Un chico solitario entre millones

109 14 0
                                    


El orden y la tranquilidad no eran características propias del edificio de apartamentos de la Universidad Mundial de Cygnus III, pues por ella transitaban cientos de estudiantes con el doble o triple número de asuntos importantes o insignificantes. El bullicio era algo que le encantaba a Ederich y, otros días, este despliegue de energía juvenil debería haberlo puesto de buen humor, pero no hoy. Esa mañana parecía intuir que vendrían malos tiempos debido a la carta que había sustraído del buzón de su amigo Daniel.

Caminó con pasos largos y decididos, fiel a su filosofía de enfrentar con prontitud las malas noticias para olvidarlas lo más rápido posible. Llegó al departamento de Daniel, cuya puerta se encontraba entreabierta, la empujó con cuidado y se detuvo en el dintel, para luego recargarse en el marco con aire casual cuando se dio cuenta que su amigo estaba acostado en la sección baja de una litera, leyendo un libro con aparente concentración.

‒ ¡Eh! ¡Genio! ¡Felicidades! ‒ Gritó Ederich, aunque fuera innecesario, pues su amigo estaba tan cerca de la puerta que podía escucharlo, aunque solo murmurara. El hecho es que el chico no controlaba su voz, que estaba saturada de sentimientos contradictorios. ¿El motivo de su visita debía provocarle tristeza, felicidad o molestia? Ni el mejor detector de expresiones faciales lo hubiera podido descifrar.

‒ ¿Felicidades... por qué? ‒ preguntó Daniel dejando de ver el libro que tenía en las manos, con aire despreocupado porque había terminado el último semestre de su carrera de ingeniero en electrónica aeroespacial y no tenía materias pendientes. El hecho es que leía con poco interés, así que podía atender a su amigo porque tenía todo el tiempo del mundo. Apenas terminó de formular la pregunta, encontró la respuesta al ver que su amigo extendía la mano para ofrecerle un sobre blanco. Eso sí le molestó, aunque estaba tan acostumbrado a la impertinencia de Ederich, que tal vez era más actuación que sentimiento‒. ¿Sigues revisando mi buzón?

‒ ¿Cuándo he dejado de hacerlo? ‒respondió sonriente el chico entrometido sin dejar de ofrecer el papel. Era menudo y delgado pero musculoso, del tipo seguro de sí mismo precisamente porque compensaba con una fuerte personalidad su relativa baja estatura. Pese a ello, la mano le temblaba un poco‒. Vamos... ábrelo ‒insistió mientras agitó de un golpe seco la carta que había extraído sin permiso. Miró decidido a Daniel, a esos ojos violeta en los que tantas veces le había alegrado perderse. Ahora la situación era diferente y desvió la mirada hacia el papel, como un escape para evitar sostener su mirada.

Daniel dejó la lectura y mostró mayor interés en lo que su amigo le decía. Se incorporó y quedó sentado en la orilla de la cama. Era un joven de cabello negro y quebrado, tan alto que, aún sentado, imponía su presencia ante el menudo Ederich. Miró la mano de su compañero. Solo la mano, porque algo en él se negaba a aceptar que había un sobre que debía recoger.

Decidió que tarde o temprano tendría que reparar en el documento. Era lo que esperaba y temía al mismo tiempo. Alcanzó a distinguir el logotipo de colores vivos de la Academia Espacial.

"¿Y si son malas nuevas?"

En segundos supo que esperar no transformaría el contenido del mensaje en noticias positivas, así que venció su pequeño temor y tomó la misiva, con cierta cautela. De cualquier manera, lo manipuló como si algún animal ponzoñoso pudiera salir de él.

‒ Ábrelo. Todo saldrá bien ‒aseguró Ederich.

‒ ¿Cómo puedes saberlo?

‒ Por el peso ‒afirmó‒. El gobierno no desperdicia más de una cuartilla para decirle a alguien que no.

Daniel se dejó llevar por el optimismo de su amigo.

‒ Sí, claro. Supongo que sí, pero hay que confirmarlo ‒habló para darse ánimos, pues la lógica de su amigo era más que correcta y solo entonces se apresuró a rasgar el sobre para indagar su contenido. Desdobló el conjunto de hojas que formaban el documento y su sonrisa delató la respuesta.

Dos mundosWhere stories live. Discover now