CAPÍTULO TREINTA Y SIETE.

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Se sentía aturdido, sus instintos le decían que entrara en la habitación, quería sentir a Dante cerca, ver su rostro, sentir su piel, necesitaba hacerlo, pero, por otro lado, tampoco quería que su necesidad de estar con él le pudiese provocar algún daño.

— ¿Quién está allá adentro?

— Cedric se está haciendo cargo.

Se dejó caer a unos metros de la puerta, golpeó su cabeza un par de veces contra la pared, sabía que Cedric era uno de los médicos más capaces que conocía, pero la muerte no se rendía incluso ante eso.

— Dakota, vas a lastimarte.

Limpió su rostro con sus manos, podía sentir el sudor bajando por su cuello, Blake se sentó a un lado suyo sin decir nada, lo apreciaba, no quería que dijera nada pues no iba a obtener respuesta alguna de él, no quería hablar, quería a Dante.

Se giró cuando uno de los hombres de Guadalupe se paró cerca del pasillo, la mujer se acercó a él.

— Me aseguré de que atendieran a Esteban, hay muchos de mis hombres aquí.

Miró hacia arriba, le habían limpiado la cara, ya n tenía tanta sangre, pero aún podía ver los golpes que Álvaro le había dejado.

— Hay hombres rodeando el lugar también, se quedarán cubriendo hasta que salgan de aquí.

— ¿Te irás?

— No es mi estilo dejar cabos sueltos, Dakota, pero esta vez dejaré pasar lo de Álvaro. Olvidemos que nos vimos alguna vez.

Asintió, al final de cuentas era lo mejor.

— Cuida de Dante y hazlo feliz, y Dios quiera que Abraham los deje ser felices, el chico lo merece.

Dijo antes de darse la vuelta, uno de sus hombres la tomó del brazo y la ayudó a salir del hospital.

Podía ver a Blake prestando especial atención a ello, pero no dijo nada.

— ¿Te has atendido ya? —cuestionó, viendo a Andrew.

— Yo estoy bien —susurró, podía ver la forma en la que se comportaba.

Había vivido muchas cosas con los tres hombres, Andrew había atendido a muchos soldados heridos de gravedad, otros tantos habían muerto en sus brazos y sabía el trauma que sufría en silencio todos los días, había estado ahí cuando permanecía toda la noche despierto porque los fantasmas de la guerra lo atormentaban incluso en sus sueños, incluso más que a ellos. Sabía que se sentía culpable por lo ocurrido con Dante y quizás tardaría mucho en aceptar que él no había hecho nada malo, al contrario, estaba cien por ciento seguro de que había hecho de todo por mantener a salvo a Dante.

La puerta se abrió, se puso de pie rápidamente, podía ver la ropa quirúrgica ce Cedric llena de sangre, el cubre bocas estaba en su cuello, había sudor en su frente.

— ¿Está bien? —cuestionó.

Cedric lo miró, habían pasado años desde la última vez que ambos se habían visto.

— Hice un par de trasfusiones de sangre, había pedido mucho, retiré la bala, pero está débil —negó—. Si pasa la noche, puedo asegurar que va a salir de esta.

Sintió como si le hubiesen dado un golpe bajo, las ganas de vomitar subieron por su estómago, su cabeza dolía cada vez más, apretó su cien con sus manos y golpeó la hilera de sillas, ladeándolas de la base que las detenía de la pared. Estaba molesto, sentía ganas de golpear a alguien, sentía ganas de ir a buscar a Álvaro y matarlo con sus propias manos, dio un grito ahogado, tratando de liberar el coraje y el miedo que sentía. Sí, sentía miedo, no quería perder a Dante como había pedido a Carlos, había estado en el limbo después de su muerte porque algo se había roto dentro suyo cuando fue asesinado y cuando Dante había llegado a su vida, el chico le había regresado un poco de todo lo que murió con él aquel día. Si perdía a Dante, ya no sabría qué sería de sí, ya no sabría en qué dirección llevaría su vida, si es que iba a tener vida después de verlo partir.

— Esperaré a que lo pase a piso para darte la aprobación para verlo —dijo Cedric—. Por lo pronto sígueme.

— No voy a irme de aquí.

— Blake se quedará cuidando al chico, Riley viene para acá, puedes estar tranquilo.

— Jamás voy a estar tranquilo en este lugar.

Cedric suspiró.

— Sólo iremos a la habitación que está en la entrada del pasillo, podrás ver quién pasa.

Se adelantó, no sabía qué era lo que el hombre quería, pero sabía que no iba a detenerse hasta que hiciera lo que le pedía. Entró en la habitación, había una camilla y repisas con medicinas y cosas médicas.

— Recuéstate en la camilla —ordenó el médico.

Lo hizo, a regañadientes, aunque de forma que pudiese ver por el cristal que permitía ver hacia el pasillo.

Cedric levantó su playera, confiaba en él a pesar de no verlo durante tanto tiempo. El médico vio el vendaje en la parte baja de su abdomen, desabrochó su pantalón, a pesar de que ya había pasado tiempo de ello, la herida parecía ser insistente, vio una pequeña gota de sangre, no le importaba, no iba a morirse.

— Jamás he entendido por qué los soldados creen que son inmortales.

Dijo el médico mientras comenzaba a limpiar la herida, estaba expuesto, pero no le importaba, siseó cuando sintió el alcohol en su piel.

— Aunque la herida sea mínima, puede infectarse, ¿Quién retiró la bala?

— Yo la quité.

Cedric lo miró con reproche.

Dudo que le herida fuese profunda, de lo contrario ni si quiera podrías caminar. Cuando terminó, lo ayudó a ponerse de pie.

— ¿Irás a revisar a Esteban?

— Iré ahora mismo, aunque Jules se hizo cargo.

Asintió, salió de la habitación.

Esperó afuera del quirófano hasta que un par de enfermeros salieron empujando la camilla donde se encontraba Dante, tragó, el chico se veía extremadamente pálido, el verlo en la camilla con la bata y con el suero saliendo por su brazo, hizo que se lo rompiera el corazón en mil pedazos, caminó justo detrás hasta que los enfermeros entraron a una habitación, vio a Cedric dentro y supo que Esteban también estaría ahí.

A pesar de que insistió en entrar, los hombres no lo dejaron. Blake y Riley los alcanzaron en el pasillo, Juan ya esperaba en este, el traje del hombre estaba lleno de sangre, el cuello de su camisa blanca también tenía manchas de esta, lo vio quitarse el saco y lanzarlo a un bote de basura cercano, parecía nervioso y a la vez preocupado. Su rostro aún lleno de golpes y moretones.

— ¿Está James adentro?

Juan asintió.

— Está con Esteban.

— Iré a conseguirles algo de ropa limpia —comenzó Riley—. Tienen que cambiarse o van a darse cuenta todos aquí.

Riley tenía razón, incluso esperaba que consiguiera algo de comida para Andrew, aunque sabía que no iba a aceptarla, su amigo no había dicho nada, se había mantenido sumido en sus pensamientos.

Vio a Blake sentarte a un lado de Juan. Él realmente no sabía qué pasaría después, no sabía adónde irían o qué harían para salir del lugar. Lo único que sabía era que quería salir del hospital con Dante vivo, de lo contrario bien podría quedarse ahí.

Cedric salió.

— Esteban está bien, tiene muchos golpes, pero Jules retiró la bala de su pierna.

— ¿Está bien?

— Está hinchada y va a dolerle por algunos días, pero todo está bien. Aunque va a retroceder en su condición pasada, igual no es nada que no vaya a mejorar.

— ¿Y Dante?

El médico lo miró, sus manos dentro de los pantalones negros de carga iguales a los de Blake.

— Tenemos que esperar a ver qué pasa de aquí a mañana, si pasa la noche, entonces te puedo dar más esperanzas.

Mi salvación.Where stories live. Discover now