Capítulo 10

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"Soy mitad agonía, mitad esperanza"

Jane Austen

Como cada día apenas el sol asomaba sus primeras luces, cuando aún la mañana estaba en penumbras, golpearon a su puerta, pero Abigail había pasado la noche entera con sus ojos abiertos, clavados en el techo de su habitación en LightHouse y con sus pensamientos perdidos en cierto capitán de una fragata inglesa de quién dependían tantas cosas. Se sentó en la cama sin pestañear. Los ojos le ardían del cansancio y apenas tenía fuerzas para mover su cuerpo, se le hacía imposible pensar que tenía que cargar cepillos y estropajos. Cerró sus ojos irritados de tanto llorar y una lágrima se escurrió de ellos mientras alguien volvía a golpear su puerta con mayor intensidad. Se cambió, colocó el pañuelo sobre su cabeza para sujetar su cabello y se apuró a llegar a la cocina. Tomó su lugar como cada día de la última semana.

—Bonita cara traes hoy Gillian... —acotó Laura, obligándola a dirigirle una corta mirada.

—¿Has estado desvelada por el capitán? —lanzó Cora y las risillas cómplices de Harriet y Laura colmaron la cocina.

—¡Qué guapo es! —deslizó Harriet y todas las mujeres de la mesa asintieron al unísono, salvo Abigail, que no recordaba ni su rostro, o al menos, nunca lo había mirado lo suficiente como para opinar. En aquel momento, Andrew Vane no era para ella más que su verdugo, uno que de saber que ella estaba allí, pondría su cabeza en la guillotina y sin dudarlo lanzaría la afilada hoja sobre ella.

—Señoritas... vamos, vamos... compórtense como es debido —espetó Gilbert que hacía su ingreso en aquel momento, mientras Dorothy reía por lo bajo.

Tomó su lugar en la mesa para el desayuno y luego, mientras todos iban terminando el suyo, se puso de pie y repartió las actividades.

—A partir de hoy, ustedes —dijo a las criadas— se turnarán semana a semana para vaciar los orinales de las habitaciones del segundo piso. Hoy comenzarás tú Cora —hizo una clara mueca de disgusto —De las habitaciones y su limpieza se turnarán en grupos de dos como han venido haciendo. Una semana cada grupo. La limpieza de la sala, sala de té, recepción, biblioteca y demás, lo hará el grupo restante. Por la comida Dorothy, ten presente hablar con el patrón para saber sus gustos y armar el menú. Hay que ir al pueblo a comprar lo que haga falta y terminar de llenar la despensa. Ten en cuenta que luego de la inspección de las tierras que hará hoy el señor, me ha informado que irá al pueblo a buscar jornaleros para trabajar, por lo que debes contar su comida también. —Dorothy asintió — Muy bien... a trabajar... y no olviden por favor ningún detalle. Es importante que el señor Vane conserve de nosotros la mejor imagen, sobre todo si quieren quedarse aquí.

Abigail continuaba mirando a Gilbert con los ojos como platos, estaba agotada, sus ojos ardían y su cuerpo le repetía a su mente: «cama, cama, cama, cama... » pero había quedado suspendida ante la orden de vaciar los orinales, la sola idea de volver a meterse en su habitación, la de un hombre soltero y mientras durmiera, tener que tomar su orinal y vaciarlo cada día, le parecía una completa locura. Había pasado infinidad de cosas y su reputación en Londres estaba por el suelo, pero tenía bien claro que no era su comportamiento impropio el que la había mancillado, sino el de su hermana. Siempre había guardado las maneras, la decencia y el recato. No sabía si sería capaz y finalmente agradeció que no fuera ella quien tuviera que hacerlo aquel día.

Se levantó con pesar de la silla y avanzó en busca de los cepillos de libros y de tapicería para ir con Laura a limpiar la biblioteca.

Cuando entró allí, el polvo que había en los libros le hacía picar la nariz y estornudar. Tomó el primero de la estantería, y al pasar el cepillo,  comenzaron sus ojos a lagrimear y no podía parar de estornudar y toser. Laura la miró detenidamente y puso sus ojos en blanco.

Una Segunda OportunidadWhere stories live. Discover now