OCHO | JOSEFA

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Dejé la mochila sobre mi escritorio y me senté en la silla del mismo. Apoyé mi cabeza en mis manos y pensé en qué hacer.

Mis papás no me dijeron nada. No me dijeron si tenía que tener a la guagua, si tenía que darla en adopción, si la ibamos a cuidar, nada.

La única respuesta de alguien que tenía era la del Borja, y no era la mejor.

Tampoco tenía el apoyo de mis amigos, llegó a contarles que me había embarazado a proposito para amarrarlo, y ahora me miran con asco y no me hablan.

Jamás había sentido que encajara ahí de todos modos.

Pero eso no quitaba que estaban siendo unos días de mierda.

—¡Beatriz! ¡Beatriz, ¿dónde estás, niñita?! —mi mamá me estaba llamando, y por mi segundo nombre, cuando no me dicen Josefa es porque algo malo conlleva.

—¡En mi pieza!

—¡Baja a comer, ahora!

Miré la hora en el reloj de la pared, aún faltaban como dos horas para cenar, ¿me querrán decir algo?

Pasé al baño antes de ir para lavarme las manos, pero terminé unos minutos demás frente a la taza, vomitando.

Esto cada día me gustaba menos.

No me gustaba, mejor dicho.

Me lavé la boca, y las manos nuevamente, y cuando lo hice bajé.

Vi a mis papás sentados frente a la mesa y tomé asiento donde solía hacerlo siempre, no levanté la vista porque desde hace mucho eso era incómodo, no era capaz de verlos a la cara, o siquiera hablarles.

—Josefa, miranos, tenemos que hablar.

Le hice caso a mi papá y los miré, no sabía si me estaban viendo con asco, pena, o rabia.

O las tres.

—Tú estás consciente de que te cagaste la vida a ti y a nosotros con esto. ¿No? 

Asentí nerviosa, a pesar de que no sentía eso al cien por ciento.

—Sí papá.

—¿Y qué solución piensas darle a esto?

No respondí. No podía decirle "no tengo ni idea de qué hacer con mi vida pero siento que quiero tenerlo".

—¿Esperas que solucionemos todo por ti como hemos hecho siempre?

Vi a mi mamá, que evitó mirarme todo el rato. Siempre tan sumisa.

Notaba la decepción en su actitud.

—Bueno. Lo vamos a hacer, pero va a ser la última vez que cubramos alguna de tus irresponsabilidades.

—Papá, por favor, tienen que creerme, yo no quise —empecé a explicar pero fui callada por mi mamá.

—Josefa, para con el mismo cuento, por favor. Es que, ¿cómo te vamos a creer que un Moller te drogó? ¿Acaso no los hemos conocido de toda la vida? Por favor, son gente respetable, y...

—Basta, Gracia, no terminé de hablar —irrumpió con un tono fuerte mi papá, golpeando la mesa y atemorizando a su esposa.

A mí ya no, lo he visto imponerse peor.

—Perdón —susurró.

Quedamos en silencio brevemente y mi papá se demoró un poco en disolverlo.

—Como estaba diciendo, nos vamos a encargar de esta situación, pero que no te vuelvas a descarrilar, por que ya no te ayudaremos.

—¿A qué te refieres? —le pregunté con voz baja.

—En dos semanas vas a internarte en la clínica donde siempre te has atendido, y te van a operar de apendicitis —dijo eso y tomó vino de la copa que sostenía.

Lo miré sin entender, ¿apendicitis? Pero si yo estoy bien del apéndice, además tengo clases, y pruebas.

No cachaba.

—¿Apendicitis? Pero papá, si estoy bien del...

—Un aborto, Josefa, te van a hacer un aborto —interrumpió mi mamá.

Sentí que me caía el alma al piso.

¡¿Un aborto?!

—El Borja les metió esa idea a la cabeza, ¿cierto? —pregunté con la voz temblorosa.

—¿Borja sabe esto?

Mierda.

—¡Josefa, ¿Borja sabe que estás esperando un hijo suyo?!

El grito de mi papá se escuchó por toda la casa, vi como las empleadas se asomaban de la cocina para ver que pasaba. Me di cuenta de que la había cagado.

—¡Josefa!

—¡Sí, sí lo sabe! —grité de vuelta, con ganas de llorar— ¡Pero tampoco quiere que lo tenga, me dijo que si no lo abortaba me iba a dejar!

—¡No le levantes la voz a tu papá, Beatriz!

Dejé caer mi espalda en la silla. Miré a mi papá, aún con las lágrimas en mis ojos y hablé.

—No puedo, papá, no puedo —dije y desvió la mirada de su copa a mí, con mueca de enojo— Tengo clases, tengo trabajos que hacer, pruebas que rendir, no puedo faltar de la nada —dije tratando de evitarlo.

—Por lo mismo con tu mamá vamos a ir a hablar con el director de tu liceo. Tendrás una falta justificada por apendicitis unos cuantos días y nos desharemos de ese problema lo más pronto posible.

—Es lo mejor, hija. No puedes arruinar tu vida con un hijo a esta edad, es peligroso para tu cuerpo y para ti. Además, ¿te imaginas qué dirían de nosotros? ¿Qué pensarán los de la empresa, o las del brunch?

Los observé con rabia y me paré de mi lugar para subir a mi pieza, no sin antes responder.

—Que le están quitando a su hija el derecho de decidir, y que la van a obligar a abortar porque les importa más lo que piense el resto a lo que sienta yo.


APENDICITISWhere stories live. Discover now