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Cuando la llamada de Laura llegó, sentí alivio

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Cuando la llamada de Laura llegó, sentí alivio. «Todo bien por aquí, Colton, no te preocupes. Descansa». Fue breve pero arolladora. Había tenido éxito ahí donde yo ni siquiera comenzaba a tantear el terreno. Me alegró pero también me incomodó. Ella era mucho más valiente que yo, quedaba demostrado.

No que fuera una competencia. Sólo una vuelta a la realidad después de un fin de semana en el que había intentado olvidarme de todo. Casi lo conseguí. Todavía pendía por ahí el «te amo» y el abrazo de Laura que fue mejor que cualquier yo también que podría haber recibido jamás. Estaba contento, sin duda, pero comenzaba a hacer eco en mi cabeza una pequeña pero potente incomodidad, la frustración, la impaciencia.

Y cómo no. La vuelta a la realidad siempre descoloca. O mejor dicho, te devuelve a tu lugar. No más ensoñaciones rosas sobre romances perfectos. No más consuelo en situaciones similares entre personas dispares. Ya no me encontraba a salvo entre un grupo de amigos, convenciéndome de que todos teníamos nuestros dramas y que a lo mejor así era la vida. Estando solo ya no me lo parecía. La nueva situación de Laura terminaba de resquebrajar esa ilusión. Estaba con los pies sobre la tierra y no me quedaba de otra que avanzar.

Tenía que aprovechar el empujón. No podía permitir que la admiración que sentía por Laura se desvaneciera. No estaba bien aprovecharme de ella, pero quizá no sería eso, sólo un impulso, porque eso necesitaba, seguir su ejemplo. Laura la tenía peor y había podido encarar sus problemas. ¿Por qué yo tenía que seguir huyendo?

Decidí llamar a mamá.

El teléfono repiqueteó varias veces pero nunca fue atendido. Se me desinfló el pecho, la visión se me nubló un poco. Ya está bien, me dije. Dejé un breve mensaje en el buzón y luego redacté uno de texto, sólo para cubrir más terreno. No quise pensar en nada negativo. Ya era algo tarde de todas formas.

Los parlantes escupían una tonadita suave que apenas conseguía distraerme. No me sentía yo. Mi yo del fin de semana se había evaporado con facilidad. Sentía envidia, rencor, celos, impaciencia, frustración. Tenía el teléfono en mi mano. Visualizaba las letras de las canciones en el reproductor de música, esperando que la pantalla cambiara, que el mensaje de llamada entrante parpadeara, que mi respiración retomara su ritmo normal. Nada. Se me fue la noche esperando, pensando en las mujeres que formaban parte de mi vida, en su influencia, en su carácter. Me preocupaba Laura, me preocupaba mi madre. Pero no iban de esos mis pensamientos, porque yo estaba ahí, en mi cama, sin poder conciliar el sueño, sintiéndome un inútil al convencerme de que mi presencia en la vida de ambas era demasiado pasiva, que mi propia voluntad era demasiado pasiva y que si no podía ayudarme a mí mismo menos tendría derecho de consolarlas a ellas o de disfrutar sus triunfos personales. ¿Qué podía decir? ¿Qué podía hacer? Quería comunicarme con Laura para preguntarle de dónde le había salido el valor, si era algo en lo que llevaba tiempo pensando o fue una decisión de última hora. Yo sólo había conseguido alejarme. ¿Y acaso este distanciamiento con mi madre no terminaría resultando peor sin palabras de por medio?

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⏰ Última actualización: Oct 28, 2018 ⏰

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