Capítulo XXVIII: Descubriendo todos los secretos

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NARRA YARA:

Me encontraba dibujando justo cuando pasaron a darme mi medicación, levanté la cabeza y al ver a Alexa, mi exmejor amiga vestida de enfermera y con un carrito con yo que sé que cosas no pude evitar coger la lamparita que tenía al lado izquierdo en la mesilla en forma de defensa.

- Wo querida, definitivamente este sitio te está volviendo aún más loca. -enseñó una sonrisa bastante irónica. La detestaba sin duda, los calmantes hacían que mis movimientos fueran aún más lentos y patosos de lo que debería. - Vine aquí como muestra de que no soy tan mala, por esos años de amistad que tuvimos no permitiré que pases más tiempo en este loquero. Es bastante asqueroso ver cómo te vas consumiendo, ¿acaso ni siquiera comes?

- Vete de aquí, o créeme que chillaré. -Reuní la mayor seguridad que podía para encararla.

- Querida, piénsalo si acabamos con tu patética existencia te ahorrarás tener que padecer sin tu querida parte asesina. Ni si quiera tendrás que aguantar aquí más tiempo, ya no te queda nada. Tus padres no han venido a verte ni un solo día, mandaste a la muerte a Íñigo para que ahora tu acabes así.
Marco te desprecia, estás sola.
Así que espero que desde la otra vida agradezcas el favor que te voy a hacer. -Se fue aproximando a mí con una aguja con una jeringuilla en la mano, me levanté de la cama para alejarme en vano.

De un instante a otro ya tenía la aguja en mi brazo, no me quedaban fuerzas para alejarla si quiera.
Tenía razón, tal vez lo mejor era desaparecer.

El líquido fue lentamente entrando en mi sangre.

Narra Marco [media hora antes]:

- ¡Susan! - Dije nada más ver a mi cuñada, desde que murió mi hermano me daba la impresión de que estaba esquiva conmigo. Decidí darle un tiempo, apenas la veía una vez al mes por mis sobrinos. Pero necesitaba hablar con ella sin que los niños estuvieran presentes.

-¿Marco? ¿Qué haces aquí?- Preguntó extrañada- ¿Pasó algo con los niños? -Cambió enseguida su rostro a preocupado.

- No, tranquila solo viene para hablar contigo. Sé que ahora acabas a las dos y tenía pensado recogerte para ir a comer y charlar un rato.

-Lo siento, pero ahora tenía que hacerle unas pruebas a una de mis pacientes. -Sonrió dulce con la mirada algo baja como estos últimos años, e hizo el amago de irse.

-¡Espera!-Le cogí del brazo delicadamente y aún así ella pareció temblar ante el contacto y la solté. - ¿Está todo bien?

- S-si- Dijo entrecortada y con los ojos perdidos en la nada.

- Puedes confiar en mí ¿lo sabes no? - Busqué sus ojos con mi mirada.

- Marco porfavor, tengo que seguir con mi trabajo. - me respondió esquiva.

- ¿Lo extrañas? - En ese momento noté como se tensó y me miró con los ojos llenos de lágrimas.- Es bueno decir las cosas en voz altas, hablar de ellas.

- No -respondió y volvió su mirada al suelo.

-¿No qué?-Le pregunté

- No lo extraño, me culpo por ello pero sencillamente no puedo.- Me quedé atónito ante su respuesta, la voz tan segura y fría con la que la dijo. Todo me hizo congelarme en el sitio. ¿Como su propia mujer, con quién salía prácticamente desde la guardería no lo podía extrañar? No sabía muy bien que decir. - Él cambió mucho, dejó de ser el chico comprensivo y dulce al que queríamos.

- ¿A que te refieres?- Cuestioné algo enojado.

- ¿Nunca te planteaste porqué Miki ni siquiera lloró el día de su entierro, su propio hijo? -Jugó con las manos nerviosa y antes de que más palabras salieran de su boca todo vino a mí a cámara rápida, se me nubló la vista y una sensación vertigosa se hizo presente.- ¿Nunca te planteaste porqué siempre llevaba tanto maquillaje cuando lo odiaba? ¿O por qué llevaba pañuelos en pleno verano por el cuello?

No podía ser.

Siempre me negué a pensarlo siquiera, pero se supone que un buen policía se debería de haber dado cuenta de esas cosas.

Lloré, lloré mientras la imagen del hermano perfecto a quien siempre me quise parecer se iba rompiendo a pedazos y desvaneciéndose como si el mismísimo fuego de mi tormenta lo hiciera desaparecer.

- ¡Marco! ¡Marco! Marco escúchame, no es tu culpa.
Era tu hermano entiendo que ni siquiera lo pensarás. Escuchame, ¡Marco! -La oí chillar entre la tormenta que acababa de estallar en mi cabeza y caí al suelo.

Abrí los ojos y me encontraba en una silla, Susan me miraba preocupada y de nuevo todo lo ocurrido volvió a mí.

- Ella... -Susurré nada más abrir lo ojos.

- Shh tienes que volver a casa y descansar. -Respondió Susan con voz dulce.

- Ella tenía razón. -Al pensar en Yara, mi Yara todo mi cuerpo reaccionó haciéndome recuperar por completo el sentido.

- Ella nos salvó. - Era la afirmación que me faltaba para querer salir y correr para tenerla entre mis brazos. Pero después de lo que le hice lo veo imposible, maté a su mejor amigo. No la creí y la traté de una forma despreciable.

- ¡¿Por qué no me lo contaste antes?! - Miré a Susan

- ¿Para qué? Ya estaba muerto, no quería estropearos la imagen que teníais de él. - Agachò un poco la cabeza.

- Aún así... Debiste contarlo. -Intenté sonar tranquilo, aunque con todo lo acontecido no lo estaba para nada.

- Tienes que saber que ella no lo quiso matar, en un principio solo lo asustó mientras pegaba a Miki. Yo... no tenía fuerzas - noté como su voz iba temblando al recordarlo- consiguió que soltara a Miki y le amenazó con que no nos volviese a tocar. Pero entonces él sacó un cuchillo, no sé bien de donde pues todo era borroso y mientras ella se iba, se lo clavó haciéndole una raja en las espalda. -tomó aire con los ojos llorosos y la abracé.- La tiró al suelo y cuando iba a volver a clavárselo algo salió disparado de un anillo suyo y lo mató. Consiguió sacar fuerzas e hizo parecer que todo fuera por culpa de un robo y llamó a la ambulancia. Después de eso, se marchó.

- ¿Le viste la cara? - Pregunté nervioso.

- Se quitó el antifaz para que él le viera la cara antes de morir. -Dijo mirándome con los ojos llorosos.

- Tengo que ir a buscarla. -Respondí, la miré y corrimos hacia su habitación.

Al abrir la puerta de la habitación no pude creer lo que veía, Yara se encontraba en el suelo junto a su cama y Alexa, la que se había convertido en algo así como mi amiga desde el juicio estaba inyectándole algo.

Antes de poder pensar algo coherente siquiera la cogí y de forma algo brusca la aparté de Yara. Susan rápidamente llamó a seguridad y a un médico.

- Marco, cariño no es lo que parece le estaba ayudando. Ella, ella me lo pidió quería salir de aquí. -empezó a lloriquear mientras los de seguridad la cargaban llevándosela de allí.

Cogí a Yara en brazos una vez quitaron la aguja de su brazo, por suerte no le dio tiempo a inyectarle todo el líquido.

- Yara porfavor se fuerte, amor no te vayas. -lloré besando su cabeza y dejándola en la camilla.

Todo había pasado demasiado rápido y en un mismo día, se la llevaron para ver si podían extraerle a tiempo el líquido y me abracé a Susan desconsolado.

En un principio al notarla tensarse me fui a separar pero enseguida noté sus brazos rodearme también.

Como había sido tan imbécil, es cierto que aún quedaba muchas cosas de las que hablar y que solucionar con Yara.
Pero lo único que quería es tenerla entre mis brazos a ella y a quien también formaba parte de ella llamada Alexa, me daba igual en la personalidad que fuera. La necesitaba, la amaba.

Todo pasó a un segundo plano en mi vida y mis pensamientos, mi corazón, en todo sólo estaba ella.



El Antifaz [TERMINADA]Where stories live. Discover now