Capítulo XI: El dibujo

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- Perdona que no llegara a la hora. -Dije al ver a Alexa esperando en la silla de siempre, con la mirada baja. Me dolió haberla hecho sentir así de decaída.

- Pensé que ya no querrías venir...- Entonces fue cuando realmente supe que le importaba más de lo que pensaba nuestra amistad, desde el principio sentí algo familiar en ella y era como que predecía cada movimiento que iba a hacer por eso pensé en cambiar de tema para animarla con algo que le guste.

- No digas eso... ¡Te traje el bolso!- le tendí la bolsa y ella me sonrío emocionada.

- Gracias -Abrió el paquete y se colocó el bolso emocionada.- Te dije que fuera de color más verdoso no tan marrón. -Hizo una mueca haciéndome sentir aún peor.

- Es que no había otro en tienda, lo lamento. -Mordí mi labio nerviosa.

- ¿Y quién es este bombón? - Miró la mano de Marco y la mía unida.

- Soy Marco, encantado. -Sonrió mirándola y soltó mi mano para saludarla. - Te favorece también este bolso.

- Si tú lo dices, entonces me lo quedo. -Sonrió también- Alexa -Se acercó a darle dos besos a pesar de que ya le había saludado dándole la mano.

Ví una extraña complicidad entre ellos, y sentí que sobraba cuando empezaron a hablar. Me senté en uno de los asientos mirándolos estaban como en una burbuja hablando sobre leyes, que desconocía que Alexa sabía, pronto cambiaron la conversación a cosas que les gustaba hacer en su tiempo libre.

- Ya es la hora, debéis iros.- Apareció la señora que conocí el primer día y puedo asegurar que nunca he agradecido más que llegara esta frase que siempre nos dice.

-Tráelo más a menudo hermanita. -Dijo sin apartarle los ojos de encima.

Es mío perra me entró ganas de comentar, pero realmente no lo era, unas manos entrelazadas podría ser solo cosa de amigos. Ni si quiera sabría que esto me molestaría.

- Nos vemos pronto. -Se dieron dos besos y salimos de allí completamente en silencio.

Una vez llegado a la plaza donde estaba la comisaría camino a mí casa, nos separamos y me dio un beso en la mejilla antes de retirarse.

Aún sentía la calidez de sus labios rozando mi piel cuando llegué a la entrada de mi casa.

Subí a mí cuarto procurando no cruzarme con mis padres, saqué de debajo de mi colchón mi cuaderno de dibujos y empecé a dibujar un poco a lo loco sin saber que es lo que iba a plasmar, pero quería dejar mis sentimientos sobre el papel con ese lápiz y esos colores.

Por alguna razón extraña dibujé a dos chicas pequeñas jugando, debajo de un árbol de navidad con sus juguetes nuevos. Pero al fijar en los juguetes podía apreciar como había plasmado la suciedad e incluso roturas en ellos.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo y cerré de golpe mi cuaderno, aunque parezca extraño a veces llegó a ter lo que puedan significar estos extraños dibujos que me salen en momentos de frustración.

El Antifaz [TERMINADA]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum