III

13 2 0
                                    

Desperté dentro de la celda de cristal, otra vez estaba allí, por un memento pensé que todo lo que viví fue un sueño y que todavía no habían experimentado conmigo, quise creer que nunca vi a Annis convertida en una Dhampira, pero luego me vi en el reflejo de mi prisión de cristal.

Me veía igual que Annis, ya no me dolía el cuerpo, mi piel era pálida, mis dientes eran blancos como la nieve, pero mis ojos eran distintos a los de mi hermana, no eran del mismo color que ella, no eran negros con tonos naranja, eran negros con tonos rojos carmesíes,

Pasado un rato me di cuenta de que todavía seguía siendo yo, ese vejestorio de barba sucia había dicho que cuando despierte ya no tendría autonomía, pero por alguna razón estuvieron errados en eso, por lo que empecé a sospechar que hubo un fallo en la transformación.

Me sentía mucho más fuerte que antes, como si de mi brotara una fuerza sobre humana, no lo podía creer, ya no era humano, tampoco sentía que estuviese vivo ni muerto, supuse que gracias a esta maldita transformación me encontraba en un estado de semi muerte, por lo que no me era necesario respirar.

De repente el sonido de una compuerta se escuchó a mis espaldas sacándome de mis pensamientos.

La voz del científico que me inyecto la sangre de vampiro me empezó a hablar mientras su tono indicaba alegría.

-Ya despertaste, y veo que estas admirando tu nuevo cuerpo.

Al darme la vuelta vi que lo acompañaban el sujeto psicópata con la AK-47 el cual llevaba una libreta y mi hermana Annis la cual me miraba fijamente. Me quede callado para que el anciano piense que estaba bajo su control.

Lo que me sorprendió más que nada fue el hecho de que el científico loco y el matón del arma se veían mucho más viejos de lo que recordaba.

-Arrodíllate ante mí. Obedecí sin rechistar, no sabía porque había empezado a actuar, pero sentía que si quería escapar eso me iba a ayudar, no solo eso, tenía una rara sensación en mi pecho que ardía con mucha intensidad, nunca había sentido algo como eso, pero por alguna razón sabía lo que significaban... tenía sed de sangre humana.

-Bien, bien, bien, veo que estas bajo mi control, ahora te liberare de esta prisión para que pelees contra el Experimento G-115 número uno, de esa forma comprobaremos quien es más fuerte.

-No hace falta que me liberes. Me levanté lentamente y cerré mi mano formando un puño. -lo puedo hacer yo mismo. Acto seguido golpee con pocas fuerzas el cristal de la celda el cual reventó al mínimo contacto con mis nudillos.

Por alguna razón sentía que yo era quien controlaba mi cuerpo, pero a la vez sentí una presencia extraña que me hizo actuar sin que me diese cuenta. No sabía el motivo, pero en mi cara había dibujado una sonrisa donde mis colmillos resaltaban en su blancura total.

-Experimento G-115 número dos, ¿Qué crees que haces?

Empecé a reír, y rápidamente corrí hacia el anciano a una velocidad que un humano común y corriente no podría alcanzar, tome su brazo derecho con firmeza y de un simple tirón se lo arranque. Estaba consciente de lo que mi cuerpo hacía, sin embargo, no era yo quien lo controlaba, era algo más poderoso que yo lo que lo hacía.

El viejo científico empezó a gritar y a retorcerse de dolor, no sabía por qué, pero disfrutaba ver esa escena.

El hombre camuflado me apunto con su arma y comenzó a dispararme, las balas penetraban en mi espalda y salían por mí pecho, sin embargo, no sentía dolor. Me di la vuelta y observé al sujeto infundiendo terror en el mientras mis heridas se curaban solas.

- ¿Curación instantánea? Imposible. Grito el sujeto tirando al suelo su arma inconscientemente. -Esa es una habilidad que solo el Experimento G-115 número uno podía poseer.

-No me digas, es bueno saber eso. Volví a correr a toda velocidad dirigiéndome al sujeto para golpearlo en el pecho y dejándolo muerto al instante. Tome el bloc de notas que este llevaba y la guarde en el bolsillo de mi pantalón.

-Experimento G-115 número uno, mátalo, tu eres la más fuerte de todos los monstruos. Eso fue lo que le ordeno el anciano a Annis, pero apenas escuché esas palabras empecé a correr a máxima velocidad para encontrar una salida ya que había retomado el control de mi cuerpo y no tenía las intenciones de dañar a mi hermana, no era capaz de hacerle daño, ni en vida, ni en muerte, ni en mi estado actual de semi muerte, porque aunque ya no sea mi hermana, aunque ya no sea aquella pequeña a la cual amo tanto, seguíamos siendo familia y eso ningún experimento era capaz de modificar.

Experimento G-115Where stories live. Discover now