5. Me muero por conocerte

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Capítulo 5
Me muero por conocerte

La música sonaba por todo el pequeño departamento, La Sonora Santanera era su única compañía mientras realizaba sus pequeñas tareas del hogar, su señora interna le obligaba a chingar a sus vecinos con su ruido y canto perfectamente alto. Miguel limpiaba al compás de la cumbia, completamente feliz por sus nuevos días.

Y es que su nueva amistad con el chico de ojos preciosos, alias Hiro, le brindaba calor y diversión a su nueva vida en San Fransokyo.

Después de pasar una excelente tarde con Hiro, llena de risas y momentos cagados, ambos decidieron volver a verse (más bien Miguel fue quien lo decidió); en pequeñas salidas a lugares turísticos, al parque o simplemente se quedaban platicando en el descanso de Miguel en su trabajo en el bar. Y en cada ocasión sus hormonas enamoradas se alborotaban cada vez que se veían sonreír o carcajear. Era una lastima que siempre prefieren ignorar al gigantesco elefante en la habitación e intentar convencerse de que no era nada.

Entre más se veían,  Miguel más se encaprichaba con su nuevo amigo; le parecía encantador ver como se tornaban rosadas sus pálidas mejillas, le gustaba escucharlo hablar de cosas que no entiende y le fascinaba contar las pecas que adornan graciosamente la cara de su nipón.

Así que, valía verga dejar en claro ciertos comportamientos. Por el momento solo quería seguir disfrutando de su compañía, y los miles de memes y stickers que intercambian por chat.

La música tropical seguía sonando de la pequeña bocina, sus caderas se movían grácilmente con el compás de las trompetas, y es que este nuevo ritmo ya todos lo saben, incluyendo la llamada entrante de su celular que interrumpió su danzón.

Miguel dejó su trapeador y canto aun lado para poder contestar—: ¿Hola?

Wey, ¿por qué chingados no lees los mensajes?—contestó del otro lado una voz particularmente familiar, haciendo que la dicha se agrandará en su pecho.

—Marco, cariño. Milagro que me hablas—asentó al aparato nuevamente en la mesa y activó el altavoz para seguir trapeando..

—Tú eres el puto que no se digna en llamar, Miguel. No sé que cuando estás en tu casa o trabajando o en clase—recriminó Marco—. Pero bueno, te la paso porque estas pendejo.

—Ay, gracias, amigo.

Entonces, ¿qué cuenta la vida en la ciudad mamalona? ¿ya te crees muy de por allá?— casi podía ver a su amigo rodar los ojos con fastidio, haciéndolo reír ante la imagen tierna que creaba su mente.

El músico se olvidó de su quehacer, aventó su trapeador y se sentó despreocupadamente en su litera para dejarse meter en la nueva conversación.

Y es que tanto Miguel como Marco se extrañaban con locura la presencia del otro en sus vidas, extrañaban esos momentos de tranquila; Miguel practicando y Marco recargado en su espalda dibujando. Ahora, tenían que conformarse con videollamadas y simples llamadas al celular.

Con diversión y una pizca de melancolía en sus palabras fue cómo se pusieron al día en la vida de otro. Fue Marco quien aportó más; quejándose todo el tiempo de su profesor de arte corporal, o le hablababa de las visitas constantes a museos, incluso le contó con entusiasmo que una de sus obras iba ser expuesta en Bellas Artes por una temporada. Miguel solo se limitaba a escuchar y a sentirse orgulloso de su amigo, Marco se ha esforzado para superarse que no pudo evitar sentirse melancólico al no poder estar a su lado para festejar juntos sus logros.

En serio que no me la creía, Miguel. El profe solo se me acercó de la nada a decirme que a varios maestros y críticos de fuera les gustan mis obras—la emoción era latente en Marco, casi parecía que iba a chillar de alegría—. Vato, te juro que casi me oriné encima cuando me lo dijeron.

Chiquitita || Higuel (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now