14. Problemas

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- ¿Y cuanto llevas formando parte de la tripulación querida?- le preguntó Delbert mientras ajustaba una de las lentes que se apilaban en su escritorio. Tatia le miró por el rabillo del ojo, temiendo que volviese a tirarlas todas al suelo.

Era ya el tercer día que asistía al "despacho" del Doctor una vez terminaba su jornada. Resulta que si no la castigaban repitiendo tareas tediosas toda la noche, acababa relativamente temprano.

Se giró rápidamente para cambiar de sitio una taza con un líquido negruzco que Delbert acababa de golpear, y la depositó con cuidado en el otro extremo de la mesa.
Ya no se encontraba incómoda con él, por lo menos, no la mayoría del tiempo.

Tras presentarse la otra noche, Tatia había reunido el valor suficiente (no sin que Jim le apremiara en varias ocasiones) para contarle la historia del libro al Doctor.
Estaba tan nerviosa cuando se lo contó que no se dio ni cuenta de el momento en el que Jim le tomó la mano. O se la tomó ella a él.
Al parecer, sin embargo, a Delbert le había interesado mucho más el hecho de que quisiera leer ese tomo que el de que se lo hubiera robado.
"Parte de su carisma, y su locura", le había dicho Jim cuando se encontraron al día siguiente.

En verdad, que Tatia hubiese visto al Doctor al día siguiente tampoco había sido intencionado. Se había chocado con Delbert cuando este salía del camarote de la capitana, y la había invitado a pasar a su despacho.

Tatia no había dicho una palabra una vez dentro, ya le había costado hablar la noche anterior y esta vez ni siquiera estaba Jim cerca, pero a Delbert no pareció importarle. Ahora, conociéndole un poco mejor, Tatia diría que ni se dió cuenta. Simplemente la puso a ordenar la sala mientras recitaba uno de sus interminables monólogos, y Tatia se pasó moviendo cacharros de aquí para allá hasta que Jim la rescató llevándose a Delbert a cenar.

Y aún así Tatia volvió al día siguiente.
No lo quería admitir, pero le gustaba la forma en la que se comportaba Delbert con ella. Como si asumiera que Tatia sabía lo mismo que él.
Y ese hombre sabía un montón. En uno de sus monólogos le había contado desde el funcionamiento de la Galaxia Coral hasta la construcción de un telescopio, pasando por el comportamiento de las ballenas y la cocina del pudin birmano.
Y al parecer solo a ella le interesaba escucharle. Cuando se lo había contado a Jim, este le había puesto cara rara.

Al final, hoy había acabado viniendo solo para que le contara un poco más de todo eso que sabía.

-¿Y bien?,¿cuanto tiempo?

- No estoy segura. ¿Siete?, quizás ocho años.

- ¿Tanto tiempo? Pero si debías ser una cría- exclamó Delbert. Tatia se removió incómoda en el sitio. El doctor no se dió cuenta.- A tus padres no debió hacerles mucha gracia que te metieras tan joven.- Tatia hizo una mueca- Y encima los estudios. Apenas te daría tiempo a terminar el primer grado ¿no?

Tatia le miró, aún cohibida como para responder, pero el interés genuino que el doctor parecía tener por su caso la hizo contestar.

- Donde yo vivía... no había... no teníamos escuelas, por así decirlo - balbuceó Tatia, no sin cierta vergüenza. Delbert puso cara de acabar de recibir una bofetada.

- ¡¿Y como aprendiais a leer y escribir?! A ver, he oído que en algunas zonas de la periferia los padres prefieren dar las clases a sus hijos en casa...

- No- le cortó Tatia, demasiado brusca. Se corrigió- Yo... las familias que vivían allí eran jornaleros. Mis padres lo eran. Y mis abuelos. Y bueno, también mis hermanos. No lo aprendíamos porque... bueno porque no lo necesitábamos aprender.

Tatia vio que, por primera vez, Delbert se había quedado mudo. Se removió en el sitio. Le molestaba ese silencio.
Un brusco movimiento del barco lo interrumpió, haciendo que Tatia y Delbert salieran despedidos contra la pared.

El Planeta del TesoroWhere stories live. Discover now