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Habían retomado el viaje a la mañana siguiente, usando ropas discretas e intentando camuflarse entre la poca gente del hostal donde se habían alojado. El Sol acariciaba gentil sus rostros cuando encendieron el automóvil de HoSeok, y cuando el mismo se subió al asiento del piloto, las nubes corrían como algodones sobre sus cabezas. Era el tercer día recorriendo Estados Unidos, de un punto a otro del enorme país, y estaban tan cansados como sus cuerpos podían permitírselo. No podían evitar bostezar, mientras la música de la radio chirriaba por la baja señal del sitio, entre los árboles y las zonas nevadas con anticipación.

Ésa zona fronteriza era la que JeongGuk conocía de toda la vida. La cercanía a la nieve, al frío y al viento gélido. Le hacía recordar a su infancia, antes de irse a Corea del Sur por un sueño tirado a dardos y apuestas suertudas. Entre las ruedas y los interminables temas de conversación entre los tres muchachos, JeongGuk no podía evitar repensar todo lo que había pasado desde que tomó aquel avión, enviándole mensajes a HoSeok y esperando verlo otra vez– cosa que no pasó en años. Era un jaleo, pero daba gusto sentir que muchas cosas ya estaban quedando atrás, que seguían con él pero de una manera diferente. Le agradaba saber que a pesar de que probablemente todo en Waterville siguiera igual, él podía llegar y sentirse cómodo una vez más en aquel pueblito escondido entre los árboles granizados y el mar congelado del norte.

JiMin parecía un ángel en su hombro, con el cabello oscuro de nuevo y las gafas de pasta en la punta de su naricita. HoSeok era un guía frente a ambos, con el cabello ondulado flotando contra el viento que entraba por su ventana abierta. Ambos parecían brillar por cuenta propia, parecían ser sus propios soles mientras hablaban en voz alta sobre lo que pasaría con el padre de JiMin y la agencia de JeongGuk. A pesar de que el modelo pareciera aún dolido y enojado, no dudaba en hablar del tema, queriendo sacarse del pecho aquella sensación incómoda y molesta. Sorbió su nariz y estiró sus brazos, los deditos de sus manos apenas saliendo de las mangas de su sudadera gris.

— Tengo ganas de leer. — hizo un puchero y luego bajó su cabeza con un suspiro dramático. La radio dejó de volverse loca para entonar una canción de Mariah Carey de forma estable. Iba como a la mitad, pero los tres presentes la reconocieron de inmediato y no dudaron de sentirse abrazados por la conocida melodía. Sería curioso escuchar nuevamente la canción en un futuro y relacionarla con ése momento, tal vez insignificante para ellos.— Y no tengo batería para escuchar un audiolibro.

— Ya llegaremos, Minnie. — susurró JeongGuk, mirando al horizonte del camino, admirando el paisaje que poco a poco se abría y comenzaba a inclinarse entre pasto, piedras y cemento viejo pero estable.— Yo le echo unas dos horas más al viaje, como mucho.

— Sí, el mapa marca una hora y media para llegar. Ya cruzamos Nueva York y todo, estamos cerca. — avisó HoSeok, subiéndole el volumen a la radio y sonriendo ampliamente. JeongGuk puso sus ojos en blanco: había olvidado lo mucho que HoSeok amaba a Mariah Carey en secreto... no tan secreto. Y no es que fuera lo peor del mundo, la mujer cantaba excelente y sus temas eran pasables, pero ¿quién pone una canción navideña en septiembre? Pasó sus manos por su rostro y se permitió mirar a la ventana mientras JiMin cantaba de fondo.

Ése pequeño detalle le hizo sonreír. Lo convertía en algo más pasable, aunque aún no le agradaba del todo.

La tarde era calma en Waterville, el cielo anaranjado con sus interminables nubes y el viento trémulo paseándose entre las casas ancianas y el pasto verde, casi congelado de no ser por la época del año. El agua ayudaba a que el hielo no invadiera el sitio, pero aún así los dientes de JiMin castañetearon cuando bajaron los tres del automóvil y fueron recibidos por la madre de JeongGuk, en la entrada de su mítica, antigua casa.

Años habían pasado, y el lugar lucía igual que cuando lo había dejado atrás, a los quince años. Ahí se había puesto el buckethat para jamás sacárselo de nuevo, incluso al otro lado del mundo, y la dulce realización de volver no había provocado más que serenidad en su mente, como si estuviera destinado a regresar a sus inicios. Era difícil volver y no pensar en todo lo que había pasado para irse, y una parte de él guardaba un miedo terrible a que lo mismo pasara nuevamente. Pero no estaba aquí para irse inmediatamente, sería completamente contraproducente. Tenía un propósito, estaba dispuesto a cumplirlo, y lo pensaba una y otra vez en su cabeza mientras los árboles dejaban caer sus hojas anaranjadas sobre la plaza frente a su casa.

Su madre lucía joven, enérgica y adorable, con aquel corte de cabello simple, y abrazó largamente a su hijo antes de darle un beso en la mejilla a él y a HoSeok. Las costumbres americanas estaban comenzando a calar sus huesos.

— Ma, él es JiMin. — presentó JeongGuk a su pareja, mirándolo con cierto temor. Veía sus manos temblar no sólo de frío, si no que también de miedo por las expectativas. Pero, ¿de qué temer? No tiene sentido seguir echándose para atrás cuando la vida se trata de seguir adelante. El más alto de los dos abrazó al modelo, el enorme cortavientos envolviendo su presencia y arropándolo en un calor inigualable. Suficiente para soportar por un rato más la intemperie.— Mi novio.

— ¡Ah, tú eres JiMin! — la mujer no paraba de sonreír, daba apretones de manos una y otra vez mientras HoSeok soltaba risitas típicas de él.— Es un gusto conocerte, muchacho. JeongGuk no para de hablar de tí, ¿eh? No le había pasado en mucho tiempo algo así, incluso a través del teléfono podía sentir la alegría que dejaba salir cada vez que hablaba de tí. Espero que te puedas sentir en casa aquí, no te guardes nada, mi niño: tú pides y yo te lo doy. Mientras sea legal, claro está. ¡Rayos, qué frío que hace! ¿Por qué no entran, niños? ¡Entren, entren! Tu padre se acostó temprano, pero no creo que se moleste si tú eres quien lo despierta, mi niño.

— Sí, ma. — murmuró JeongGuk, como queriendo guardarse los susurros de risas. Sí, definitivamente estaba en casa. En lo que tenía antes de ser echado con agresividad, sin volver ni permitir que el perdón de su madre fuera dicho a la cara. Aún recordaba el día en que lo llamó sollozando, pidiendo perdón porque se había dado cuenta de su error.

La casa seguía igual en su interior, tal vez más azulada y espaciosa, pero en esencia era la misma. El comedor y el amplio sillón de tres plazas los recibieron, acogedores. La calidez que emanaba desde la estufa era inigualable, un cosquilleo afable lograba que los dientes de JiMin dejaran de castañetear y que sus mejillas dejaran de ser tan rojizas y heladas, sus ojos dejándose llevar por el ensueño de la temperatura.

— Tu hermano llega mañana, amor– ¡Hobi, eh hijo, tengo todavía tu pendrive en el cajón del estudio! Si quieres más tarde lo vas a buscar. Primero debemos comer. ¿Tienen hambre? Yo tengo hambre, es que quería esperarlos para poder cenar.

Hogar, dulce hogar.

weooon
puse en el anuario que soy no binarie y la volá
y la gente de mi curso me escribió cositas usando la "e"
pero la wea de carta de anuario tiene q pasar antes por una profesora q corrige la ortografía
si cambian los pronombres a femenino, voy y les cago la vida entera
en otras noticias
el lunes tengo q dar prueba de física y el miércoles salgo de vacaciones wuuu
#humanistaestresade

JEON97 𐙚 来る . GGUKMIN AU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora