Historia del paraíso parte 3

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Es grande, es alto, con frutos dorados que sobresalen de las ramas negras entre las hojas verdes que parecen abanicos que intentan proteger su tesoro. Lo importante, el fruto, son pequeñas esferas cuya piel puede desprenderse al tacto. En su interior la carne que sangra en cuanto tu boca hace contacto con ella, tan jugosa que tienes que succionar el líquido carmesí que escurre de ella... dulce como ninguna e igualmente amarga, única en una sola palabra.

— ¿Así que Eva no puede mantener la distancia? — la voz armoniosa que escuchas tienen a la par veneno y amabilidad.

De entre las ramas oscuras sale la figura simple, llena de vivos colores en su piel, puedes verla arrastrarse hasta tus pies en rápidos movimientos zigzagueantes. Su lengua asoma por su hocico luego de enredarse en la pierna de Adán.

—Debí escucharte mi amigo — pronuncias con sinceridad.

En aquel atardecer, en el que intervino, solo era una serpiente y no tu creador como la primera vez.

—Debiste, has dicho bien ¿Acaso piensas condenar a Adán a tu destino? — una pregunta de la que conoce respuesta.

Tratas de caminar hasta el árbol para tirar el fruto mientras Adán contempla curioso, entonces la serpiente se libera del pie de Adán y se arrastra hasta el árbol.

—No subas, deja que sea yo quien rompa una ramita y te la ofrezca como símbolo de despedida— dice.

Con su cola quiebra una ramita que gime por la brusquedad, el fruto se desprende y lo atrapas con las manos. Tu corazón late tan fuerte que un pitido se escucha en tus oídos, con cuidado caminas hasta donde aguarda el primero.

A veces... no se necesitan... las palabras... simplemente ofreces la fruta al hombre y dueño del paraíso. Sabes que comerá porque tú se las das... como tú lo hiciste... porque te lo dio él...

Golpeas con violencia la mano de Adán cuando trata de cogerla, no eres diferente de Dios ¿Pero acaso él no te dijo que iba a ser así? después de todo fueron hechos a su imagen y semejanza.

— ¡No! — gritas con todas tus fuerzas.

Adán no lo entiende, Dios te dijo que era tu elección pero no tenías opción. Quieres que con Adán sea distinto ¿o no?, tienes miedo de quedarte sola ¡Maldita elección! ¡Maldito árbol del conocimiento!.

—Este es el árbol del conocimiento, si pruebas de él sabrás que es el bien y el mal. Entenderás que es el dolor ¡lo sentirás! Todo cambiara y no habrá retorno— explicas con sentimiento, tratando de mostrarle todas las emociones por las que pasas.

— ¿Entonces debo comerlo? — te cuestiona Adán con mucha inocencia.

—No lo sé— respondes con sinceridad —Porque ahora no puedo vivir sin querer desafiar los designios de Dios—.

—Entonces voy a comerlo— afirma Adán como un simple... ¿animal?

—No, quiero que lo pienses ¿Qué quieres tú? — interrogas con desesperación.

—Quiero complacerte porque somos los únicos—.

Ojalá no te hubiese dicho eso nunca, porque eso hiciste tú y comprendes que Dios no tenía elección, que jamás fue su intención engañarte e hizo todo igual: estaba asustado y solo, necesitaba encontrarse con alguien así que hizo a Adán y Adán estaba solo así que Dios te hizo a ti...

Historias de amor, deseo, placer y muerteWhere stories live. Discover now