—Perdóname, yo… —comenzó a decir Candice, al tiempo que quitaba las manos de las solapas del traje, sin embargo, no continuó, pues no sabía cómo justificarse.

—Perdóname tú, por favor. —Terrence mantuvo una mano en la espalda de la chica, y con la otra tomó su rostro, acariciando sus mejillas todavía húmedas de llanto—. He sido un bruto contigo cuando lo único que he querido, desde que te vi en la taquilla, es tenerte justo así…

—¿Llorosa y llena de mocos? —preguntó ella con una sonrisa que palió una décima los remordimientos del castaño.

—Dócil y en mis brazos —corrigió, inclinando un poco la cabeza, haciendo que una serie de escalofríos bajaran por la columna de la chica—. Te extrañé, pecosa —dijo entonces, descansando su frente sobre la de ella.

Candy subió las manos hasta la bufanda del actor, que continuaba cubriendo parte del rostro de Terrence. La retiró con cuidado, dejando a la vista las mejillas masculinas; entonces se permitió tocar su mandíbula, detallando la ligera aspereza de la barba que ya comenzaba a crecerle. Lo vio cerrar los ojos y sonrió, sintiendo que por fin estaba con Terry, ese que, una mañana brumosa, le prometió volver por ella. El mismo que le envío aquella carta que detonó su huida del colegio. Ese del que se enamoró y vino buscando. Este era su Terry, el dueño de su corazón y de su vida.

—Te amo —pronunció en voz queda, no pudiendo callar más ese par de palabras que tan solo pudo gritarle una vez, y que no está segura si escuchó.

Terrence abrió los ojos, enfocando su mirada zafiro en la esmeralda de ella. Y encontró todo el amor que desde niño anheló y que siempre se le negó. Sus labios se estiraron en una sonrisa que titiló con luz propia en su mirada.

—Pecosa, yo… —La puerta se abrió y la confesión que tanto deseaba Candy se perdió en la nada.

—Terrence, Robert está buscándote. —Susana Marlowe estaba parada en el umbral, observando con mala cara a la pareja.

Candice quitó las manos del rostro de Terry y quiso romper el abrazo, pero este no se lo permitió, por el contrario, la pegó más a él y miró a su compañera por encima de la cabeza de la pecosa.

—Gracias por avisarme —respondió educado, con la misma fría cortesía que desquiciaba a la señorita Marlowe.

Susana tenía rato buscándolos, y no porque Robert Hattaway lo necesitara, eso tan solo había sido el pretexto. Desde que lo vio desaparecer de la mano de esa rubia aniñada quiso seguirlo, no obstante, no podía hacerlo sin ser demasiado obvia, por lo que tuvo que esperar unos preciosos minutos que entorpecieron su búsqueda. Y ahora los encontraba ahí, teniendo un encuentro romántico.

—¿Necesita algo más, señorita Marlowe? —preguntó entonces Terry, deseando que la ojiazul desapareciera de una buena vez.

—Yo… no, perdón. —Azorada por el tono cortante de Terrence, Susana se dio la vuelta y se internó en el vagón.

Candice suspiró, aflojando los músculos que, sin darse cuenta, se tensaron por la presencia de la actriz.

—Será mejor que entremos —dijo la joven, despegando la cabeza del pecho del castaño.

—Puede esperar, no creo que sea importante —rebatió él, llevando las manos a la cara de la rubia—. ¿En qué estábamos? —Levantó una ceja y esbozó esa sonrisa de medio lado que tanto irritaba a Candy.

—Ibas a declararme tu amor, mocoso engreído. —Elevó la nariz, fingiendo indignación como tantas veces en el pasado.

—¿Yo? —El chico puso cara de confusión, ganándose una mirada airada.

Candice intentó zafarse, esta vez con más bríos, pero, antes de que pudiera vociferar en contra de Terrence, este se le adelantó.

—Te amo, pecosa enojona —murmuró justo antes de rozar los labios femeninos con suavidad.

Candice se quedó paralizada, con el corazón galopando a sus anchas en su pecho. Era su segundo beso, y con el mismo chico. Fue apenas un toque de labios, igual que el primero, sin embargo, a diferencia de aquella vez, cerró los ojos y se permitió disfrutar de la suavidad de los labios de Terrence.

El beso terminó demasiado pronto, o eso le pareció a ella, no obstante, cuando sus bocas tomaron un poco distancia no pudo evitar que su rostro adquiriera esa expresión bobalicona que siempre relucía cuando soñaba despierta.

—Candy, mi pecosa, no sabes cuánto te he añorado —musitó Terrence, mientras acariciaba con los pulgares sus mejillas encendidas de rubor—. Quería tanto traerte conmigo. —Unió sus frentes y bajó los párpados, ocultando el dolor que destelló en sus ojos—. Si tan solo fuésemos mayores, pensé en aquél momento, y no sabes cuánto he lamentado… —calló de pronto, despachando los pensamientos que lo han acompañado desde que abandonó el colegio—. ¿Me has perdonado, Candy? —preguntó en un susurro que quiso ocultar la agonía que sentía.

Candy percibió el dolor de Terry como si fuera algo tangible; un fiel reflejo del propio.

—No tengo nada que perdonarte. —Llevó las manos al rostro masculino, y se permitió acariciarlo con los pulgares.

Terrence la abrazó, con la cara oculta en el cuello de la joven sintió que por fin su vida estaba completa.

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N/A.: Bueno, ya están juntos 😍. Pero, ¿por cuánto tiempo?

Gracias por sus votos y comentarios en los capítulos anteriores, los voy leyendo y luego me daré a la tarea de responderlos.

Gasparines, gracias por seguirme con su lectura. Pero no se vayan sin comentar y votar ingratos xD.

El viernes publico el capítulo 4.

Tú eres mi vidaWhere stories live. Discover now