- ¡Mithrandir ! LLévatelos - ordenó sin apartar la mirada de los rastreadores que lentamente se acercaban seguros de que los habían cazado. 

- ¡Nos rodean!- gritó Fili 

La distancia entre la compañía y los rastreadores disminuía por segundos. Los enanos habían sacado sus armas dispuestos a usarlas en cualquier momento; incluso Bilbo había sacado la pequeña daga que encontró en la cueva de los trolls. Shanga gruñía en posición de ataque.

- ¡Por aquí, insensatos!- Gandalf les observaba con la mitad de su cuerpo metido dentro de la cueva. 

- Thorin, aseguraos de que entran todos en la cueva - le dijo Arien apretando con más ganas la lanza entre sus manos y seleccionando su próximo blanco. El rastreador estaba bastante cerca de uno de los hermanos enanos que intentaba llegar a la entrada. 

- ¿Y vos? - A pesar de su previa disconformidad con acatar ordenes de la elfa, esta vez la voz de Thorin mostraba más preocupación que negativa

- Shanga y yo nos las apañaremos. 

Su lanza voló rápida, como un halcón peregrino que se avalanza sobre su presa, clavandose en el craneo de uno de los huargos y haciendo caer al orco que tenía encima. Sacó de sus botas sus dagas afiladas y dejando escapar un grito de furia saltó sobre el segundo orco que más cerca tenía. Evitó el mordisco de su huargo y se posó en el lomo del bicho. Manteniendo el equilibrio rebanó la cabeza del orco. El huargo se encabritó al tenerla encima, pero la elfa cogió las riendas dirigiéndose hacia los otros rastreadores para acabar con ellos. 

Shanga por su parte tampoco había perdido el tiempo. Hacia su derecha se había topado con una pareja de rastreadores cuyos huargos no tardaron en abalanzarse sobre él. Pero las garras del tigre eran como cuchillas, y de un zarpazo desfiguró la cara de uno de ellos, abriéndose paso para embestir al segundo y con sus afilados dientes asfixiarlo. El orco que montaba al primero de los huargos intentó ensartar al tigre con su espada, pero Shanga era más rápido, y de un arañazo le sacó las entrañas. 

Dentro de la cueva la compañía esperaba a que la elfa y el gran tigre aparecieran deslizandose por la boca del foso. Escuchaban los gritos, rugidos y el blandir de espadas, pero sin poder ver nada de lo que sucedía en la superficie.

- ¿Por qué no viene?- preguntó Bilbo preocupado. Se giró mirando a Gandalf, en busca de que el mago pudiera darle alguna respuesta, pero este no respondió, sino que continuó mirando la apertura de la cueva

- La vi abalanzarse a un huargo cuando yo entraba en la cueva – dijo Kili- ¿Le habrá pasado algo?

Lanzar al aire aquella pregunta ocasionó que todos los enanos comenzaran a hablar a la vez compartiendo sus sensaciones sobre la situación. Thorin comenzaba a cansarse de la preocupación que la elfa originaba sobre todos ellos. Al principio lo atribuyó a su belleza, pues bien decían que la Princesa de Plata hechizaba con solo mirarla, y sabiendo de quién era hija la idea de un encantamiento no era del todo descabellada. Pero parecía que su compañía en poco tiempo había conseguido confiar en Arien, cosa que le gustaba aún menos ya que era algo que él aún no lograba. 

- Que mas os da, ¡no la conocemos!- dijo Thorin cortante. Golpeó las espaldas de varios de ellos obligándoles a callar - Alegraros de que todos nosotros estamos vivos. 

Bilbo a punto estuvo de replicarle si no hubiera sido por el sonido de un cuerno que llegó hasta sus oídos desde la boca de la cueva.

Nunca antes Arien se había alegrado tanto de ver a Elrond. Su guardia llegó disparando flechas contra los rastreadores que quedaban y pudo ver en la cara de los orcos cómo su magnífico plan se había visto truncado. Shanga se colocó junto a ella, y al lado de un huargo moribundo observando cómo el Señor de Rivendel y su pelotón terminaban con ellos. 

The Things We Lost In The FireWhere stories live. Discover now