• EXTRA

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Sus pulmones habían comenzado a arder y sus pies ya no podían más.

-No puedo –soltó la mano que le sostenía y se detuvo en medio de la solitaria carretera –Ya no puedo más, mis pies ya no pueden –murmuró con la respiración entrecortada.

El pelinegro que iba delante de él lo miró atónito.

-No bebé, no es momento de rendirte. Vamos, vamos –corrió de nuevo hasta él para cogerle la mano, pero el más bajo negó.

Balazos comenzaron a resonar desde atrás y las siluetas de nueve hombres se comenzaban a percibir a lo lejos, cada vez más cerca. Ambos chicos saltaron alarmarlos.

-Vete, no dejes que te atrapen –el más bajo pidió dejándose caer de rodillas sobre el asfalto.

Los ojos del chico pelinegro se abrieron desmesuradamente. Los hombres y los balazos estaban cada vez más cerca. Miro hacia al frente de la carretera, ya no estaban muy lejos del punto donde estarían seguros, no podía dejar que después de todo se rindiera tan fácil.

-Amor, por favor, estamos cerca –rogó con desesperación mientras se inclinaba hasta la altura de este. Tomo el rostro contrario entre sus manos y lo hizo mirarlo fijamente –Mira hasta donde hemos llegado ya bebé, no puedes, no puedes simplemente rendirte así.

Las lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas del más chico, y el pelinegro estiro su mano para que la tomara.

-Aún tenemos una larga vida por vivir juntos –murmuró con dulzura el pelinegro. El labio inferior del chico arrodillado tembló ante la conmoción y por fin acepto la mano.

La sonrisa del pelinegro se ensancho de oreja a oreja, pero antes de que pudiesen volver a retomar su camino, tres balazos más fueron disparados en un mismo momento.

Los ojos del más chico se llenaron de horror y el pelinegro tuvo que apoyarse del contrario para no caer. De sus labios brotaron pequeños chorros de sangre, y cuando los hombres estuvieron a solo treinta metros, supieron que era su final.


Despertó con la respiración agitada, las escenas del pasado habían regresado a sus sueños. Tocó su corazón solo para verificar que latía a mil por minuto. El reloj sobre su buró marcaba apenas las tres de la mañana, y aunque aún era muy temprano, él sabía que no podría seguir durmiendo.

Se levantó con cuidado de la cama y encendió la lámpara a su lado. Busco sobre la cómoda sus lentes y entonces se los coloco. Camino de nuevo hasta la cama y se inclinó hasta alcanzar su pequeña cajita. Sentado sobre el suelo, observa la pequeña cajita de color purpura que estaba sobre sus piernas. Acaricio por unos segundos la tapa antes de abrirla. Y por fin sus ojos se vieron iluminados de los objetos más preciados que tenía en vida. Sus dedos temblaron mientras tomaban las fotografías bien cuidadas.

-Amor de mi vida, no puedes irte así de fácil. No te dejaré ir así de fácil.


...

   

I'm sorry. I love you (HunHan 2° Temp)Where stories live. Discover now