—¡Terry! —El castaño detuvo su andar y dio vuelta justo a tiempo para recibir el abrazo de la rubia—. Oh, Terry, te extrañé tanto —lloriqueó ella, aferrada a su espalda.

Terrence la apretó contra su pecho, encerrándola en ese abrazo que, por su estúpido orgullo, le negó aquella tarde en Nueva York.

—Perdóname —murmuró contra su pelo—. No debí reaccionar así —confesó en un susurró.

Candy no dijo nada, solo quería quedarse así, protegida por el amor de Terry, para siempre.

Por la ventanilla del módulo de información, Flamy y Natalie fueron testigos del tierno reencuentro.

—Puedes irte, Natalie. Yo esperaré a Candice.

La joven asintió en silencio y se retiró. Esperaba que Flamy no fuera tan severa con Candice.

❣️❣️❣️❣️

—Ven, vamos afuera. —Terrence rompió el abrazo y la tomó de la mano, guiándola a la salida del hospital.

—No puedo estar mucho tiempo fuera —se excusó ella en cuanto estuvieron lejos de la vista de su compañera.

—Lo sé, es solo que hay algo que quiero hacer y...—La boca de Candy sobre la suya interrumpió su atropellada frase.

—Yo también quería —dijo ella, con su boca aún sobre los labios masculinos.

Terrence sonrió.

—Te amo tanto, Candy —musitó antes de esparcir pequeños besos por todo el rostro de la joven—. Por favor perdóname por no entender tus motivos. Yo... —El índice de Candice en sus labios lo silenció.

—Todo está olvidado, Terry —sonrió la joven, mirándolo con tanto amor que el chico se sonrojó—. Solo... no dejes de responder mis cartas, ¿sí?

—¿Tus cartas? No recibí ninguna. —Frunció el ceño.

—Lo digo por la carta de despedida que te dejé —aclaró ella, mientras jugueteaba con el cuello de la camisa masculina—. Todos los días iba al buzón, deseosa de encontrar tu respuesta.

Candice observó como el semblante de Terrence se endurecía y dejó de jugar con la camisa de este. Por instinto dio un paso atrás, sin embargo, él no dejó que se alejara.

—No recibí esa carta —dijo pasados unos segundos—. ¿A quién se la entregaste? —preguntó con voz suave.

—En la recepción del hotel. Les pedí que te la entregaran cuando dejaras la habitación.

Terrence recordó que había dejado el hotel sin pasar por la recepción y su ceño se relajó.

—Me fui sin pasar a recepción.

—Si no recibiste la carta, ¿por qué estás aquí? —inquirió la chica, su corazón desbocado.

—¿Es que no lo sabes, Candy? —preguntó él, mas no la dejó responder y añadió—: Te amo, pecosa. Y si no fuera por la gira, y porque necesito el dinero para poder casarnos, habría venido por ti en cuanto me di cuenta que por mi estupidez podía perderte.

—Terry.

Al chico jamás le había gustado más su nombre que en ese momento, susurrado por ella.

—¡Candice! —La voz de Flamy, llamándola, los trajo a la realidad.

—Tengo que irme.

—Lo sé.

—Mañana...

Tú eres mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora