VI

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El Hada de Terraoscura, me mostró una sonrisa donde enseñaba unos pocos dientes los cuales estaban podridos. Al ver a aquel ser, enseñando esa, por así decirle, sonrisa, me dieron nauseas, de repente perdí toda mi fuerza para pararme, y caí de rodillas al suelo, no sin antes expulsar un vomito de un color negro azabache como la sangre de Vampiro que me inyectaron, y efectivamente lo que salió por mi boca no era nada más ni nada menos que mi propia sangre. Me empecé a marear, a tal punto de casi perder la consciencia, dentro de mi podía sentir un calor que de apoco se iba intensificando, las ansias de sangre volvían a aparecer, las ganas de matar se apoderaban lentamente de mi cuerpo, poseyéndolo poco a poco, pero tenia que poner resistencia no quería matar a la pequeña niña que aquel Hada aterraba.

[Déjamelo a mí Alan... yo puedo acabar con él...] Una voz susurrante sonó dentro de mi cabeza...

- ¡¿Quién sos?! Estas dentro de mi mente. Grité asustado.

- ¿Con quién hablas? Pregunto el Hada de Terraoscura muy intrigado.

Luego de un momento insoportablemente largo la voz volvió a aparecer.

[No trates de resistirte Alan, mi nombre es Algul, soy tu Voluntad Vampírica, ¿De donde crees que sacaste el nombre para rebautizarte?, aunque ahora te hagas llamar como yo, tu siempre serás el débil Alan, el imbécil que no pudo proteger a su hermanita menor, la pequeña Annis...]

-No te voy a dejar poseer mi cuerpo, no voy a dejar que mates a la niña.

[¿Tu cuerpo?, ¿enserio?, déjame decirte que ya no es solo tuyo, ahora en el habito yo, esta bien si no quieres dejarme el control, pero cuando te duermas yo tomare el control...]

- Entonces no dormiré nunca más, es un riesgo que tengo que tomar por el bien de todos, en especial de Annis.

[Muy bien, inténtalo si puedes, pero por ahora te daré algo de mi poder para que por lo menos no mueras aun, te necesito vivo...]

La voz de Algul desapareció, de repente el mareo también lo hizo, y la fuerza volvió a mi multiplicada por lo que podía sentir.

-Entonces. Me levante mientras mi cuerpo se transformaba levemente en la apariencia de la Voluntad Vampírica. – Las sonrisas de las Hadas de Terraoscura son una especie de ataque ofensivo y repulsivo para quien vea esos putrefactos dientes.

-Pero... ¿Qué te ocurre? ¿Como puedes resistirte a mi "Sonrisa Toxica"?

- ¿Entonces tus ataques tienen nombre?

-Todos los ataques de todos los seres con el gen Monstruo Humano tienen nombre.

-Entonces... este ataque se va a llamar "Velocidad Suprema". Dije en tono sarcástico, no iba a ponerle nombre a mis ataques, eso era muy estúpido, y corriendo a toda velocidad hacia el monstruoso ser. Y este se va a llamar "Puño Explosivo", seguía con el sarcasmo. Acto seguido golpee con mi mano semi transformada al Hada en la cara la cual se reventó al mínimo contacto.

Volví a mi forma original de Dhampiro, me acerqué lentamente a la niña la cual no paraba de llorar, pero apenas noto que iba hacia ella comenzó a alejarse de mí.

-No me lastimes. Me suplicaba la pequeña. Por favor,

-No te voy a hacer nada, ¿Dónde está tu familia?

-No sé nada Señor Monstruo.

- ¿Señor Monstruo? Jajajaja. No entendía el porque me reía en una situación como esa, tal vez eran los nervios. -Llámame Algu... Alan... llámame Alan, ese es mi nombre. Decidí volver a llamarme así para poder diferenciarme de la Voluntad Vampírica.

-Esta bien Señor Algul, gracias por salvarme.

-De nada pequeña, no quería que te mataran.

- ¿Por qué usted es diferente del resto de monstruos?

- Mira que eres educada al hablar. Afirme sorprendido. La verdad es que no lo sé.

-Oh, entiendo, no parece que estés mintiendo.

-Eso de mentir nunca se me dio bien, por cierto, ¿Cuál es tu nombre?

-Me llamo Candela.

-Qué lindo nombre.

-Gracias Señor Algul.

Repentinamente sentí un golpe seco contra mi espalda, aunque para ser sincero me pareció muy débil para ser el ataque de algún monstruo. Al darme la vuelta note a un hombre regordete mirándome con odio.

-Monstruo, no te atrevas a hacerle nada a Candela. Me ordenó. Y si pensas matar a alguien que sea a mí.

- ¡Papá! Tranquilo. Grito la pequeña. El Señor Algul me acaba de salvar la vida de uno de esos bichos pequeños que flotan,

- ¿Qué te salvó la vida?

-Así es. Dije alzando a la niña y llevándola con su padre. -Esas cosas, al igual que los demás monstruos incluyéndome, éramos humanos.

- ¿Qué cosa decís?, ¿Antes eran humanos?

-Exacto, lo que acabé de hacer fue salvar a su hija de un Hada de Terraoscura, uno de los tantos monstruos creados por la mano del hombre.

-No entiendo nada.

-Ni siquiera yo lo entiendo del todo, lo mejor es que se escondan, ambos.

-Muchas gracias Señor Algul. Las palabras de Candela me hicieron sonreír. Espero volverlo a ver.

-Ah sí, antes de que se vallan, ¿les puedo hacer dos preguntas?

-Las que quiera. Respondió el padre de Candela.

- ¿En qué año estamos?

-Este es el año dos mil veinticuatro.

- ¡¿Qué?! No puedo creerlo, para mi ayer era dos mil dieciocho, estuve dormido mucho tiempo.

- ¿Se encuentra bien?

Hice caso omiso a la pregunta del padre de Candela.

- ¿Cómo hago para llegar a la calle Rio Chico?

- Estamos como a cincuenta cuadras de allá, tendrías que ir a pie, ya que con todo este apocalipsis no hay más transportes.

-Ese no es problema, me preocupa otra cosa.

-Si se puede saber... ¿Qué cosa?

-Mis padres... debo saber si aún viven.    

Experimento G-115Donde viven las historias. Descúbrelo ahora