No iba a pregunatarle por su familia, porque no me correspondía. Yo no le contestaría ninguna duda sobre mi hermano.

—¿No te cuesta estudiar en español?— cambié de tema.

—No, tengo clases es inglés, y soy excelente— se halagó.

Asentí en su dirección como respuesta, y regresé mi vista al frente.

Íbamos caminando a un lado de la carretera, rodeadas únicamente por árboles y plantas, por naturaleza, y por algunos autos que pasaban cada tanto. El camino era largo, de eso estaba segura. Por suerte no me detuve mucho en analizar qué sentían mis pies.

Nancy caminaba tarareando un ritmo desconocido, Emily tecleaba en su celular y la rubia de quince años continuaba hablándome sobre todo lo que dejaba atrás, cada vez que debía mudarse. Información para nada necesaria en mi vida.

—Allí es— Nancy llamó nuestra atención.

—¡Casi llegamos!— la rubia chilló y saltó a mí, abrazándome.

Medía menos que yo, por lo que tan solo guié mi mirada hacia abajo, hacia su cabello sumamente rubio, sin sumarme al abrazo. Llegar no era para tanto, ni siquiera estaba segura de que realmente quisieramos hacerlo.

Nancy apuró su paso, y en simultáneo lo hicimos todas.

—¿Verdad, Emily?

La voz de Inna volvió a irrumpir en mis pensamientos. No sabía de qué estaba hablando, pero sabía que Emily no le había prestado nada atención, así que, al cabo de unos segundos, Nancy contestó por ella.

—Desde que su noviecita volvió a España no deja el celular.

Todas miraron a Emily que, aunque hablaran de ella, continuaba sin darles importancia.

Por eso se había olvidado de acosarme, estaba más concentrada en su despedida.

—¿Viste?— Inna murmuró, llamando mi atención—. Eso provoca el enamoramiento.

Y tras eso todas se mantuvieron en silencio, lo cual no me hubiese resultado extraño si Inna no nos estuviese acompañando. Dejamos atrás la gran estructura blanca de Casapueblo, y nos encontramos con una gran vista del Océano Atlántico, aunque no nos detuvimos en ella. Rodeamos el acantilado y visualizamos a tres chicos jugando cartas, frente a un edificio moderno.

Caminamos en dirección a ellos, que aparentemente eran nuestro objetivo, e Inna volvió a hablar, pero esta vez sobre lo guapos que eran los universitarios rusos y, principalmente, sobre que los chicos que veríamos también lo serían.

Los miré desde la lejanía, y traté de enfocar mi vista en ellos, pero no había caso. La rusa tenía alguna clase de súper visión. Me conformé con esperar a que estuviesemos a su lado.

Mi celular vibró en mi bolsillo, pero no me detuve a revisarlo.

Con respecto al mensaje desconocido no supe más nada, tampoco lo había contestado, ni le había hablado Emily sobre el tema. No tenía razones para confiar en ella y, de todas formas, tampoco es como si hubiéramos tocado el tema en algún momento. No nos habíamos dedicado más de diez palabras en nuestras últimas conversaciones.

—Hasta que llegan.— Un chico castaño se levantó del tronco en donde estaban sentados, y nos sonrió con algo de superioridad. Era bastante más alto que nosotras, al punto en el que para mirarlo tenía que inclinar un poco mi cabeza hacia atrás.

Saludó a cada una de mis compañeras con un beso en la mejilla, ya que al parecer las conocía a todas, y finalmente se detuvo en mí.

—Soy Rayhan, un gusto— se presentó ante mí.

MelifluaWhere stories live. Discover now