Egoísta

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...

Resopló al mirar el reflejo que no más conocía... Él espejo le daba la visión de una persona hundida en la mierda.

Tosiendo fuertemente llevó el pañuelo de papel cerca de la boca para evitar la mayor manifestación de gérmenes, sintiendo una imcomoda sensación de ardor en la garganta dolorida. Su aspecto desgrenado le daba asco, y la nariz que le escurría a menudo necesitando limpiarla a cada rato le molestaban demasiado. Se volteó cuando vislumbró otra figura, una menuda, siendo reflejada en la superficie de vidrio, un poco más alejada, cargando consigo una enorme maleta auxiliada por pequeñas ruedas dirigiéndose a la puerta que daba acceso al exterior de la habitación.

- Bakugou-chan. - Su vista se perdió en la expressión angustiada que tomaba cuenta de la cara pequeña.

- ¿Qué? - Con su voz sonando nasalada por cuenta del resfriado, miró detenidamente la pequeña mujer apenada que se encogía entre los monte de panos que llevaba en su cuerpo, ocultando el formato de su figura pero le calentando en el tiempo frío.

- Ya me voy. Aqui está mi clave del apartamiento. - Dijo le ofrecendo el objeto de metal mientras se acercaba recelosa. - Gracias por todo.

Dijo sin más, se alejando, le dejando.

Fueron cinco, diez, veinte minutos después que pudo reaccionar, y observando la atmósfera calmada y silenciosa que ahora tomaba cuenta de su hogar, que percibió que estaba nuevamente solo... No había nada que diera indicios de que algunas vez hubo más de una persona viviendo allí, llamando aquella habitación de suya, aquel apartamiento de casa.

Era en eses momentos que realmente una persona podia pensar, y concluir por fin, que era estúpida. Dar por terminada una relación conflituosa podría se decir que era lo mejor para las dos personas involucradas, pero no habían pasado ni siquiera una media hora, y ya sentia que le hacía falta. Lo que debería hacerle bien en poco minutos le estaba causando el efecto contrario, y deseando volver en el tiempo veía que con discusiones y peleas aquello le hacía bien, le hacía sentirse vivo.

Vaya, cosa más rara no podría haber así como el maldito arrepentimiento que le consumaba las entrañas por no haber tenido el mísero valor de imponer su decisión en relación al repentino rompimiento, a la repentina sugerencia de que él volviera a vivir solo y ella también en su antiguo hogar que por desgracia estaba en otra ciudad y próximo a la universidad que le prometía su mayor sueño.

Eras un maldito cobarde y un hijo de puta mayor por no darse por vencido, por saber que la necesitaba y que por ese jodido sentimiento que una vez deseó ocultar iba a cometer una de sus mayores estupidices.

[...]

- Joder... - Su voz se perdió en medio al tiempo en que se quedó mirando el nada. Estaba mismo haciendo eso.

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