Living In A Dream [ Harry Potter ]

Fifty: Broken photographs

Cincuenta: fotografías rotas

Sentía aquella opresión en el pecho, ese horrible sentimiento de un nudo en su garganta y las constantes lágrimas no dejaban de salir de sus ojos.

Aquella había sido la peor semana de su vida en Hogwarts. A primera hora del lunes se publicó un artículo en El Profeta en el que se explicaba la muerte de su familia y, como era de suponer, culparon a Sirius Black, aquello no fue lo que molestó a Lucy, pues ya esperaba aquello, lo que no esperaba, ni siquiera lo había pensado, era la mirada de lástima que le dedicaban sus compañeros.

Se sentía una completa extraña en aquel castillo, escuchaba los susurros de todos cuando caminaba por los caminos, juzgándola, también a algunos sangre pura festejar de la muerte de semejantes muggles y lamentando que la pelirroja no haya sufrido con la misma suerte que su familia.

Se sentía sola, incomprendida, tan triste como jamás lo estuvo, se sentía un estorbo, y más de una vez intentó tirarse de la torre más alta del castillo a altas horas de la madrugada, pero era una cobarde y en un último momento se arrepentía y volvía a su habitación con las lágrimas cubriendo sus pecosas mejillas, para después dedicarse a llorar toda la noche.

Tampoco era que su maestra de Defensa Contra las Artes Oscuras ayudara mucho, con su mundo perfecto, creyendo que la muerte de Cedric fue un terrible accidente, que lo que había pasado con su familia era un evento desagradable causado por Sirius Black, una terrible seguidora del Ministerio de Magia, qué gran basura.

Y cuando llegaba el momento de volver a su sala común no mejoraba nada, Ron y Hermione la trataban como si estuviese enferma, como si necesitase todo y que al mínimo error se echaría a llorar, y aunque odiaba el trato que ahora le daban sus amigos odiaba aún más que aquello fuera verdad, ante cualquier palabra que relacionara con su familia, con su mejor amigo, con la lástima, con la muerte, ante cualquier cosa Lucy sucumbía ante el llanto.

Había tantas cosas que atormentaban la cabeza de Lucy, había perdido todo en menos de un mes, estaba casi segura que si se paraba delante de un Dementor este no causaría ningún efecto en la pelirroja, porque esta se sentía tan muerta, no sentía ningún otro sentimiento que no fuera tristeza y culpa.

Culpa, porque si ella hubiese sido lo suficientemente fuerte hubiera podido salvar a su familia, culpa porque si no se hubiera rendido tan pronto tal vez ellos estarían aún con vida, culpa porque no dio todo de sí, culpa porque decidió llorar en lugar de ayudar, culpa por dejarse vencer, culpar por seguir viviendo, culpa por ser ella la que estuviera respirando y no su madre, o su padre o su hermana, o incluso los tres.

Era un asco en todo su esplendor, ni siquiera sabía el por qué seguía intentándolo, tal vez porque no era lo suficientemente valiente para acabar con su vida, tal vez porque pensaba que en algún momento de su vida se arreglarían las cosas, porque pensaba que la felicidad todavía podía llegar, porque tenía esperanza, a pesar de la oscuridad que la consumía constantemente, a pesar de sus tristezas y lamentos aún tenía luz, tenía esperanza y era algo que no podía matar.

O eso creía, porque cuando veía a Harry sonreírle de aquella manera a Cho Chang, porque cada vez la rompía más (como si eso fuese posible) con su trato tan evasivo, tan frío, ella sentía que esa poca esperanza se esfumaba un poco más. Lucy sabía que la odiaba, la odiaba por ser tan débil, la odiaba por llorar cada dos por tres, la odiaba porque ya no podía llenarle la vida de felicidad, la odiaba porque ahora solo le llevaba tristezas, tristezas que él no necesitaba, pues con su vida ya tenía suficientes, y Lucy lo entendía a la perfección, ella también se odiaba, odiaba su cara, odiaba sus ojos rojos y llorosos, odiaba sus mejillas hinchadas por el llanto, odiaba sus grandes ojeras que eran producto de largas noches de pesadillas, odiaba el solo hecho de seguir existiendo.