Rencillas con los Trasgos

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Ya había anochecido cuando fue a buscar a los enanos. Los encontró a todos juntos, menos a Thorin y Balin, en un pequeño patio, riendo y cantando. Escondido entre las malezas, Shanga los observaba a unos metros de distancia con sus grandes ojos grises. Arien se acercó a él y le acarició la cabeza.

- ¿Que haces aquí solo? Te resultan curiosos los enanos, ¿verdad?- Shanga bufó- Si, estoy de acuerdo.

La elfa lo dejó allí y se acercó a la compañía. Las palabras de su madre aún le retumbaban en la cabeza, y pensó que una distracción no le vendría mal. Uno de los enanos estaba en el centro del corro entonando una canción mientras los demás lo animaban.

Hay una posada, una vieja y alegre posada
al pie de una vieja colina gris,
y allí preparan una cerveza tan oscura
que una noche bajó a beberla
el Hombre de la Luna.

El palafrenero tiene un gato borracho
que toca un violín de cinco cuerdas;
arriba rechinando, abajo ronroneando,
y serruchando en el medio.

El posadero tiene un perrito
que es muy aficionado a las bromas;
y cuando en los huéspedes hay alegría,
levanta una oreja a todos los chistes
y se muere de risa.

Arien soltó una carcajada y el enano paró de cantar. Todos los demás se giraron hacia ella. La risa de Arien había sonado casi como una melodía en si misma.

- Por favor, continua – dijo ella al  ver que sin querer había interrumpido la copla- me estaba gustando.

El enano dudó unos segundos pero en seguida retomó la letra. Arien se acercó al lado de Bilbo, que se encontraba algo apartado del resto, y se sentó con él. El hobbit le pasó a la elfa una jarra de vino caliente. 

- He de admitir que me gustan los enanos.

- A mi solo en ocasiones- bromeó el hobbit- Ya sabes, cuando no irrumpen en mi casa y se terminan toda mi comida.

- Te daré la razón en eso - dijo ella antes de beber y disfrutar del espectaculo que los enanos ofrecían

Bilbo estaba inquieto. Hacía rato había sido testigo de una conversación que le había dado que pensar. Ciertamente el no debía de haber escuchado aquello, pero el destino había querido que el hobbit estuviera en el sitio adecuado en el momento adecuado. O tal vez no tan adecuado. 

- Tengo que contante algo- dijo en un susurro que sabía que Arien escucharía. La elfa se giró sorprendida, pero el semblante serio de Bilbo la hizo preocuparse. Comprobó que los enanos seguían ajenos a la conversación y volviendo a mirar al frente esperó paciente a que Bilbo hablara - Antes escuché a Gandalf y Elrond hablar sobre Thorin. Al parecer no mucha gente está a favor de que recuperen la montaña por la más que probable locura de Thorin. ¿Sabías algo de esto? 

Arien suspiró asintiendo con la cabeza. 

- Así es. Su abuelo enloqueció por el oro, una enfermedad que afecta a muchos... aunque espero que Thorin sea diferente, o al menos eso quiero creer. 

- ¿Y si no lo es? ¿Y si todo esto que estamos haciendo en inútil? 

La elfa miró al hobbit con una ceja levantada. Las dudas carcomían a Bilbo desde dentro y le hacían preguntarse su valía la pena haberse unido a  esta empresa que auguraba un fatídico final para al menos uno de los integrantes. 

- Las dudas son malas compañeras Bilbo. Pero si de algo estoy segura es de que ninguna aventura es inaprovechable.- La elfa dirigió su mirada al grupo cuando el enano terminó de cantar. - ¿Como os llamáis señor enano?- preguntó Arien.

- Bofur, mi señora- dijo este inclinando levemente la cabeza – Y este es mi hermano Bombur y mi primo Bifur – señalo a dos de los que estaban allí, uno de ellos con una hacha en la cabeza. 

The Things We Lost In The FireWhere stories live. Discover now