𝔱𝔴𝔬

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━━━━━━━━━━━━CAPÍTULO DOSTHE HUNTER━━━━━━━━━━━━

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CAPÍTULO DOS
THE HUNTER
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1715

ARRANCABA LAS PEQUEÑAS plumas sin resentimiento alguno, era su forma de sobrevivir y su trabajo también. Estaba pensante y miraba la nada, como si estuviera ida.

— Tranquila pequeña, ya está muerto. — Habló con gracia la mujer mayor encargada de la cocina.

Aida sonrió un poco para posteriormente agachar la cabeza penosa.

Ella hermosa, con un cuerpo escultural y raro en aquella época, su cabello resaltaba entre todos los demás... ¿Entonces... por qué se odiaba tanto a si misma?

No podía verse en un espejo sin sentir asco a su persona, maldecía cada parte de su personalidad, quería más, necesitaba más.

Detestaba el agachar la cabeza de forma sumisa ante todos y para todo, su voz no salía frente a los demás como lo hacía con sus amigos de confianza, era tan insegura bajo ese regimen impuesto por la sociedad donde el hombre era el gran merecedor y la mujer solo un objeto de compañía y placer.

Cada vez que pensaba en su futuro quería largarse a llorar, estaba consiente que llegada cierta edad se comprometería con Edward, al que veía simplemente como un amigo y tendría que vivir bajo su sombra mientras paria los hijos que el quisiera para simplemente estar atendiéndolos a ellos y al pelinegro.

Lo quería, pero no de la forma que el a ella, no veía un futuro con el. Era igual a la gente de su pueblo con una mente muy cerrada, aunque dijera todo lo contrario y le juraba que él la trataría como una persona y no como un objeto sabía que en el fondo el era un macho que anhelaba una familia tradicional.

Todo lo contrario a sus planes.

No quería, no podía. Ella no era así, es un espíritu rebelde en busca de libertad de vivir sus propias experiencias, tener historias para contarle a sus nietos si deseados que tendría muchos años después, no ahora.

Cada que pensaba sobre el tema se enojaba aún más quitando con furia y sin cuidado las plumas de la gallina casi muerta que con las pocas fuerzas que le quedaban soltaba aullidos de dolor. Pero poco o nada le importaba a la pelirroja de hecho cuando comenzó a darle vueltas al asunto y que comenzó a molestarse con ese mismo enojo y fuerza accidentalmente estuvo por matar al pájaro ahora sin la mayoría de sus plumas.

Seguiría con su trabajo de no ser porque dejó de escuchar alboroto en la cocina.

Levantó la vista y observó cómo las ayudantes de cocina se ponían en fila mientras bajan la cabeza, solo podía significar algo, la señora de la casa estaba entrado. Así que rápidamente dejó a la gallina sin cuidado sobre la mesa y sacudirse las manos levemente se emparejó con las demás pueblerinas a recibir a Olga, la madre del juez del estado de Maine.

𝘒𝘐𝘓𝘓𝘌𝘙𝘚 ; itWhere stories live. Discover now