03- Mi especialidad

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Es la mañana del sábado cuando Matteo aparece corriendo en la sala mientras veo la televisión

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Es la mañana del sábado cuando Matteo aparece corriendo en la sala mientras veo la televisión.

—Voy a salir esta noche —anuncia.

Él no me pide permisos, pero las reglas de la casa incluyen que siempre sabemos dónde se encuentra el resto de los integrantes.

—¿A dónde?

—Una fiesta en casa de Jason, puedes venir si quieres. Creo que los chicos planean pedir permiso también —comenta como una posibilidad, aunque es obvio que ya lo hablaron porque mis hermanos más pequeños no suelen salir a fiestas si no es conmigo o Matteo.

Asiento, pero lo señalo con mi dedo de forma inquisidora.

—Okay, tal vez vaya, pero me ayudas con los chicos.

—Yo de Dante y tú de Liv —se apresura a decir.

Eso me deja la parte más difícil a mí, pero acepto porque de todos modos Matteo no es muy atento, la primer chica que se le cruza por delante y olvida por completo que está cuidando a sus hermanos.

Dante nunca causa problemas, él es demasiado tranquilo. En cambio, Olivia es... no sabría cómo describirla.

Emma hace su aparición majestuosa de todas las mañanas en la sala, todavía está en pijama y de todas formas luce bonita.

Matteo la escanea indiscretamente sin perder detalle de su apariencia.

—Buenos días, princesa.

Ella se ríe obligándome a sonreír a mí también.

—Buenos días Matt, ya te dije que no me mires de esa forma, eres como mi hermanito, te vi cagarte encima aquella vez qué comiste dos kilos de mangos.

Matteo lanza una sonora carcajada que yo acompaño con una pequeña risa.

Ese día fue algo épico, había caca por absolutamente toda la casa.

—Y además mi corazón ya tiene dueño —completa lanzándome un beso.

—Deja de utilizarme para deshacerte de otros chicos —reclamo y ella solo se ríe.

Matteo parece molesto por algún motivo que no dudo sea muy tonto.

—No es justo, siempre consigues las mejores chicas.

Arrugo mi frente mirándolo incrédulo y confundido.

—Eso no es cierto.

Él se ríe de mi reacción y asiente con toda la arrogancia que carga en las venas.

—Tienes razón, soy el más lindo de los tres.

—Qué modesto... —se burla Emma.

—Decir la verdad no es un pecado, Rubia, mentir sí lo es.

Tontas promesasWhere stories live. Discover now