Dioses

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Raphael sabía perfectamente que eso era prohibido, pero la verdad era nadie estaba dispuesto a hacer lo que él.

Se bajó la capucha ocultando su cabello y la barbilla con una bufanda obscura, no se preocupaba porque en una ciudad tan peligrosa lo que menos debías hacer era mostrar el rostro después de que el sol se ocultara.

Caminó por los callejones de piedra y se giró sin cuidado pues era más importante llegar a él a que la gente le escuchara.

Deslizó sus dedos por la puerta de madera y sonrió sutilmente cuando se abrió. Continuó su camino hasta que reconoció el umbral de oro y entró a él.

Era bello, sus ojos achocolatados le miraban, sus labios se separaron para decir su nombre.

— Raphael—

Oh, era como una hermosa melodía.

— Sabes que no puedes venir aquí.

Su pecho se comprimió de culpabilidad y asintió entendiendo lo que realmente quería decir, pero al ser alguien supremo estaba prohibido hacerlo.

La voz sedosa de Simon nuevamente sonó enmedio de la habitación— Me alegra que vinieras a verme.

Raphael levantó la mirada encontrándose con los ojos esperanzados de Simon.

Lo prohibido sucedió una vez más.

Se deshizo de la tela suave que cubría la pálida piel del dios y lo besó. Escuchándolo pedir por más.

Porque era así, estaban hechos el uno al otro.

— Gracias por venir— dijo él.

Raphael asintió dibujando una sonrisa, porque aunque no lo quisiera siempre volvian a estar así.

Besó la desnuda piel del joven y se quedó sumido entre sus brazos que le aprisionaban y le decían que estaba en casa.

One Shots SaphaelWhere stories live. Discover now