·catorce·

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-          Pensé que me habías dejado plantado – se carcajeó nervioso, seguro que tenía miedo de ser rechazado.

Le miré cuando recuperé el aire; al final tuve que correr unas diez manzanas para no llegar tarde.

-          Lo siento, no vi el mensaje hasta que salí del trabajo – me excusé cansada.

Por su parte sólo sonrió, a veces no hacen falta las palabras.

-          ¿Qué haremos?

-          Lo que tú quieras – dijo simple - ¿Has visitado la ciudad?

-          Algo… - me sonrojé.

¿¡Qué cojones?! ¿¡Desde cuándo me pongo colorado sin motivo?! Realmente esta ciudad me está cambiando. Me mostró sus blancos dientes.

-          Pues vamos – me ofreció el brazo como un caballero, el cual, rodando los ojos, acepté.

***

-          ¿En serio no te gusta el café? – preguntó riendo mientras esperábamos nuestro turno en la cola.

Bufé y puse una mueca de asco.

-          No, es más, lo detesto – confesé – Si me lo acercas, vomito por el olor.

Él seguía riéndose, llevaba todo el camino así, como si lo que le hiciera gracia era yo, y me molestaba un poco si era así.

-          Dios, me estoy dando cuenta que somos iguales – sonrió al fin dulce limpiándose algunas lágrimas.

Y, por primera vez en todo el trayecto, me contagió esa sonrisa sincera y me lo quedé mirando atontada.

-          ¿Tengo algo en la cara?

Negué con la cabeza para volver a la realidad y su risa volvió a inundar el bar, mientras Mike se ganaba miradas de odio por los que estaban sentados.

-          No. ¿Por qué ríes tanto? – fruncí el ceño.

Se encogió de hombros.

-          Ni yo lo sé, pero creo que tengo la risa floja o tú eres muy graciosa.

-          Pues será la primera opción porque yo de graciosa lo que Jared Leto de calvo.

Y sus carcajadas fueron más fuertes aún, por eso lo golpeé en el brazo para que se comportara.

-          Lo siento – dijo con algo de vergüenza – En serio, Fiona, hacía mucho que no me divertía tanto con una chica.

La sangre se me acumuló en las mejillas. ¿Lo decía en serio o esto era su cuento mágico para llevárselas a la cama?

-          M-me alegro – conseguí decir.

Al fin nuestro turno llegó y el australiano camarero me miró sonriente, aunque sus dientes no eran para nada perfectos comparados con los de Micheal. Espera… ¿acabo de pensar eso?

-          Una cerveza, por favor – pedí esquivando su mirada para centrarme en mi acompañante.

-          Que sean dos.

Sus ojos verdes conectaron con los míos y, puedo jurar, que me quedé anonada; eran preciosos.

-          Tierra llamando Fiona – me llamó haciendo un sonido extraño, como si yo estuviera en otro planeta (que lo estaba).

-          Perdón, ¿me decías algo?

Rió, pero no como antes, sino una risa más cariñosa.

-          No, tranquila, simplemente desde que llegamos al bar estás en las nubes.

Me dejaron con las palabras en la boca porque el camarero llegó.

-          Aquí tienen – nos entregó el pedido - ¡Siguiente!

Al parecer, ese bar era muy solicitado, con lo que significaba que era bueno. Micheal me había traído allí aposta, aunque él dijese que “es el primer bar que encontré”. Nos sentamos cerca de la puerta, algo bueno para mí, para si me hiciera algo comprometido – que espero que no – pudiera huir. Durante los siguientes diez minutos me dediqué a mirar el paisaje que tenía delante de mí, Sídney era tan bonito…

-          ¿Por qué estás aquí? – me preguntó después de dar un sorbo a la cerveza - ¿Estás de vacaciones con tu familia o algo?

“Claro, mi familia… Esa fue la razón por la cual huí de casa”. Sonreí falsamente para no estamparle el vaso en su cara. Gracias por haberme recordado a mi madre, Mike.

-          No, vine un vez y este sitio me cautivó. Por eso he venido a vivir.

Se le abrieron los ojos como naranjas y reprimí una carcajada.

-          ¿Vives aquí? – asentí - ¡Oh dios, es genial! – sonrió mientras alzaba las manos. – Así podremos quedar más… - dejó eso en el aire.

-          Eso si yo quiero – contesté algo fría pero no pude ocultar la sonrisa.

Hablamos por unos minutos más, para conocernos. La verdad es que los dos teníamos muchas cosas en común, más que las que tenía con Fletch, lo que me sorprendió.

-          ¿Mike?

Miré a mi izquierda. Una chica de aparentemente unos 15 años de pelo liso castaño con las puntas azules se encontraba temblando y con las manos en la boca sujetando su teléfono móvil. Sus ojos oscuros estaban llenos de lágrimas. Miré a Michael, quien se levantó sonriente y abrazó a la niña.

-          ¿Quieres una foto? – ella asintió tímida.

Y se tomaron la selfie. Poco después, más fans fueron viniendo poco a poco, mientras yo sólo bufaba, rodaba los ojos, e intentaba disimular mi molestia, aunque fuera inútil.

-          Vámonos – tomó mi mano apresuradamente y me arrastró corriendo hacia fuera del local.

Michael no dejaba mi mano y de mirar hacia atrás, como si alguien nos siguiera. “Fans locas”, pensé. Después de algunas manzanas caminadas, nos paramos en un parque bastante grande, por lo que las fans les costarían encontrarnos. Decidimos sentarnos en un banco delante del lago, donde la luz de la luna se veía reflejada en él.

-          Al fin – suspiró.

Miré nuestras manos aún entrelazadas y me sonrojé de pies a cabeza. ¿¡Qué se creía este, cogiéndome de la mano cuando le diera la gana?!

Con un brusco golpe de muñeca me solté del agarre.

-          No vuelvas a cogerme la mano – gruñí cruzándome de brazos.

-          Lo siento – parecía sincero y bajó la mirada – No quería que estuvieras molesta por las fans.

Y me di cuenta de la realidad, toda la maldita realidad.

-          Michael, no nos volveremos a ver. 

Buuuuh! Pues otra vez me tenéis aquí :D Espero que os guste, en serio <3

|Forgiven| Michael Clifford.Onde as histórias ganham vida. Descobre agora