Parte IV: COLPORTOR - CAPÍTULO 22

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CAPÍTULO 22

Alaris fue el primero en materializarse en su oficina en la escuela. Luego llegaron Llewelyn y Govannon.

—Gracias por transportarme, Llew— dijo Govannon, llevándose una mano a la cabeza para intentar detener el mareo.

—De nada— le respondió Llewelyn, tomando al tambaleante Govannon del brazo para guiarlo hasta una silla—. Si lo hiciéramos más a menudo, no sufrirías estos efectos— manifestó.

—No gracias— gruñó Govannon entre dientes.

—Siéntate, Llew, por favor— le pidió Alaris.

Llewelyn lo hizo.

—Bien— asintió Alaris—. Y ahora cuéntanos lo que no quisiste decir frente a Vianney. El regente puede haber quedado satisfecho con tu relato, pero yo sé que te has guardado algo importante.

—Me conoces demasiado bien— suspiró Llewelyn—, aunque no sé si eso es una ventaja o una desventaja.

—¿Qué te dijo exactamente tu madre, Llew?

—Rory no es el único desaparecido— comenzó LLewelyn—. Merianis, la reina de las mitríades, desapareció sin dejar rastros hace quince días.

—¿Medionemeton fue atacado?— preguntó Govannon, alarmado.

—No, solo desapareció, no hay señales de lucha. Anhidra, la mitríade que está actuando como líder en ausencia de la reina, le pidió a mi madre que intentara contactarla por medio de un canal. Los resultados fueron los mismos que con Rory.

—¿Merianis está muerta?

—Eso es lo que mi madre concluyó, pero las mitríades aseguran que su reina está viva.

—¿Cómo lo saben?

—El lazo que tienen entre las de su raza es mucho más profundo que el de los humanos. Ellas afirman que si Merianis estuviera muerta, lo sabrían con toda seguridad.

—Entonces, ¿por qué Dana no puede contactarla?

—Existen dos posibles razones por las que mi madre podría encontrarse con la sensación de que el receptor de su canal no existe: que el receptor esté muerto, o que esté fuera del Círculo.

—Ahora entiendo por qué Lug cruzó con tanta urgencia al otro mundo sin decirnos nada— murmuró Alaris—. No era exactamente una visita social.

—No— confirmó Llewelyn—. Y al parecer, Liam debe haber sabido algo también porque engañó a Humberto y se escabulló por el portal de la cúpula horas después.

—¿Qué más sabe Dana?

—No mucho más— meneó la cabeza Llewelyn—. Está a la espera del regreso de mi padre por noticias, pero hay algo interesante que surgió de nuestra conversación. Cuando le hablé del ataque a Merkor y le describí los proyectiles, me dijo que en el otro mundo existen armas que disparan objetos idénticos, a los que llaman "balas". Se llaman "armas de fuego" y existe una en particular, llamada "ametralladora", que puede disparar seiscientas balas por minuto a una distancia efectiva de doscientos metros.

Govannon abrió los ojos asombrado.

—Eso explicaría por qué las espadas y las dagas de los habitantes de la ciudad de Merkor fueron inútiles— dijo Alaris.

—La idea de las armaduras de metal te la dio tu madre, ¿no es así?— lo interrogó Govannon.

—Sí— confirmó Llewelyn—. En el otro mundo, existen aleaciones de metales especiales que esas balas no pueden penetrar. Las personas importantes o en riesgo tienen vehículos recubiertos con ese blindaje para protegerse.

—Si pudiera examinar una muestra de esa aleación, sería más fácil replicarla— comentó Govannon.

—Tal vez mi padre pueda traerla desde el otro mundo— asintió Llewelyn—. Hablaré con él cuando vuelva. Mientras tanto, hay algo más urgente que tenemos que atender: Franz piensa que la ausencia de rastros de los atacantes se debe a que vinieron desde el mar, pero con la información que me dio mi madre sobre las balas, lo más seguro es que vengan del otro mundo.

—Eso significaría que hay un portal en las tierras de Merkor— dedujo Alaris, preocupado.

—Sí, y ahora entiendes por qué no podía revelar esto delante de Vianney— continuó Llewelyn—. El regente no sabe nada sobre la cúpula que Humberto custodia, no sabe que tenemos acceso a otro mundo, y revelarlo en este momento...

—Nos haría ver como culpables de todo el asunto— completó Alaris—. Eso sería desastroso para la escuela.

—Lo peor de todo— siguió Llewelyn— es que la escuela está involucrada.

—¿Qué dices?— cuestionó Govannon.

—Digo que Vianney tiene razón, aunque nuestros estudiantes no son capaces de crear los proyectiles, uno o más de ellos debieron estar envueltos en esta masacre. Piénsenlo: ellos sabían quiénes eran Milo y Savar, ellos buscaban específicamente a Rory, y de alguna manera, sabían que estaba en las tierras de Merkor. Esa información debió ser proporcionada por alguien de esta escuela.

Govannon y Alaris se lo quedaron mirando en silencio, demasiado perturbados por las implicaciones de sus palabras como para hablar.

—Incluso es posible que esa misma persona o personas sean responsables de haber abierto un portal para dejar entrar a los enemigos del otro mundo— completó Llewelyn.

—Ninguno de nuestros estudiantes tiene habilidades relacionadas con los portales— meneó la cabeza Govannon.

—Que sepamos— lo corrigió Llewelyn.

—¿Insinúas que alguien se ha infiltrado en la escuela, ocultando sus verdaderas habilidades, para recabar información?

—Eso es exactamente lo que estoy diciendo— asintió Llewelyn.

—¿Por qué Rory? ¿Qué quieren con él?— inquirió Alaris.

—Eso escapa a mi comprensión— suspiró Llewelyn—. Por más que le doy vueltas y vueltas al asunto, no le encuentro sentido. Pero si el resto de mi razonamiento es correcto, al menos podemos sacar algo bueno de todo esto.

—¿Qué cosa?

—Rory no está muerto, solo está fuera del Círculo.

—Ojalá tengas razón, Llew— le palmeó la espalda en forma amistosa Govannon.

—Lo que se ha discutido aquí no debe salir de nosotros— manifestó Alaris con el rostro grave.

—¿Qué vamos a hacer?— inquirió Govannon.

—Pondré a Julián a investigar discretamente a los estudiantes— decidió el director—. Mientras tanto, nosotros tres viajaremos a las tierras de Merkor: tenemos que encontrar ese portal.

—¿Qué hay de las armaduras que le prometimos a Vianney?— quiso saber Govannon.

—No es conveniente que demos indicios de que sabemos lo que está pasando, no hasta que no atrapemos al espía— respondió Alaris—. Las armaduras tendrán que esperar. De nada servirán si el espía informa de nuestras estrategias de defensa al enemigo.

—Está bien— acordó Govannon.

LA TRÍADA - Libro VI de la SAGA DE LUGWhere stories live. Discover now