Capítulo dos

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Tanit

Abro los ojos lentamente antes de volverlos a cerrar por la cantidad de luz que se cuela del exterior. Me pongo boca abajo y suelto un gruñido cargado de frustración. La cabeza me duele y tengo unas ganas de vomitar terribles, y para mi mala suerte, estoy casi segura de que no tengo aspirinas.

Es ahora que me arrepiento de haber bebido tanto, porque ayer los cocteles y shots me pasaban como si se tratase de agua. Tenía ganas de pasármela bien y lo hice, pero hoy solo puedo pensar en lo mal que me siento y que debo recoger todo el cagadero de la fiesta.

Mi celular comienza a sonar con fuerza desde algún lugar de mi habitación y no hago el mínimo intento por ir a buscarlo para atender. No se me da la gana, menos cuando pienso en la posibilidad de que pueda tratarse de mi madre. Lo último que quiero es recibir un sermón a gritos de su parte.

Me excusaré con que salí al supermercado, sin importar quien esté llamando.

Vuelve a sonar y es cuando decido levantarme de la cama. ¿Cuál es la maldita necesidad de llamar tantas veces? Apenas van dos, pero no dudo que suceda una tercera. No pienso contestar, ya dije que inventaré que estuve haciendo mi mandado.

Salgo de mi habitación dando un portazo, como si eso consiguiera silenciar la llamada. Me froto las sienes con ímpetu para apaciguar el dolor de cabeza y también me tallo los ojos para activarme; no funciona, pero un intento es lo único que puedo hacer.

Analizo todo a mi alrededor y noto que no hay tanto tiradero. Vasos, botellas y latas por aquí y allá. Sería sencillo si mi obsesión por encargarme de toda la limpieza no me dictara que también debo limpiar los pisos para asegurarme que todo quede perfecto. Razón por la cual no puedo contratar a alguien para que lo haga; sé que nadie lo va a hacer exactamente como quiero y eso me frustra.

Continúo caminando y doy un vistazo a la cocina, también debo limpiarla, pero ahora solo quiero un café. Coloco lo necesario dentro de la cafetera para que esta pueda funcionar y la enciendo. Espero que la cafeína y sudar me ayuden con esta maldita resaca, que siento que ya no puedo más.

Antes de ir por los artículos de limpieza, me desvío hacia el baño. Necesito deshacerme de todo ese líquido que ingerí ayer, así que una vez he conseguido hacer mis necesidades, me lavo las manos y miro mi reflejo en el espejo. Mi cabello está desordenado, mis labios aún tienen un poco de color del labial que usé y claro, el inferior está hinchado.

Eso te pasa por decir que no sueles tener resaca —susurro con frustración. El karma me ha dado una patada en el culo por abrir la boca para fanfarronear.

La ropa que traigo puesta me recuerda que lo sucedido ayer no es producto de mi imaginación. El reencuentro con Knight fue cardiaco para mí, incluso se me fue el aire cuando me di cuenta lo tenía enfrente. Cuando nos miramos sentí que me temblaron las piernas y por un momento pensé que iba a suceder algo más.

La intensidad que le caracteriza sigue ahí, aportando a la tensión y química que hay entre nosotros. Sus increíbles y profundos ojos azules, su mandíbula marcada, el cabello dorado y un poco largo. Refrescó mi memoria y actualizó su imagen en mi mente, aunque me pregunto cómo es que nunca conseguí ver el tierno hoyuelo que tiene en la mejilla derecha.

Hubo muchos cambios en su actitud, eso si que lo noté. Bromeó pero nunca pareció estar desinhibido, sus movimientos eran cuidadosos y parecía pensar mucho las cosas, nada como el Knight que yo recuerdo.

Solo espero que no haya notado que estuve intentando actuar con naturalidad. No me sentía insegura o incómoda estando a solas con él, pero no puedo fingir que nada ha sucedido. A veces el recuerdo me atormenta y me lastima de nuevo. Ojalá hubiera sabido.

Una oportunidad másWhere stories live. Discover now