013 ~ ɴᴏ ᴇʀᴇs ᴍíᴏ

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Dedicado a NarryALV
Alegre al 100% de que te esté gustando💜

~×~

Aristóteles y Cuahutémoc se encontraban en el departamento del primero, cenando junto a Amapola.

—¿Qué les está pareciendo la comida, chicos?

—Está deliciosa, ¿usted la hizo? —preguntó Temo recibiendo una pequeña risa por parte de Aris.

—Ya quisiera yo, yerno —dijo Amapola sonriendo—. Esta comida está hecha por mi cuñix Blanca.

—Pero no cabe duda de que mi mamá también debe cocinar riquísimo —dijo Aris guiñándole un ojo a Polita.

—Tan riquísimo como tus molcalletes, Aristócles —mencionó Temo tomando su mano y besando su mejilla, recibiendo una sonrisa y un leve sonrojo de parte del rizado.

—Ustedes dos son tan tiernos —admitió Polita apuntando con el tenedor a los dos chicos—, me alegra que estén juntos.

—A mí me alegra estar con mi Temocles.

Aristóteles se acercó a dejar un corto beso en los labios de su novio y continuaron comiendo.

Amapola estaba muy feliz de que su hijo encontrara la felicidad al lado de un chico como Cuahutémoc, se le notaba más alegre, con menos preocupaciones, se aceptaba como era y no luchaba por ser alguien que no.

La cena terminó y Blanca llegó al departamento a pedirle a Polita que la ayudara a tejer unos pequeños suéters para los trillizos de Daniela, ella aceptó gustosa y se fue dejando a los chicos solos.

—Bueno, pequeños, se cuidan mucho y no quemen la casa —los abrazó a ambos y dejó un beso en la frente de cada uno—. Regreso más tarde, Ari.

Aristóteles y Cuahutémoc se despedían con la mano hasta que la puerta se cerró.

—Bueno... ¿y ahora? —preguntó Temo.

—No lo sé, ¿te apetece quemar la casa?

—¡Ari! —rió Temo dándole un leve golpe en la frente, el rizado lo tomó de la cintura por sorpresa acercándolo a él.

—Oye, tengo los labios muy resecos, ¿no me quieres ayudar a humedecer los con tu boquita?

—Te llaman Romeo... —rió Temo, lo tomó de las mejillas y lo besó.

—Me encantan tus besos, ¿lo sabes?

—Y a mí me encantas tú.

Volvieron a juntar sus labios en un beso más tierno, se dirigieron al sofá que se encontraba cerca y, sentados, seguían besándose. Al separarse, sólo se miraban a los ojos sonriendo, mantenían sus manos entrelazadas y Aristóteles, en momentos, soltaba una de sus manos para pasar a acariciar la mejilla de su novio. Su simple compañía era vital para que ambos estuvieran felices.

—Ari...

—¿Sí?

—Realmente no sabes cuánto te adoro.

Aristóteles sonrió y se acercó más a Cuahutémoc para abrazarlo, le dejó un beso en la mejilla y se acercó a su oído.

Eres la luz de mis mañanas... —Temo se separó un poco de él para verlo a los ojos, éste estaba sonriendo y seguía cantando— Eres mi sol particular.

Aristóteles seguía cantando y de Cuahutémoc salía una gran sonrisa a la par que unas lágrimas de emoción querían salir de sus ojos.

Y me da igual que sea de noche o sea de día, contigo hay fiesta en cualquier lugar, porque yo bailo al son que toques, toda la vida, contigo quiero, quiero siempre estar.

El rizado pegó la frente a la de su novio y siguió.

Bésame una y otra vez —dejó un beso en su mejilla izquierda—, bésame una y otra vez —un beso en la mejilla derecha—, bésame una y otra vez... Labios de miel —un beso en los labios.

Cuahutémoc se lanzó a los brazos de Aristóteles, quedando los dos acostados, Temo sobre Ari.

—Amo cuando me cantas —admitió Temo dejando un beso en los labios de el rizado.

—Eres el novio más perfecto en todo el mundo, ¿qué digo novio? El hombre más perfecto, amor. El más guapo, el más galán, el más celoso —ríe—, el más cariñoso, el más inteligente... Eres lo mejor.

—Y soy sólo tuyo.

—No. Tú no eres mío.

La cara de Temo expresaba su confusión que ocultó con una risa.

—A ver, ¿cómo?

Cuahutémoc se levantó y se sentó en el sofá, Aristóteles imitó su acto y se quedó a su lado.

—Yo no quiero que seamos esas parejas que se dicen pertenecer. Tú eres solamente tuyo, y yo soy solamente mío.

—Pero creí que me amabas.

—Claro que te amo, por eso mismo es que te digo esto.

Cuahutémoc aún se mostraba confundido, miraba atentamente a su pareja y ésta le tomó la mano.

—Cuahutémoc López, yo te amo. Pero, por más que te ame, tú no eres mío, tú no me perteneces, no eres de mi propiedad. Eres mi novio, sí, eres mi compañero en los momentos más importantes de mi vida, sí, pero eso no hace que seas mío, ¿entiendes? —Temo negó y Aris soltó un suspiro— No sé bien cómo explicarlo... Las personas no somos objetos para pertenecer a alguien, tu cuerpo es tuyo, mi cuerpo es mío, tus ojos son tuyos, mis ojos son míos, tus labios son tuyos... aunque sí te vengo robando unos besos para hacerlos míos.

Temo rió y Aris le imitó la acción. El rizado no encontraba la forma de explicar lo que quería decir, quería usar las palabras correctas para evitar cualquier malentendido, pero era demasiado difícil.

—El caso aquí es —se acomodó en su lugar— que tú no eres mío, porque tú sin mí sigues siendo tú. Lo explicaré de esta forma... Yo no soy tuyo, pero tienes una gran parte de mí; mis sentimientos, mi amor, mi cariño... pero eso no hace que sea tuyo, porque yo soy más que sólo eso. E igual de tu lado, puede que yo tenga una parte de tus sentimientos-

—Una gran y enorme parte —corrigió Cuahutémoc con una sonrisa.

—Una gran parte de tus sentimientos —afirmó el rizado y dejó un beso en sus manos—, pero tú no me perteneces. Tú seguirás siendo todo lo que eres sin mí, seguirás siendo tu valentía, tu inteligencia, tu coraje, seguirás teniendo tus sueños, tus metas, tus valores. O sea...

—¿Te refieres a que no dependemos del otro?

—Exactamente. Tú no vas a dejar de vivir sin mí, y yo no dejaré de vivir sin tí... Suena un poco brusco, pero es la verdad.

—Pero aún seguiremos juntos, ¿no?

—Claro que sí, cariño. Y eso es lo mejor de todo, aún cuando sabemos que no necesitamos del otro para vivir, seguiremos estando juntos porque queremos, no por dependencia.

Cuahutémoc comprendió todo a lo que se refería su pareja, y no podía estar más feliz al darse cuenta que tenía por novio a la mejor persona que pudo encontrar.

Una persona que estaba segura de lo que quería y de lo que hacía, que pensaba en el bienestar de Temo sin dejarse de lado a sí mismo.

Y estaba bien, todo estaba perfecto. Porque nadie es objeto para pertenecer a alguien, nadie es boleto de lotería para que te ganen, nadie es premio de rifa para que te sorteen. Solamente somos de nosotros y para nosotros. Porque las relaciones de pareja no se basan en un «eres mío», sino más bien en un «no soy tuyo, pero estoy y estaré contigo... siempre».

Simplemente Aristemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora