Capítulo XV: Conociéndonos

33 8 0
                                    

Narra Marco:

Estaba concentrado en mi trabajo, redactando una nueva denuncia de violencia machista. Cuando una Yara empapada entró por la puerta, seguida por un agente que chillaba que se detuviese, que no podía pasar así.

- He dicho que voy a pasar, dile a este pringado que se vaya. - Escuché la inconfundible voz de Yara, al abrirse la puerta me miró, con ese aire rebelde que en ocasiones le caracteriza. Pero no podía llevarle la contraria.

- Álvaro, puedes irte gracias. - Me dirigí a mí amigo y él me miró confundido, pero se marchó dejándonos a solas. - ¿Qué ocurre?

- Me han echado de casa. -Se encogió de hombros recostándose en una de las sillas con las piernas en la mesa, aparentaba indiferencia pero cuando sus ojos grisáceos conectaron con los míos pude percatarme de toda la tormenta que acumulaban.

- ¿Quieres presentar cargos? Les pueden quitar la custodia. -Le miré preocupada y poniéndome de pie junto a ella.

- No, no quiero presentar cargos. Sólo vine porque no sabía dónde ir, y bueno, mis pies me trajeron aquí. - Como si nada empezó a curiosear todo, cogiendo la nueva denuncia que estaba terminando de redactar.

- No deberías tocar eso. -Dije aún preocupado, nunca me habló de problemas con su familia. Aunque en realidad ¿Qué conocemos del otro?

- Maldito. -Miró con rabia el papel. Algo cambió en su mirada, no parecía la niña dulce o simplemente rebelde que solía ser. Pero ella era toda una caja de sorpresas, tal vez era por eso que el beso de Alexa no me gustó. Y en cambio, a ella ansiaba besarla cuando hacía esos adorables pucheros, cuando se mordía el labio en su trabajo al estar nerviosa o incluso cuando se pone el labial rojo, esa chaqueta de cuero y te sorprende sin saber que mierdas va a hacer, pero está claro que nada bueno.
Pasa de la timidez a la explosión, esa explosión vertigosa que remueve todo su interior, y te muestra su fortaleza.

Ella no es una niña frágil a la que hay que cuidar a pesar de lo que en ocasiones pueda parecer, más bien es aquella que no muestra sus armas hasta el final. Por eso me gusta esas dos partes de ella, es un misterio. Igual que la bailarina, quien no niego que también me atrae. Pero son como un circuito de atracciones y energías del que no me puedo escapar. Un tira y afloja, donde no sé quién ganará. Soy como su imán, y lo malo es que podría caer en el vacío. Pero nada lo haría cambiar.

Quiero conocer a ambas, ya decidiré a quien aferrarme. Pero por lo pronto, no quiero perderlas por Alexa, la supuesta hermana de Yara.
Quien no me da buena espina a todo esto.

- Debería irme. -Comentó y clavé mis ojos en los suyos grises, y pude distinguir como la tormenta de sus ojos iban a provocar rayos en cualquier momento, esas chispas de odio que saltaban como relámpagos. Está afectada por lo de sus padres, y ahora esto. Definitivamente, no iba a dejarla así.

- Si, yo también. ¿Quieres quedarte en mi casa a dormir? -Me rasqué la nuca nervioso- quiero decir...

- Solo si dormimos separados, no me fío de usted teniente. -Me interrumpió y se acercó demasiado a mi cuerpo, levantándose de la silla. Sus labios se rozaban con los míos. Pero algo pasó por su mente que la hizo alejarse de un brinco.

- Vamos. -Salió por la puerta dejándome con la respiración acelerada. Realmente deseaba ese beso que pensé que iba a llegar, pero la entiendo. A ella no le gusto, y en el caso de que así fuera este no sería el mejor momento.

Narra Alexa:

Volvimos a esa espaciosa casa, charlando alegre mente sobre cada cosa que se nos ocurría.
Al parecer tenía un hermano, que fue asesinado. Y desde entonces se prometió encontrar a su asesino, sigue las pistas del mayor misterio de la ciudad. La asesina del antifaz.

Se encontraba preparando la cena, mientras lo observaba desde uno de los taburetes de la cocina.

Entonces fue cuando en el pasillo ví una guitarra.

- ¿Tocas?-Le pregunté sin dejar de admirar la preciosa guitarra marrón y negra.

- Bueno, a veces compongo. Pero no suelo tener tiempo. -Dijo aún con la mirada puesta en la sartén.

- ¿Por qué no me tocas algo?- Nada más preguntarlo, vi como sus ojos se iluminaron de una forma mágica.

- Nunca he tocado para nadie.-Sus ojos miraron los míos y se rascó la nuca nervioso.

Me levanté yendo a por la guitarra y se la tendí.

- Siempre hay una primera vez para todo. -Mordí mi labio inferior ocultando una sonrisa, y esperando que aceptara.

- Solo promete que no te reirás.

- No puedo prometerte nada. -reí y me subí junto a él a la encimera de la cocina.

Comenzó a tocar algunos acordes, mientras que sus ojos parecían atravesar los míos. Sin despegar nuestras miradas, la melodía comenzó surgir. Su voz, junto a los acordes era todo una melodía con la conexión de nuestros ojos que creaban esas chispas de fuego, dando lugar a un ambiente único. Donde podría asegurar que me quedaría siempre, el segundero del reloj dejó de sonar.
Cuando la última palabra salió de sus labios, bajé la mirada a ellos.

Entonces ocurrió, sus labios se encontraron con los míos como nuestros ojos lo habían hecho antes.
No era desesperado, sino más bien lento, lleno de pasión. Nos separamos por falta de aire, pero antes jalé levemente de su labio inferior.

- WoW... -Dijl con nuestras frentes juntas, tratando de recuperar el aire.

- ¡La cena que se quema!- me separé corriendo a darle vueltas.

- Y está quemada. -comenzó a reír y yo hice una mueca.

- ¡Jooo mi comida! -puse una cara apenada.

-Podemos hacer otra cosa. -Dijo para consolarme

- Mejor pedimos pizza a domicilio. -reí- Ya se ve que nosotros no servimos para esto.

- Buena idea. -Fue a llamar por teléfono, mientras miré los cuadros que tenía. Entonces todo empezó a dar vueltas....

No podía ser, yo maté a su hermano.


El Antifaz [TERMINADA]Where stories live. Discover now