Capítulo 5: The Notebook.

7.8K 853 1.4K
                                    

El lunes por la mañana llevas los ojos aun más pegados que el viernes pasado, y eso es decir mucho. El pelo ha sido imposible de peinar del todo y el moratón está casi desaparecido aunque aun te duele un poco ese lado de la cara.  

Vas despacio porque ya llegas tarde y aunque podrías (si quisieras, claro) entrar a clase con un “lo siento, me he retrasado” pasas olímpicamente y te metes a los baños a fumar.  

Cuando entras tu reflejo te mira con mala hostia y entonces te das cuenta de que solo eres tú. De que estás cansado y de que quieres salir de ahí.  

Solo unos meses hasta la graduación, te lo repites a ti mismo como un mantra que te librará de todos tus males. Como si eso te fuera a ayudar a escapara de ti, de tu vida, de tu padre, de tu hermano.  

Como si pudieras dejar a tu hermana sola.  

Como si pudieras abandonarlo a él.  

Mierda.  

Cierras la puerta de uno de los tres baños, y sacas el cigarro con las manos temblorosas porque la idea de que lo necesites te asusta más que todas las palizas y las torturas del mundo.  

El cuaderno en tu cartera está lleno de poesías, de frases, de sueños y esperanzas. Se han escrito tanto en los últimos días, se han contado tantas cosas que lo conoces mejor que a ti mismo.  

Sabes que sus padres casi no lo conocen, sabes que odia los guisantes y que cuando era pequeño se los daba de comer al perro. Sabes que duerme siempre con calcetines en verano porque ahí es el único sitio donde le pican los mosquitos.  

Sabes que quieres verlo despertarse  y lamerle la boca, pasarle los dedos por el pelo y ver como la abre, gimiendo, jadeando tu nombre.  

La primera calada que le das al cigarro no te calma. De alguna manera se va directamente a tu polla, y estás en el baño así que técnicamente podrías agarrarte y ocuparte de ti mismo pero entonces escuchas risas y un portazo y se cuelan en el baño de al lado.  

—Vamos —jadean. Sonidos húmedos, de lo que definitivamente son besos. Jadeos flojos, intentando ser ocultados de mala manera.  

—Kevin —susurra ella. Una voz suave, y frágil y cachonda.  

Alzas la ceja divertido, y te reirías y todo de ver que no has sido el único que ha tenido esa idea, aunque claro ese tal Kevin tiene mejor compañía que tu mano derecha.  

Ves caer un suéter azul al suelo, y después un sujetador blanco. Sabes que es momento de salir de ahí pero sigues fumándote el cigarro, apoyándote contra la pared, más divertido que otra cosa, solo por ver qué pasa.  

Y lo que pasa es que la chica se pone de rodillas y le alcanzas a ver trozos de la melena rubia moviéndose, hacia delante y hacia detrás, y por los ruidos que hace el chaval, debe de ser buena.  

Ibas a tener que pillarte una rubia.  

Pero entonces el tío, entre gruñido y gruñido y ostia puta nena, susurra un “Amanda” y el cigarro se te queda pegado a los labios.  

All You Are It's On Your Back || Larry StylinsonKde žijí příběhy. Začni objevovat