El pasado

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Su pelo mojado dibujaba figuras en el agua, balanceándose con la suave corriente. Movía brazos y piernas a un ritmo pausado, pero lo suficientemente dinámico como para no hundirse en las frías aguas del lago. Por su lado pasaban leños chamuscados, y aún quedaba algún fuego sin extinguirse en la antigua Esgaroth, quemando poco a poco las contadas casas que se mantenían en pie. La imagen era desoladora.

Entreabrió los ojos lentamente, como si sus párpados le pesaran tanto que era incapaz de abrirlos completamente. Encontrándose con un cielo azul sobre su cabeza, si uno era capaz de ver más allá de la neblina grisácea que cubría el lago. Y ella podía. Siempre había podido ver más allá, descifrar cosas que los demás nunca entenderían; pero ahora era incapaz de comprender nada. Su mente, hasta ahora en blanco, comenzó a bombardear las imágenes de la noche anterior tan rápido que apenas era capaz de asimilar todo lo que estaba viendo.

Se vio envuelta en fuego. Pero el fuego no la quemaba, emanaba de ella. Después recordó los ojos de Smaug, primero temibles y luego asustados; así como sus grandes fauces y sus largos colmillos abalanzarse sobre ella. También recordaba a Bardo, con su flecha negra preparado para disparar al dragón.

Y por último agua y frío.

Sacudió la cabeza tratando de eliminar los recuerdos de su cabeza. Dejó de flotar a la deriva como los leños que la sobrepasaban y comenzó a nadar hacia la orilla. 

- Ai? (¿Hola?)-Preguntó con un hilo de voz, apenas audible incluso en el silencio que la rodeaba. Pero Arien no esperaba que nadie respondiera. Los que no estaban muertos, se habrían puesto a salvo, temerosos de que el dragón desde lo más profundo del lago aún pudiera darles caza. Algo que sin duda Smaug haría en los sueños de muchos.   

Su mano al fin tocó la orilla. En el momento de ejercer presión con ella para levantarse, se dio cuenta de que todo su cuerpo dolía y que sus fuerzas la había abandonado. Tenía los músculos atrofiados y con ligeros calambres.
Era extraño que ella, una elfa, se encontrara así de cansada y dolorida después de una batalla; de hecho, era incapaz de recordar ninguna otra vez que hubiera sentido tanta fatiga en su cuerpo. Pero los fugaces recuerdos de la noche anterior hacían imposible encontrar una explicación de por qué se encontraba tan débil. 

Haciendo uso de las pocas fuerzas que le quedaban, consiguió subir su cuerpo a suelo firme, respirando el olor de la tierra mojada. Se arrastró por a hierba a duras penas, manchándose las ropas, aunque poco le importaba en aquel momento que el árbol plateado de Lorien que lucía en el pecho acabara tapado por el de verdin. 

Casi sin aliento se dio la vuelta tumbándose boca arriba. Cerrando los ojos dejó sus brazos estirados a los lados y las piernas abiertas; al igual que cuando de pequeña y la nieve de invierno cubría los jardines de Caras Galathon, y las hojas doradas de los mellyrn  resaltaban entre el suelo blanco. Deseó volver a ser una niña sin más preocupaciones que las que pudiera tener un infante que pasa los días corriendo, saltando y metiéndose en líos ella sola. Una ligera sonrisa se formó en sus labios al recordar aquellos momentos en los que una pequeña Arien había sido feliz, siempre sonriente y vivaz. 

Morie. Morie. Morie. 

Pero pronto esa sonrisa se tornó en una mueca. A su mente llegaban ahora recuerdos que por primera vez tenían un tono distinto a como siempre los había rememorado. Ya fueran de ella con sus padres, o las clases con Gandalf, e incluso las continuas visitas a Rivendel; todos se tornaban ahora con una sombra, y los rostros de las personas que conocía parecían esconder miles de secretos detrás. 

Morie. Morie. Morie. 

Aquel nombre resonaba en su cabeza como un martillo, pero más claro y más alto de lo que lo había hecho hasta ahora; llegando al punto en el que por unos segundos el nombre de Arien le pareció ajeno a ella. Su respiración aumentaba la velocidad, al tiempo que todo su alrededor daba vueltas y vueltas, y se sentía mareada. Sus ojos se abrieron repentinamente, mostrando por unos segundos un color rojo sangre, hasta que el verde esmeralda volvió a emerger. 

The Things We Lost In The FireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora