Entonces suspéndelas— concretó—. Esto es muy importante. Creo que podemos saber de quién es el asesino.

Su información me dejó estática por algunos segundos y, como consecuencia al silencio que formé, Liam elevó la mirada de su tableta para ver qué pasaba.

—¿Eh?— cuestioné sin creerlo.

Gracias a esa noticia la tensión de mi cuerpo pareció marcharse y un calor -un poco- agradable se extendió en mí.

Creo que podemos saber quién es el asesino— repitió con mayor lentitud en voz baja.

Me levanté de mi asiento ante la discreta mirada del castaño y, cuando me sentí a una distancia prudente, regresé a la llamada.

—¿Cómo?— hablé con un hilo de voz.

Es que yo estoy ocupada y Johann está estudiando...

—Pero ¿cómo vamos a saber quién es el...— recordé a mi compañero y detuve mi pregunta a la mitad.

Según tu descripción era un guante blanco, simple y sin uñas— se mantuvo callada por unos segundos y mi ansiedad incrementó—. El único disfraz que tiene ese guante de forma removible es el del conejo, que es la mascota del internado, solo acá venderían uno así...

Realmente estábamos cerca y eso no tenía nada que ver con ninguno de mis libros.

—¿Y tengo que ir sola?

¿Y si el asesino nos descubría y me asesinaba?

Es lo que te decía. Yo tengo una cena importante con mis suegros y Johann está en tutorías.

—Yo también— repetí la información—. ¿No podemos ir cuando vuelvas?

La cena es en Argentina— murmuró.

—El parcial de matemática es en tres días...— informé.

Por favor— insistió—. Vas a estar mucho más tranquila sabiendo quién es y no tendrás que soportarme detrás de ti nunca jamás.

Esa era una oferta un poco tentadora.

—Veo.

—¡Genial! ¡Gracias!— sonaba aliviada—. Diles que vas de mi parte y, si dudan, diles la palabra "jabón".

Fruncí el ceño.

—¿Jabón?

— suspiró—. Me tengo que ir.

Y cortó.

Guardé el celular en mi bolsillo y regresé al sofá con la vista fija en Liam. El castaño elevó la mirada de su tableta hacia mí, como si me hubiera sentido. Guió su mano a un lado y luego llevó el vaso a su boca.

No apartó en ningún momento sus ojos de mí.

—¿Qué tomás?— pregunté tras sentarme frente a él.

MelifluaWhere stories live. Discover now