4. A sus puestos

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Las paredes metalicas de la sala hacían rebotar todos los sonidos, que junto con el calor que producido por algunas las máquinas creaban un ambiente sofocante y claustrofóbico.

Lo primero que pensó Tatia al cruzar el umbral es que aquello parecía una celda.

El lugar, sin embargo, era bastante espacioso, con un cuadro de mando situado en el centro de la sala surtido con una serie de botones y poleas .
Sobre las paredes desnudas colgaban diversos aparatos de medición, acompañados de una única ventana sellada y reforzada por barrotes.

Caminó hasta el centro de la sala y se quedó allí, observando una de las palancas que sobresalía de la mesa.
No sabía muy bien para qué la habían asignado ese puesto. Normalmente hacía trabajillos sin sentido en la cubierta, como fregar o servir las comidas.
Es más, no sabía absolutamente nada sobre mecánica, o maquinaria o lo que quiera que uno tuviese que saber para poder hacer algo allí sin provocar que nada explote.

-Quita- algo viscoso la empujó a un lado, haciendo que trasvillase.
Un ser de aspecto cansado fue a sentarse sobre el taburete que se encontraba delante del cuadro de control- No toques mis mandos.

Tatia aguantó un gruñido y asintió, mientras a estudiaba al ser en silencio. El tipo parecía bastante normal. Tenía una cabeza desproporcionadamente grande para el resto de su cuerpo, de color rosa, con dos largas orejas en forma de pico que parecian querer tocar el suelo. Comparado con el resto de seres en ese barco, este podría haberse hecho pasar por familiar suyo.

El bicho que ahora notaba su mirada posada en él, soltó un resoplido.

-Qué quieres- se suponía que era una pregunta, pero había parecido más bien un ladrido.

- Me han enviado a trabajar aquí- dijo ella.

-Me da igual- contestó. Tatia elevó las cejas con cierto asombro.

- Voy a pasarme aquí las proximas semanas- intentó proseguir ella, fingiendo no haberle escuchado.

- Me sigue dando igual- volvió a responder. Ella se contuvo para no mandarle a la mierda en ese mismo instante. Iban a ser unos meses muy largos como esto continuase así.

- Si necesitas que haga algo tan solo avísame.

El ser se giró con una mirada molesta y le señaló unos engranajes situados en la otra punta de la sala.
-Encargate de que no se atasquen...-Tatia esperó que prosiguiera, pero no lo hizo.

-¿Y ya está?- se aventuró a preguntar.

-¿Acaso quieres algo más?

-No- se apresuró a decir mientras negaba enérgicamente con la cabeza. Si eso era todo lo que tenía que hacer, su trabajo iba a ser mucho más sencillo de lo que había imaginado en un principio.

-¿Cuando empiezo?- preguntó esperanzada.

-Cuando partamos-gruñó.

-¿Puedo...?- formuló esperanzada. Su parte favorita era siempre el despegue.

-No- respondió sin siquiera dejarle acabar la pregunta.

Tatia resopló y fue a sentarse debajo del ventanuco que daba al exterior. Lo unico que se atisvaba a través de este era un pedacito del cielo azul, opacado por las sucias ronchas del cristal.

-Acostumbrate a las vistas niña - rió su compañero- Son las únicas que vas a tener en todo el viaje.

Tatia le miró de mala gana, y esta vez fue ella la que soltó un gruñido.

El Planeta del TesoroWhere stories live. Discover now