Capítulo 28

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"Ay! mi bien, que no haría yo por ti, por tenerte un segundo alejados del mundo, y cerquita de mí"

Gabriel García Márquez.

Pisó la entrada de la hermosa casa y sintió un vacío a su lado, la falta de su padre, a quien extrañaba tanto que le pareció que comenzaría a llorar, contuvo sus lágrimas y puso un pie delante del otro. Inmediatamente, las miradas comenzaron a posarse en ella, cerró los ojos un corto instante y se decidió a entrar. Tomó el primer pasillo, y luego de avanzar unos pasos, delante una arcada de columnas, y tras ella la sala principal de la casa, estaba decorada delicadamente, telas pendían de las paredes y combinaban a la perfección con los cortinados. Hermosos candelabros de pie y colgados del techo, centelleaban con sus velas encendidas, dando al lugar ese tinte dorado de la llama que hacía brillar los arreglos de los peinados, los vestidos y sus colores que parecían resaltar más. Todo a su alrededor, olía a pasado.

Bastó sentir nuevamente las miradas sobre ella, para que a lo lejos, James Grosvenor pudiera volverse y verla entrar. Le sonrió ampliamente y con decisión se acerco a ella.

 Le sonrió ampliamente y con decisión se acerco a ella

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-Señorita Gillian, sabía que no me haría un desaire.

-Estuve a punto... -James sonrió.

-Pues me alegro entonces que no lo haya hecho. Está bellísima, y sería un sacrilegio que se quedara en su casa y privara a mis ojos y a mi casa de su presencia. -Abi se sonrojó por completo.

-Muchas gracias...

James le ofreció el brazo y ella lo tomó mientras caminaban hacia el salón de baile. Tomó limonada y un bocadillo.

-¿El capitán no vendrá?

-No... No se sentía bien, y no cenó con la familia.

-Cuánto lamento oír eso. Hubiera sido un placer conocer al duque y a Lady Vane. -Abi enarcó las cejas

-Un completo placer... créame.

James sonrió.

-¿No me diga que no le agradan?

-Yo no he dicho eso...

-No ha hecho falta... -rieron.

****

La noche había avanzado, los hombres se habían hastiado de fumar y beber licor en la biblioteca, y las damas, sin más cotilleos que contar, ni bordados que hacer, decidieron irse a sus habitaciones a descansar.

Cuando la casa se puso silenciosa y oscura, Gilbert golpeó con su nudillo suavemente en la labrada puerta de madera de la habitación principal de LightHouse. Luego de un corto instante, Andrew abrió despacio para ver el rostro de su mayordomo, que hizo un leve movimiento silencioso de asentimiento. Abrió por completo la pesada puerta y estiró la solapa de su levita para que Gilbert diera su opinión sobre su aspecto, cosa que hizo casi de inmediato, pues se veía realmente elegante y distinguido. Andrew sonrió, siguieron en silencio, en medio de la penumbra del pasillo, tomaron la escalera de servicio y salieron por la puerta trasera de la casa. Caminaron hasta las caballerizas donde habían ya dejado preparado a Macario, que lo esperaba resoplando y moviéndose inquieto.

Una Segunda OportunidadWhere stories live. Discover now