Lobo

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Su voz no significaba nada, quería hablarle y decirle que la amaba pero una sola letra de su boca y sería descubierto. Así que se la tragó desde las amígdalas hasta el fondo de estómago porque eran sus gemidos, sus caricias y su movimiento el que dirían todo; no podía arriesgarse a ser descubierto cuando una pequeña tela negra era cuanto diferenciaba el gozo de la tragedia.

La vio en la cama con la suave tela cubrirle los ojos y su corazón se aceleró porque una simple sabana lo separa de fantasía, la piel fresca de los hombros impolutos resaltaba los labios rosas que era el único maquillaje que llevaba pero el perfume, parecía que se había vestido con este y llenaba la habitación de notas amaderadas con algo dulce de fondo. Era delicioso, tan parecido al de ella.

El cabello castaño caía en ondas hasta su pecho y sus manos pequeñas sostenían en el busto la sabana y ella era perfecta, única y solo para él —Yo, es la primera vez que hago algo como eso, al principio...oh, soy una tonta... debería...—

Él corrió a ella para evitar que entrara en pánico y removiera la venda de los ojos. Se aproximó y susurro con cierto temor —Shhhh—.

Mientras sus manos acariciaban su cabello sin ser invasivo para darle calma, mientras ella seguía tartamudeando sobre su vida, una vida que conocía a la perfección —Yo he tenido algunos amores, no soy alguien que busque ... no soy pervertida... mi amiga me sugirió... no sé en que pensaba—.

Podía decirle que confiara pero eligió una simple caricia con el dorso de su mano como lo había hecho antes en su día a día pero con otras intenciones, sin embargo eso era diferente, nuevo y magnifico. Ella pareció relajarse por la forma en que sus hombros bajaron o su respiración disminuyó, necesitaba tranquilizarla como lo hizo tantas veces atrás.

El pasado, ese en el que se la vivía añorando por algo que consideraba imposible. Ajeno a otras mujeres del mundo que se preguntaban una y otra vez si estaba en una relación con alguien o porque era distante.

También era distante cuando usaba otras chicas para intentar olvidarla porque aunque su mente se esforzaba por ser feliz en la parte inferior de su cabeza, aunque detrás de una puerta pequeña y desgastada estaba gritando su deseo o amor por ella.

Se mantenía fiel para ella aunque ni siquiera supiera su existencia oculta, donde lloraba en las noches por su desdicha o se convertía en el guardián de su felicidad a pesar de que eso incluyera otros hombres que la trataban como él no podía, porque tenía que admitirse: ellos eran buenos para ella.

Pero jamás podrían amarla como él lo hacía, la prueba era que estaba en se cuarto buscando el placer que otros cuerpos no le proporcionaban, bajo las reglas y condiciones que él había decidido imponerle. Dejando que sus dedos acariciaran su cuello con calma mientras sus labios besaban sus labios.

Al principio eran torpe uno u otro, pero tiernos, pacientes absorbiendo la suavidad de la piel junto al calor. La finura del tacto cuando él cogió la tela hacía bajo para que se deslizara lentamente logrando que ella detuviera la respiración un momento al sentirse desnuda. Pero era todo lo que había imaginado de su cuerpo: con formas redondas pero no pronunciadas producto de su trabajo en el ballet.

Cuando las uñas de sus dedos acariciaron sus pequeños brotes de mujer fue ella quien gimió para él, sus oídos se deleitaron con el sonido. Volvió a besarla en los labios para después dirigirse a otros labios, unos que la dejaban más vulnerable donde su lengua podía experimentar más al tiempo que ella jadeaba.

—Ahhh, esta es la primera...eres tan bueno...— los dedos de ella acariciaron su cabello de manera desinteresada.

Los fluidos, las sensaciones más la adición de sus dedos comenzaron a enloquecerla, a dominarla en un aspecto distinto del que supusiera. La amaba y solo así podía tenerla... así que se guardó sus palabras antes y después de poseerla. Se colocó la protección de un hombre y se unió a la condición de mujer de ella.

El fuego entre ellos era innegable, empujó sobre ella con todas sus fuerzas al sentir las manos de la mujer en su espalda, al escucharla gemir suplicando que continuara. Al frotar su piel con la de ella encima de su cuerpo que en ese momento le pertenecía y cerrar los ojos cuando amenazaban con humederse porque esa sería la primera y última vez que podría fingir que era un final feliz.

Él comenzó a sentir la calidez y sus paredes contraerse, lentamente ella parecía amoldarse a él así que sus manos se fueron a sus nalgas para empujarle más cerca, ella jadeó —No puedo esperar—. Suplicó con voz entrecortada.

Aumentó la velocidad pero no demasiado porque todavía tenía miedo de lastimarla y como pagó a su atención ella trató de decirle algo amable —Si fuera pecado un momento como este... valdría—

Volvió esta vez con la rapidez que ella pedía, de nuevo fue a su pecho pero esta vez para besar su piel. Los dos tenían un ritmo cuando al fin se ajustaron, era uno frenético por lo que no tardó mucho en gritar y convertir todas las terminaciones nerviosas en un cuerpo contraído por el placer muy satisfecha con lo que habían hecho. En una voluntad dominada por la excitación.

Y al ver que estaba satisfecha él sintió su realización, ese momento en que dejaba de pensar en los remordimientos mientras se concentraba para disfrutar, había sido increíble no solo como había finalizado sino como había comenzado. Ella le sonrió tan feliz como él estaba por lo que en la oscuridad de esa habitación era como si se encontraran personas alejadas hace mucho tiempo pero que se conocían tan bien que no necesitaban decirse nada porque las caricias decían todo...

Después de eso quería dormir con ella hasta el siguiente día para hacer que durara la emoción pero sabía que no era posible, luego de un rato abandonó la habitación tan silenciosamente como había entrado.

Cerró los ojos en el ascensor del hotel, tratando de aferrarse a la idea de que ahora que la había tenido podía olvidarla. Porque era cuanto podía tener, una mentira y una añoranza que durante todos esos años no había podido olvidar.

Se había ido a estudiar música lejos pero había vuelto por ella, cuando las mujeres le coqueteaban aceptaba las insinuaciones sin nada... nada en su corazón, en su mente y remotamente en sus pantalones.

La había visto crecer, mantener inocencia, bailar como ninguna otra, luchar... siempre terminaba amando cada faceta suya... una maldición de la que no podía liberarse sin saber porque.

—Yo no te amo Arlet— fue su exclamación para que se la llevara el aire más allá de las puertas de hotel que abandonaba.

Y se verían, de eso no habría duda pero ella seguiría ignorante de lo que había pasado, pero él... esperaba que cambiara para no amarla más.

Pues sí, después de como mil años volví a escribir algo ¿Aún lectores por ahí? jeje

Historias de amor, deseo, placer y muerteWhere stories live. Discover now