Una tarde de sol, fue decisión general movilizarse hasta la playa. La primera oleada había temprano y había movilizado a Dani, Carlos, Irene y Helena. Sara había preferido quedarse en casa para terminar un par de cosas, sin especificar qué y pidió a Rodrigo que se quedara con ella para poder ayudarla. A todos les pareció un tanto extraño, como para no, pero comprendieron que seguramente querían ponerse al día en persona, ya que no habían tenido mayor oportunidad con anterioridad, así que, no les dieron mayor importancia y les dejaron allí. Una vez que la puerta se cerró, ella se sentó tan tranquila sobre una silla y miró a su amigo, largamente, en silencio. Rodrigo estaba complemente perdido, empezaba a asustarse, incluso, pero no dijo nada al respecto. Fue Sara quien comenzó a hablar.

— ¿Hay novedades?

— ¿Sobre qué? –Preguntó confuso, aún no entendía hacia donde iba aquella conversación.

— No lo sé, por Madrid, por ejemplo. ¿Qué tal el trabajo? –El tono dócil de la chica, aumentaba la confusión del chico.– ¿Era lo que siempre te habías imaginado?

— Bueno, supongo que no. Mi imaginación no es que sea grande, pero esperaba ser más tipo superhéroe. –Se burló él. Ella rió su tontería, quedándose en silencio, tras un rato.– Pero sabes que me va bien. ¿A qué venía la encerrona?

— Quería preguntarte algo y necesitaba estar segura de que estamos solos. 

— Ahora parece que es así. –Miró, inconscientemente, a su alrededor, como buscando cámaras o aliens que los espiaran y con media sonrisa, negó.– ¿Qué pasa?

— ¿Estás enamorado de Irene? –Sin tapujos, como siempre, claro. En el fondo, de mosquita muerta solo le queda la fachada a esta chica, de verdad.

La sorpresa apareció en el rostro de Rodrigo, que estaba más confuso aún, si es que eso era posible, porque en breves, parecía que la mandíbula se le desencajaría de la cara y acabaría en el suelo.

— ¿A qué viene eso?

— No sé, no parece que lo estés. Y como tu mejor amiga, quería conocer tu opinión. 

Remoloneó un rato antes de contestar cualquier cosa, meditando seriamente si debería ser completamente sincero o solo soltar medias verdades, como siempre que le surgía un tema tan comprometido.

— Supongo que la chispa se ha extinguido. –Comentó con un tono pasota. Desde luego, ni una cosa, ni la otra. Decidió utilizar la ironía para dejar claro que aquello estaba apagado y muerto.– Pero eso no es problema, parece ser.

— Debería serlo si estás enamorado de otra. 

Si las leyes de la física lo hubieran permitido, la mandíbula hubiera acabado en aquel preciso momento en el suelo. Realmente, aquel era el mejor momento para que eso pasara, porque si Sara quería asustar a su amigo, lo acababa de conseguir con creces. ¿Cómo se le ocurría pensar o de dónde sacaba la loca idea de que él estaba enamorado de otra? Y lo peor de todo, ¿de quién? Menuda teoría loca se habría montado en la cabeza. Y apuesto todo mi dinero a que, con casi total seguridad, acierta con su alocada teoría siendo la triste y dura realidad.

— ¿No es cierto? –La sonrisa de la chica en su rostro gritaba "te he pillado y tu expresión te ha delatado de ello".

— ¿Por qué crees que estoy enamorado de otra?

— Y apostaría a que ella también lo está. Tengo ojos. También me fijo en los detalles y, por supuesto, no soy tonta, las señales están ahí.

— Me he perdido hace un rato. ¿De qué estás hablando?

La respiración de la chica se volvió más desesperante y rodó los ojos, hasta ponerlos en blanco, cansada de la ignorancia fingida de su amigo, que no hacía más que demostrarle que estaba en lo cierto. 

Bajo vigilancia.Where stories live. Discover now