecho de que abusaría del concepto de «mitad».

A pesar de la burbuja nostálgica en la que nos encontrábamos, la cena resultó ser todo lo contrario. Logramos hablar y reír sin parar, como teníamos tiempo sin hacer.

Cuando salimos de allí, me pidió que camináramos hasta el Obelisco, ya que estábamos a unas escasas tres cuadras. No era muy fanático de los sitios turísticos, y aquel era una mina de personas sacándose fotos que quizá ni buena calidad tenían. Por supuesto que María Jesús quiso sumarse a ese grupo de gente y me pidió que nos tomáramos una foto en aquel concurrido punto, con las luces y las pantallas iluminadas con publicidad alrededor de nosotros.

—Pensé que al irme extrañaría todo de esta ciudad. No solo las personas, sino también los sitios, la vibra, los gritos, las sonrisas, los insultos, la magia de las calles, las baldosas mal pegadas que te salpican los zapatos. Pero no es así. Hay algo que no voy a extrañar de tu ciudad, flan de coco.

Se subió a los bancos de piedra, quedando más alta que yo. Se inclinó hacia mí, rodeando mis hombros con sus brazos y contagiándome su sonrisa.

—Mientras no digas que no me vas a extrañar a mí, puedes dejar de extrañar cualquier cosa.

—La humedad —respondió—. No importa cuánto me planche el cabello, siempre luzco como Whitney Houston.

Eso me hizo reír.

—El truco es que lo luzcas con actitud.

—Gracias por admitir que mi cabello es igual al de Whitney. —Rodó los ojos, pero no estaba molesta. Lo supe porque tomó la iniciativa de besarme sin timidez, tal y como me encantaba que lo hiciera.

Contracorriente © [EN LIBRERÍAS] [Indie Gentes #1] ✓Место, где живут истории. Откройте их для себя