Choque

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Las naves por fin estaban unidas por el frágil Cordón que, a pesar de su nombre, era más bien un túnel rígido y primitivo. Nabil y Zumai habían sido los primeros en establecer contacto oficialmente, grabando en video el histórico momento en el que se estrecharon las manos mientras flotaban en aquel corredor, acompañados de sus más cercanos colaboradores.

Los primeros días, además del arriesgado y necesario saludo interplanetario entre capitanes, se procedió a reforzar la conexión para permitir el paso de más personas y material. Se incluyó el establecimiento de vías de comunicación. Se agregó la función de gravedad artificial. Mientras, por medio de cursos rápidos se mejoraba constantemente la comprensión en el lenguaje común (o lingua franca, como la llamaban las antarianas), pues aprenderlo se había vuelto una obligación autoimpuesta en ambas naves: todos estaban deseosos de hablarlo para tomar parte de la experiencia.

Solo hasta que se tuvo completa certeza de la seguridad de esta vía de paso, se permitió que las tripulaciones de ambas naves comenzaran a establecer contacto. Tanto los hombres de la Aventura como las antarianas, abordaban en pequeños grupos la nave de sus contrapartes. Con cierto disimulo, los oficiales hacían pequeñas preguntas que pretendían obtener información sobre las reacciones de los tripulantes ante los pequeños encuentros, que al principio fueron de absoluta sorpresa y precaución.

Se trataba de un asunto delicado, pues unos cuantos días no bastaban para olvidar siglos de prejuicios sociales. De la misma manera, siglos de prejuicios sociales no eran suficientes para borrar millones de años de evolución. La biología siempre está latente, y a veces o, mejor dicho, la mayor parte de las veces, desborda al molde que la mente le quiere imponer.

No había muchas cámaras en ninguna de las dos naves. Las existentes, se habían planeado solo con la finalidad de monitorear ciertos procedimientos riesgosos, otras estaban empotradas en los sistemas de comunicación, por lo que solo buscaban que los interlocutores pudieran ver sus rostros; un tercer sistema de monitoreo estaba formado por las cámaras que tripulantes de ambas naves cargaban consigo para llevar registro de sus actividades, pero solo cuando decidían que era necesario. Los capitanes deseaban tener registro de todos los intercambios, pero no se atrevieron a ordenar que todos encendieran sus cámaras en todo momento por temor a que las tripulaciones infirieran de inmediato que estaban bajo una enorme lupa.

Arianna y Alenia se encontraban a bordo de la Aventura junto con dos de sus tripulantes. Los cuatro estaban en cuclillas, frente a un panel abierto que dejaba al descubierto las entrañas del sistema de comunicaciones de la nave. La idea era intercambiar información que permitiera agilizar las comunicaciones entre ambas naves.

‒ Este cable permite el envío de datos y energía ‒comentó Arianna al tiempo que señalaba un cable forrado de un material verdoso‒. Me parece complicado e innecesario mezclar ambos sistemas.

‒ En realidad ‒intervino uno de los técnicos, de nombre Donnie‒, es una ventaja poder hacer un intercambio de energía mientras se pasa información, solo depende de la intensidad de la señal. De esta manera, ambos aparatos, receptor y emisor, se mantienen con una energía constante.

‒ Preferiría dos sistemas separados ‒objetó Arianna‒, me da sensación de control.

‒ La computadora se encarga ‒explicó el compañero del técnico, mientras aprovechaba que ambas antarianas veían a su compañero, y le hizo un gesto con el que invitaba a su amigo a ser más diplomático‒. Es capaz de analizar la información sin importar la intensidad de la señal. Si solo necesita información, el uso de energía es mínimo, si solo busca el almacenamiento de energía, la transferencia se da sin ninguna codificación. Si necesita ambas, todo es energía codificada en longitudes de onda muy sutiles, pero detectables.

Dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora