Capítulo ocho

196 12 34
                                    

Tanit

La música resuena a todo volumen en el departamento y muevo el culo guiándome por la emoción en vez de conocimientos de baile, incluso agito los hombros enérgica. Es temprano, pero no me importa.

El sudor que cae por mi frente llega hasta mi cuello porque en verdad parece que estoy haciendo ejercicio.

Canto a gritos y comienzo a dar vueltas cuando sé que la canción está por acabar, es cuando choco con la escoba y artículos de limpieza que abandoné ahí hace un rato. Puse música porque tenía intenciones de limpiar pero parece que me he distraído.

Poco a poco he conseguido enterrar los malos sentimientos entre tantas cosas positivas que han estado sucediendo; el desfile, la próxima visita de mis hermanos, Knight.

Porque sí, mis dos hermanos vendrán. Alexander me dejó un mensaje en la madrugada donde confirmó que su vuelo estaba comprado. Le llamé pero juzgando por la diferencia horaria, debe estar durmiendo. Eso no me impidió dejarle un mensaje de voz muy entusiasta donde estuve a punto de llorar por lo feliz que me hizo.

Mi cuerpo sabe que hoy será un día productivo así que desperté una hora antes de que sonara mi alarma y cuando me levanté sentía que tenía la energía de alguien que descansó más de diez horas.

Dreno un poco de energía en la limpieza de mi sala y, una vez luce impoluta, me abro paso a la cocina para preparar el desayuno. Me tomo todo el tiempo del mundo y se nota, porque al sentarme hay un plato de huevos con tocino, una taza de café y un batido de frutas con avena.

Pruebo bocado y cierro los ojos ante el sabor de una de las tiras de tocino fritas. Sí, hoy tomé la decisión de ignorar la dieta porque una parte de mi sabe que lo merezco y también porque se me dio la gana.

Saco mi celular y reviso mis mensajes hasta que me encuentro con uno en particular que consigue hacerme sonreír.

No lo pienso dos veces y llamo.

Pongo el altavoz y continúo desayunando, los tonos de llamada suenan una y otra vez hasta que se escucha como contestan.

La cálida y alegre voz de mi madre se escucha a través del teléfono y me hace reír cuando pregunta si ya llevo rato despierta. Parlotea sobre los chismes nuevos y algunos viejos hasta que de momento se frena.

No pregunto qué sucede porque se me adelanta. Expresa lo emocionada que está por mí y cómo ya tuvo su momento de llanto en una llamada con papá. No es de mi preferencia escuchar lo que sucede en la relación de mis padres, pero es cálido para mi corazón que me platique cuando hablan de mí.

Dice que ya lloró, pero no está gritando y habla lento. Pero cuando expresa sus deseos por verme algún día modelando, me entran unas ganas inmensas de llorar. No solo por lo mucho que la extraño y quiero que me vea haciendo lo que siempre deseé, si no porque reconozco el origen de su sentimentalismo y me aprieta el alma.

Al llegar el fin de semana, por primera vez, va a quedarse sola en la casa. Papá está a semanas de culminar las grabaciones de Sin color y no volverá hasta entonces, por lo que sentirá más el cambio. Sufrió cada partida, pero esta se debe sentir como la mierda.

No toco el tema porque sé que no tengo las palabras para consolarla y si comienzo, terminaremos llorando las dos.

Por eso, la distraigo tocando el tema de la boda de Dimitri. Funciona de fábula porque comienza a alzar la voz mientras me bombardea con preguntas y respondo algunas que no tienen relevancia, pero le doy vueltas cuando me pide que haga mi mayor esfuerzo por asistir.

No menciono porqué he estado muy unida con Dimitri últimamente, pero sé que mi madre presiente que algo no está bien ya que dice te amo más de cinco veces antes de colgar.

Una oportunidad másWhere stories live. Discover now