Confort

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Los destrozos de una construcción a medio caer dominaban el territorio que antes había servido como un campo de batalla a lo cual un joven temperamental salió victorioso pero dañado en espíritu, marcado por una ocurrencia que se quedaría como un trauma para toda vida. Sus venas pulzantes que se sobresalían bajo la piel de sus miembros superiores manchados en rojo, quemaban y la sensación de adrenalina no se desvanecía de su cuerpo. A cada segundo que pasaba podría sentir, recordar, como su mano se posicionaba adelante de la cara del enemigo y le calcinaba la piel; volvía lo que una vez fué un rostro en una imagen retorcida y deplorable de carne que le erizaba los pelos en emoción.

Arrodillado sobre los detritos miraba el suelo que a pocos era salpicado por las minúsculas gotitas de sangre que se resbalaban desde un corte que tenía seguindo de su mejilla, pasando por el ojo y cruzando su ceja. Al tan solo fruncir su ceño en discordia por los sucedidos sentía como le ardía la pequeña herida que se asomaba a muchas que tenía le dominando el cuerpo.

En espasmos musculares su espalda se movía reaccionando a la reciente crisis de lágrimas que abandonaban sus ojos dilatados y caían directamente al suelo.

Lo había hecho.

No podía negarlo.

Por primera vez en su deplorable existir, había terminado con una vida.

Y lo peor, se sentía tan bien.

Le rellenaba de satisfacción pensar que lo había hecho a algo que en su tan miserable existencia, decidió por herir a una persona, que era una de las pocas que importaban en su vida. ¡Era êxtase total! No podría decir que se arrepentía, de no ser por sus lágrimas de desespero que no se limitaban a quedarse reprimidas y salían a la luz revelando sus demonios.

Porque lo que hizo no era cierto, no era algo digno de un héroe, no era algo que haría All Might, que haría el estúpido de Deku.

Já.

Se podría decir que había alcanzado la mierda total, porque en realidad era una miseria llegar a compararse con el puto nerd y el símbolo que había jurado superar.

Y en medio a lo llanto que denotaba su aflicción solo pudo reír de su propia decadencia, mezclando emociones diversas que pronto entrarían en combustión de tan contradictorias y insoportables de se abrigar en una única persona. Lo que hizo jamás sería algo que harían ninguna de las personas que conocía, que tenía cerca, no, eso era algo típico de él, de su locura y irracionalidad, de su capacidad de villano que a mucho podían ver la liga de bastardos que un día tuvieron la brillante idea de secuestrarlo.

Y eso de seguro se quedaría registrado en todos los periódicos circundantes, y de pronto, se vería entablado en todas las noticias como un patético aspirante a super héroe había confirmado lo que todos sospechaban desde el festival desportivo, descargarían sobre los hombros de su profesor y todos los responsables por U.A los estúpidos que fueron en depositar sus esperanzas en un joven que en realidad, nunca tuvo capacidad para ser alguien de respecto, de ser salvo, o mucho menos digno del título que tanto anhelaba al formarse. Y francamente, eso le valía una mierda. Mentiría si dijera que habían muchas cosas a la cual se importaba más allá de su imagen difamada, su orgullo herido o el ser subestimado. No era nobre, y en algún momento hasta llegó a pensar que su sueño no pasaba de pura ambición, que buscaba un camino con rumbo equivocado, hasta llegar a la fatídica conclusión de que se basaba más en una sed por reconocimiento que luego debería verse corrompida por la necesidad de ayudar, de salvar y mostrar a todos que era capaz, de que jamás se quedaría atrás de un idiota sin talento. Pero eso ni siquiera llegó a concretarse y ahora, había parado a medio camino por andar.

Su ambición aún no había sido convertida en total bondad, y no tiene fe que algún día llegue a ser.

Una vez oyó, durante los escasos momentos en que estuvo confinado bajo la merced de los fuera de las leyes qué; la violencia era justificada en esa sociedad donde eran los héroes que la practicaban y que al contrario de los villanos, solo servía cómo una forma de justificar su condena. Tenían un punto, pero no estaban de lo todo ciertos, sí habían consecuencias, no todo era justificado y la muerte era uno de ellos. Teñir sus manos con la sangre del adversario no era algo que fuera valorado por el lado a la cual servía, matar nunca era la solución y solo dependía de las circunstancias. Si no eran favorables, la consecuencia era el arresto. Y el que aún no fuera mayor de edad no cambiaba su sentencia.

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