Ella

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Una hora, un calmante y tres vasos de agua más tarde, Caleb logró estabilizar los ánimos desanimados de su madre que apenas podía respirar sin soltar lágrimas de la nada. Debía mantenerla distraída y no tuvo mejor idea que hacerla contactar a los más allegados de Alexa. Claro, eso lo podría haber hecho él mismo pero le pareció una buena manera de distraer la mente de su madre en tanto se las ingeniaba para hablar nuevamente con el doctor Stein. 

Margaret, entre tanto, había estado llamando a las nuevas oficinas en las que iba a presentarse su hija y a las que lamentablemente no iba a llegar. También se le ocurrió llamar a Jayden, incluso sabiendo que lo primero que diría Alexa sería que no quiere ni verlo. Sin embargo, ella sabsabía cuánto él se preocupaba por su hija, y dado que Tarya ya estaba en camino, no le quedaba nadie más a quién contactar. Por un instante, una milésima de segundo, sintió la necesidad de marcar el número de su esposo. La necesidad de su cálida y tranquilizadora sonrisa, que incluso a sabiendas de que un huracán se avecinaba la hacía sentir que todo estaría bien. Tantos años de matrimonio y tan poco tiempo sin poder decirse todo lo que tenían por decir. Siempre se lamentaba eso, el no haber podido despedirse. El no haber estado allí, sosteniendo su mano y diciéndole que lo amaba pese a todas las discusiones sin sentido, pese al poco tiempo compartido, pese a las dificultades para encontrarse año tras año. Que a pesar de todo eso, lo amaría por siempre.

Nuevamente las lágrimas amenazaron con salir; el ardor en su nariz al respirar y la picazón en sus ojos lo hicieron evidente, así que tomó una bocanada de aire e intentó tranquilizarse. Ya nada se podía hacer, aquello estaba en el pasado y debía concentrar sus energías en su hija. Claro, si es que le quedaba alguna luego de tanto llorar.

—¿Mamá?

La voz de su hijo la sobresaltó. Hbabía estado tan ensimismada en sus pensamientos que no notó la presencia, o mejor dicho falta de ésta, de su hijo. Caleb se había ausentado por unos minutos para ir a una cafetería y regresar con un té para ella, el cual casi derrama del susto que se dio.

—Gracias— dijo mientras lo tomaba, y sintió como una corriente de calor le recorrió el cuerpo entero. Desde la punta de los dedos hasta la de los pies.

—Te ves... cansada— comentó su hijo sentándose a su lado mientras ponía su abrigo sobre sus hombros. Ella suspiró y le regaló una triste y tenue sonrisa, sólo vista una otra vez en su vida.

—Estoy preocupada. Eso es todo. Además, mis ojos comienzan a dolerme un poco.

—No...— Caleb se detuvo. No podía decirle que no se preocupara, que todo iba a mejorar, porque le mentiría. Sin embargo, en esas situaciones, uno siempre se encuentra entre lla espada y la pared. Entre el optimismo que nos ofrece la esperanzadora fantasía y la negatividad brindada por la absorbente realidad. A veces, deseaba poder encontrar un punto medio, donde se pudiera ser realista sin perder las esperanzas. Así y todo, decidió ir por la espada.

—Intenta no preocuparte. No es la mejor de las situaciones pero... pero Alexa es fuerte. Y ahora, necesita que también nosotros lo seamos. Tenemos que apoyarla, para que salga adelante.

—¿Y si no sale? ¿Y si nunca despierta?— Margaret miraba un punto fijo en el suelo, concentrándose en el agrietado piso de cerámica para no llorar.

—¿Y si en vez de eso, debo venir todos los días por el resto de mi vida, viendo como mi bebé se hunde en un pozo sin fondo del que no la puedo sacar, consumiéndose día tras día? Sabiendo que sólo puedo mirar como se va sin poder despedirme. No... no podría— en vaso de té había colapsado bajo la presión de las manos de Margaret, que seguía observando hasta el más mínimo detalle de la grieta en el suelo y no se percataba del té chorreando por sus manos, ni las quemaduras que le dejaría.

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⏰ Last updated: May 08, 2020 ⏰

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Sueño IndefinidoWhere stories live. Discover now