lxxvi

5.9K 470 2
                                    

JiMin pisó la vereda frente a su casa con el corazón latiendo tan fuerte como poco controlado. Sus manos sostenían la nada, agarrando a puños el aire vacío de verano. La noche estaba tibia, un vientecillo fresco ayudaba a aminorar el calor que el pobre modelo sentía. Los recuerdos de dejar ésa casa apurado, con la dirección de su primer apartamento arrugada en el mismo puño de a su derecha, le llegaban a la cabeza. Llegaban a su cabeza las súplicas de su madre, los llantos de la mujer con la que se había criado toda una vida. Cada vez que recordaba lo que veía ahora, columnas altas de una mansión blanca e imponente, falsa en lo impoluto de sus paredes, le entraban ganas de vomitar, y en ése momento tampoco era la excepción.

No sabía por qué había ido al lugar. Su mente bullía en ideas aquella última noche de agosto, el sol oculto al otro lado del mundo no hacía más que darle el temor suficiente como para regresar al vehículo colectivo detrás suyo, que esperaba paciente por su dinero.

Y así lo hizo: se sentó nuevamente en los asientos de atrás del automóvil y cerró la puerta fuertemente, casi desparramándose sobre el tapiz del lugar. El conductor suspiró, miraba con pena la silueta esbelta y cansada de JiMin a través del espejo retrovisor, pero no dijo mucho más, concentrado en darse la vuelta y regresar por la calle, al exterior del condominio lleno de enormes casas y dinero desparramado en forma de fuentes de mármol, estatuas de bronce, árboles cortados de forma ridícula, falso.

— ¿Dónde?

— Ya me conoce, el apartamento...

— Entendido, señor Park.

El conductor aceleró un poco, ya que conocía la ruta donde debería dirigirse, pero a JiMin no le importó ponerse el cinturón de seguridad o sentarse siquiera: estaba demasiado exhausto, mirando a la nada, acostado en los asientos de atrás del vehículo. Parecía un cuerpo muerto mientras pensaba en su madre y las incontables veces que habían quedado de verse para que ella, luego, le dijera que en realidad no podía 'aquella vez'. Y siempre pasaba lo mismo, nunca hablaban, JiMin cada vez se cansaba más de la mujer y de su narrativa repetitiva y sin salida. Sus manos fueron a su rostro, sacó de inmediato su teléfono móvil para ver la hora: llegaría a tiempo si el tráfico no se ponía pesado de la nada.

Tenía una manía con el tiempo: su mánager anterior le forzaba a llegar a la hora a sus sesiones de fotografía, pero de una manera que llegaba a ser obsesiva, y que molestaba al joven modelo. Terminaba llegando tarde gracias a que discutía incansablemente con el mismo, y menos mal que ya no era quien le representaba.

Y entre sus pensamientos respecto a la carrera de modelaje, recordó los primeros días de la misma, sin comer, sin tener contacto con nadie más que gente de mirada muerta. Le regalaban ropa, ropa a más no poder, le enviaban flores, le enviaban propuestas de trabajo sin parar, su cuerpo cada vez más débil porque significaba no comer nada por semanas, nada más que snacks de verduras secas y vasos de agua, moviéndose igual de muerto que ahora lo estaba en el taxi colectivo.

Se sentó en el sitio con lentitud, agarró con fuerza el cinturón de seguridad para ponérselo y seguir pensando sin tener que estar tan pendiente de su cuerpo.

La manera en que había salido de ése círculo repetitivo e insano de no comer, de posar, de mirar sin vida al lente de una cámara, el aparato acercándose a su cuerpo de una forma atemorizante... Pura fuerza de voluntad. Su mánager le decía que no debía comer ni subir de peso, pero joder, ni siquiera podía seguir viviendo si continuaba así de jodido y perseguido por su propia mente, sus pensamientos compulsivos. En ése sentido, no dudó en dejar de lado la idea de complacer al resto cuando, en primer lugar, no podía complacerse a sí mismo.

El primer paso a ello sería, bueno, comer. Y comía como nunca, comía platos llenos de ensaladas, carnes jugosas, un jajangmyeon rebosante en fideos... Algo que al principio no le hizo muy bien, pues le daba arcadas y el sentimiento de culpa, de 'qué estás haciendo, trabajas de estar muerto de hambre', se apoderaba de él como una enredadera. Y sin embargo, no desistió. Siguió comiendo, comenzó a hacer ejercicio, con tal de cortar aquellas ramas de enredadera que aprisionaban su pecho en remordimiento.

Fue en aquel entonces que, desesperado en su motivación por amor propio, descubrió la música de JeongGuk. El sólo pensar en él hizo sonreír al exhausto JiMin del asiento en el taxi colectivo, el recordar cómo sus canciones le subían el ánimo mientras corría sobre la máquina, a las doce de la noche en un gimnasio relativamente vacío. Aunque por aquel entonces no se conocieran, su cariño por el artista le había ayudado un montón.

Realmente no se esperaba que bajo la gorra hubiera un ser inseguro de sí mismo. Pero JiMin estaba ahí para ayudarle de la misma forma que JeongGuk le ayudó.

De la misma forma que su madre no lo hizo. Pero no importaba: ése asunto podría esperar, ¿no? Prefería pensar en el enorme regalo que tenía para su rapero favorito en el maletero del colectivo.

ésto es pa gozar no hay sentimiento (8)
estoy cambiando nombres de capítulos y poniéndoles adornos bonitos y consistentes a mis otras obras
x si les llega noti (lo dudo lmao) y ven q es la misma wea de siempre jaja

JEON97 𐙚 来る . GGUKMIN AU.Where stories live. Discover now