Capítulo 27

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Dedicado a GraceVdy por ser una de las organizadoras de la lectura conjunta y estar allí siempre❤️️

Santi

*

¿Cuánto podía demorar una mujer en salir de su casa? Íbamos a perder el avión por culpa de María Jesús.

La verdad era que bien podíamos habernos ido en tren pero no quería que para ella significara un viaje tan complicado y agotador. Ya con nuestros permisos de viaje —por fortuna ella tenía permiso para moverse por todo el territorio nacional desde que pisó Argentina—, el resto fue fácil.

Lo único difícil fue convencerla de que yo me encargaba de todos los gastos. Ella no entendía que yo no la veía incapaz de pagarlos, sin embargo sabía que a sus padres le enviaban una cantidad mensual que apenas le alcanzaba para distraerse. Según ella, había ahorrado durante los últimos meses, aun así, no quería que se gastara lo poco que tenía en un viaje para conocer a parte de mi familia.

«Parte de mi familia».

Aún se sentía extraño decirlo de esa manera.

Finalmente, la puerta de la casa de los Righieri se abrió y la observé salir casi a hurtadillas, con un bolso en su espalda y una maleta, un abrigo rojo que hacía juego con su piel, y un gorrito que solo me provocaba besarla hasta que olvidáramos que existíamos. No eran ni las seis de la mañana, así que el manto oscuro de la noche aún nos recubría y solo los faroles la iluminaban de manera tenue. Aun así, ella siempre era la mujer más preciosa de todo el planeta.

—¿Qué te tomó tanto tiempo? —inquirí, cruzándome de brazos recostado en el taxi. La sonrisa que había formado al verme de esfumó y me enseñó un pequeño ceño.

—Estaba haciendo sándwiches para el trayecto al aeropuerto —alzó una bolsa plástica y la batió.

—Qué precavida. ¿Qué edad tienes, treinta?

Me golpeó con la bolsa en la cabeza, y no pude evitar reírme ante la expresión en su cara.

—Buenas madrugadas, flaca —cogí su rostro en mis manos y la besé a pesar de que ella intentó poner resistencia y mostrarse molesta por mi comentario. La conocía lo suficiente para saber que no lo estaba—. La verdad es que muero de hambre.

—Pues comerás aire —replicó—, porque no pienso darte de mí comida.

El chofer del taxi guardó sus cosas en el maletero y ella entró al coche primero que yo como una niña pequeña malcriada. Cuando estuvimos todos dentro, pasé mi mano alrededor de su hombro y acaricié su mejilla.

Era un día importante para ambos. Yo conocería a mi hermana, al mismo que tiempo que sus padres se divorciarían.

Una familia se unía y otra se separaba.

El hecho de que ella decidiese pasar este día tan abrumador conmigo, lo significaba todo.

—¿Estás bien? —le susurré tras observarla perderse en sus pensamientos mientras sus ojos captaban tenues imágenes a través de la ventana.

—Sí —suspiró y luego me sonrió—. Ya no hay nada que pueda hacer para detener a mis padres, y dado que estoy tan lejos, no debería estar preocupada. Así que decreto que tendremos un buen día.

Quise ser optimista y creer también que lo tendríamos.



Contracorriente © [EN LIBRERÍAS] [Indie Gentes #1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora