Capítulo 7.

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- Suena lógico para mí, dime.

- ¿Qué tienes con las uvas? ¿Obsesión o qué? - la mirada de Febo me hizo creer por un segundo que me había equivocado.

- ¿Qué de..? Oh - y comenzó a reír - Hablas de mi marca.

- ¿Tu marca?.

- Si, verás, nuestros cuerpos son exactamente iguales a los suyos, con la única diferencia de que tenemos un especie de fallo, siempre tenemos alguna característica que los demás seres humanos no poseen o no la poseen con tanta intensidad como nosotros.

- ¿Tu fallo son las uvas?.

- Mi marca es mi aroma corporal, mi aroma corporal huele a uvas, lo que en realidad nunca he entendido pero tampoco es algo a lo que le de mucha atención. Mi aroma corporal es muchísimo más intenso que el de las demás personas, y es por lo mismo que es fácil para las demás criaturas reconocerme.

- No sentí nada parecido a eso con tu familia - Él comenzó a reír, como si viera algo que yo no o como si le causara demasiada gracia el tema.

- Te he visto, claro que lo haz sentido - Al ver mi cara de confusión se explicó - Haz tocado las manos de los gemelos, Pet. Lo vi, así que no puedes no haber notado que sus temperaturas son muy diferentes entre sí y en comparación al clima.

- Bueno, creí que era algo referente al clima.

- Pues no lo es, esa es la marca de los gemelos. Adam posee manos que podrían llegar a quemarte, mientras que las de Uriah no llegarían a congelar, pero tampoco estaría muy lejos.

- Esto de las criaturas es muy extraño - Dije, analizándolo en mi cabeza. Febo asintió con su cabeza.

- Cuentame, Pet; ¿Haz desayunado hoy?.

- Bueno, tenía unos 15 minutos para eso, pero alguien llegó antes de lo esperado, así que mamá debe odiarte por hacerme dejar un café a la mitad - Febo rió. No le duró mucho.

El impacto llegó mucho más rápido de lo que hubiera creído posible, tanto así que ni siquiera llegué a protegerme. Algo frío y duro había golpeado un costado de mi cabeza haciendo que mi vista se nublara por unos segundos. Podía sentir la presión en mi cerebro, la sangre fluyendo hacia él, sentía el cerebro repleto de piedras.

Me encontraba de cabeza, sostenida en mi lugar únicamente por un cinturón de seguridad. Estaba aturdida, oía ruidos, gritos, golpes. Mi cabeza intentaba obligar a mi cuerpo a dormir, pero no podía, algo estaba mal.

Al mirar hacia mi costado supe inmediatamente cuál era el problema: el niño de tres milenios no estaba. Todos mis huesos gritaron en cuanto moví mis brazos hacia el cinturón, busqué con desesperación la traba del mismo.

Mi cuerpo cayó y me gané un segundo golpe en la cabeza, esta vez lo sentí diferente. El primer golpe había sido más seco, doloroso y me había hecho perder el conocimiento. En el segundo golpe estaba consiente, y una fuerte quemazón nació en mi nuca. Por más doloroso que me parecía, mi atención se centraba mucho más en el alien.

Giré mi cuerpo lentamente, pues me dolía todo. Coloqué mis manos a mis costados haciendo presión para poder levantarme y un grito quiso nacer de mi garganta. El choque había roto la ventanilla y mis manos estaban en este momento sobre trozos de cristal, debía tener ya unos cuantos enterrados en mis palmas puesto que mis manos se sentían húmedas y pegajosas. El aroma de la sangre comenzaba a marearme.

- ¡FEBO! - grité ya en un desesperado intento de comprobar que aún siguiera consciente.

- ¡Dame un... - un golpe interrumpió su voz, como el de dos cuerpos chocando entre sí - .. segundo!.

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