Quien sea que tuviera
sus manos en mi cabeza,
lo hacía con un desprecio
que a los once no se entiende.Había un hombre,
aquel presente en la vida de todos,
aquel que dio fuerza
con una gota pura,
que no me dio nada
y me dejó hundir en presencia
de los adultos.A los once, no se entiende,
ni qué es, o por qué existe la fe,
a las diez de la noche,
a las siete de la mañana,
o cuando se llora en la almohada.El asco de tener gente
tan cerca de mis pensamientos,
moldeando mi cerebro a su gusto,
haciéndome agradecerles por algo
que hoy odio con mi vida.Como si al salir de la cama,
mi cabeza solo pensara
como alguien más.Y no como quien debí ser.
Siento la ausencia
de quien nadie conoce,
de quienes me jalan como mula,
de las risas que hay gratis
de lunes a viernes.Porque no reconozco quién soy.
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Degradados
Non-FictionPequeños dolores en medio de un diario lleno de poemas, delirios, dolores y más cosas personales. Lo que ocurre cuando a un hijo no se le da atención en medio de una constante guerra silenciosa con la vida.