Donde Harry deja de hablar desde muy pequeño y Louis es un psicólogo que intenta ayudarlo.
Harry bottoms!
Louis tops!
Esto no va a cambiar a lo largo de la historia. Harry tendrá 19 y Louis 24. La historia estará narrada en omnisciente la mayoría d...
La vida de Harry debería haberlo preparado para esto.
20 años de desilusiones, de falta de aceptación y comprensión, de dolor... Debería estar listo, debería ser capaz de soportar un golpe más.
¿Por qué le afectaba tanto? ¿Por qué dolía?
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Cada día de la semana, cuando Louis terminaba con sus pacientes, este llevaba a Harry y a Tyler al parque, o a tomar helado, o al cine, o a cualquier lugar que pudiese ser entretenido para ambos. Era algo que habían pactado con Gemma luego de dos semanas de conocerse, ya que la ayudaba el no tener que pagarle a su compañera para que se quedara cuidando del niñito.
Harry tenía un talento innato con los niños, algo que Louis jamás hubiese esperado, pero adoraba ver en el día a día. Incluso con lo poco que se comunicaba, sabía exactamente qué quería el menor, como calmarlo o entretenerlo. Simplemente sorprendente.
No podía quejarse, la vida que estaban manteniendo en ese momento era inigualable a cualquier experiencia que haya tenido antes. Incluso ansiaba algún tener una niña o niño propio al cual mimar, junto al menor, por supuesto.
Citas en el restaurante, salidas con sus amigos, cuidar del pequeñito, charlar con Gemma, acurrucarse con Harry todas las noches antes de dormir. Era perfecto.
Y así lo fue, perfecto... por dos meses.
Era uno de los primeros días de abril cuando Gemma llamó eufórica al teléfono de Louis, para contarle que había conseguido un puesto en una empresa americana.
Ese fue el principio del fin.
Tal como la familia del menor había llegado a sus vidas, se fueron. Un final agridulce a aquello que comenzó como una preciosa experiencia para todos los participantes de ella. Louis jamás lo vió venir, jamás pensó que la rutina que habían establecido cambiaría con tal prontitud, pero así era.
Los ayudaron a empacar, los llevaron al aeropuerto, se despidieron y los vieron partir.
Sería una subestimación decir que a ambos se les cayeron tan solo un par de lágrimas. Volver a la casa, solos y en silencio, para encontrarse con la nada misma esperándolos fue devastador tanto para el mayor como para el menor.
La nada misma, solo vacío.
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