Capítulo 11.

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Segunda recomendación del día: No te diré que traigas pañuelos, pero sí trata de no llorar.

A comparación del día de ayer, el hogar de los Bennet se encontraba mucho más ruidoso, a pesar de no haberme cruzado con ninguno de ellos. Se oía el murmullo de sus voces por toda la casa. Incluso en el sótano, donde todavía debía estar el cazador.

Febo parecía saber exactamente lo que hacía, a pesar de estar temblando. Me guió hacia el segundo piso. Recuerdos tormentosos comenzaron a florecer en mi mente al ver la puerta del estudio de Paul. Pero más tormento daban las demás puertas. En un pasillo de no más de tres metros podías encontrar al menos 5 puertas de cada lado, lo que parecía indicar que las habitaciones eran demasiado pequeñas, pero yo sabía que no era así. El estudio de Paul era enorme, a pesar de tener puertas pegadas a la suya, lo que me llevaba a pensar inmediatamente en Blaire.
Era el piso de las habitaciones, al parecer. Y Febo me dejó recorrer sus puertas. Del lado izquierdo, podías hallar a "Douglas", "Despacho", "Prim", "Ad&Ur" y "Holland". Mientras que del lado derecho hallabas a "Papá y Mamá", "Blaire", un cartel vacío, "Febo" y un extrañamente grande cartel en la última habitación en la que sólo se podía observar un "Willy" en el esquinero.

Al ingresar en la puerta correcta fui recibida por (como me imaginaba) una habitación enorme. Repleta en libros y fotos. En un rincón se hallaba su cama matrimonial con un edredón de un intenso color vino.

- No sé por qué no me sorprende encontrar una cama grande en la habitación de un adolescente adinerado - Comenté.

- Me gusta dormir cruzado - Dijo, sonreí.

Comencé a explorar la habitación, admirar con más detenimiento las fotos y pinturas colgadas. En todas se veía a Febo con sus diferentes hermanos en diferentes posturas y paisajes.
Inmediatamente me sentí afortunada de estar en ese lugar puesto que Febo no debería llevar compañeros a realizar proyectos escolares a su habitación, de ser así debería remover la decoración y con ello borrar tres mil años de vestimentas y culturas.

- Estos somos Holly y yo, a mi segundo día en la tierra - Dijo, señalando el retrato de una bella mujer rubia abrazando por los hombros a un niño de no más de 10 años con blancas vestimentas antiguas. Parecía el retrato de una madre mostrando orgullosa a su hijo. - Y esta es de 1512, cuando esperaba a Jacky - La foto señalada mostraba al mismo Febo que tenía en frente, sólo que con el cabello más largo, acariciando el vientre de una Holland más redonda que la actual. - Y esta, no es necesario que la memorices, es la única imagen que encontrarás distribuida en la casa de mi hermana Prim - La famosa Prim que castigó a los gemelos tendría unos 20 años en el retrato. Se encontraba sentada en un elegante sofá rojo ocupado en su mayoría por su vestido aceituna de época. Su perfecto cabello platino estaba acomodado en rizos que caían sobre su hombro derecho y su coronilla oculta debajo de un sombrero del mismo color que el vestido, decorado con plumas de pavo real. El retrato no dejaba ver el color de sus ojos, pero su expresión facial te decía que era una dama tan hermosa como peligrosa.

- Es demasiada belleza para tenerla reservada a un sólo retrato. - Dije.

- Más de un hombre aduló su belleza, y todos ellos fueron rechazados. Primitiva fue, y aún es, una Artemisa.

- Una Artemisa - repetí, recordando el mito griego de la diosa. Prim parecía una. Se veía tan perfecta, tan imponente, tan... Poderosa, que no pude evitar sentir lástima de todos aquellos hombres que creyeron tener una oportunidad con una criatura así.  - ¿Primitiva?

- ¿Por qué crees que le decimos Prim?

- Es un nombre peculiar. - Comenté, siguiendo con la mirada el resto de los cuadros. Febo se alejó de mí un poco, también examinando sus retratos.

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